Henry J. Poole: la joya de Savile Row que no entiende de fronteras

Henry J. Poole: la joya de Savile Row que no entiende de fronteras

Las crónicas narran que el descubridor del talento de este mago de las tijeras fue precisamente lord George Brummel, árbitro de la elegancia del Imperio Británico. Y se cuenta que para su guardarropa, cortado y cosido por Henry Poole, invirtió tanto dinero que hizo la fortuna del sastre y perdió la suya. Desde 1806, año […]

Las crónicas narran que el descubridor del talento de este mago de las tijeras fue precisamente lord George Brummel, árbitro de la elegancia del Imperio Británico. Y se cuenta que para su guardarropa, cortado y cosido por Henry Poole, invirtió tanto dinero que hizo la fortuna del sastre y perdió la suya. Desde 1806, año de fundación de la más célebre sastrería inglesa con trastienda en Savile Row, la calle londinense convertida en templo de la elegancia masculina, Henry Poole & Co. ha sido un símbolo, aparte de un valioso archivo de historia moderna.

Hombres vestidos con sus trajes han firmado declaraciones de guerra, tratados de paz, constituciones y negocios millonarios, celebrado matrimonios reales, y han conquistado a las mujeres más fascinantes del mundo. Durante la batalla naval de Trafalgar, lord Horatio Nelson vistió por última vez su chaqueta azul marino con las insignias de almirante de la flota de Su Majestad británica bordadas en oro y cosidas en los talleres de Mr. Poole.

Agustín Velasco

Cuando David Livingstone, misionero y explorador escocés, descubrió en el corazón de África las cataratas Victoria, llevaba puesta una sahariana de Poole. Curioseando en los registros de la sastrería aparece también el nombre del rey de Italia Humberto de Saboya, así como el del duque de Aosta y los de los soberanos de las principales casas reinantes del mundo, como Alejandro II, zar de Rusia, el príncipe de Metternich, el canciller von Bismarck y Mustafá Pachá de Egipto.

MÁS DE 2.000 TEJIDOS

En un muestrario de más de 2.000 tejidos, la mano puede perderse acariciando los cálidos cachemires para chaquetas de campo producidos en las tejedurías de Huddersfield y de Yorkshire, las ricas franelas de West Country y los dibujos de los tweed de las Highlands escocesas. 2.500 libras esterlinas (alrededor de 3.700 euros), tres fittings (pruebas), seis semanas de espera, y la tela toma cuerpo y alma.
De estos milagros, surgidos de sus agujas, los 42 sastres de Poole realizan unos 500 al año. Y como al traje de corte clásico no puede faltarle un toque de sobria excentricidad, aparece en los cajones de la sastrería una surtida colección de accesorios y complementos: camisas, pañuelos de bolsillo, tirantes, botones, paraguas y jerséis en 135 colores, rigurosamente de cachemir de dos hilos.

Y por supuesto los calcetines, que los más tradicionalistas pueden llevar con ligas. En cuanto a las corbatas, los expositores no permiten dilación. En la elección del único requiebro que un gentleman se puede permitir es imposible errar. Incluso cuando se opta por un color lila o un violeta, muy apreciados por quienes se han formado en el rigor de la más restrictiva tradición británica, como en Oxford o en Eaton.

Gentleman

RESPETO POR LA TRADICIÓN

Todavía está activo el taller dedicado a las libreas reales. En 1869, lord Chamberlain dictó la nueva etiqueta para los trajes de la corte, con la intención de frenar las extravagancias de los aristócratas más excéntricos y garantizar a todos, incluidos los gentilhombres menos blasonados, sobriedad y elegancia. El encargo de realizar las nuevas libreas fue encomendado, naturalmente, a Henry Poole, que se convirtió también en sastre oficial de Su Majestad la reina Victoria.

En la sastrería fueron cortados y cosidos los primeros uniformes: chaquetas de terciopelo negro de media cola, bordadas y adornadas con botones de acero repujado. A partir de entonces éste fue también el uniforme de los High Sheriff, los representantes de los 56 condados del Reino Unido. Hoy se puede comprar, acompañada de sombrero de dos picos, zapatos de charol con hebilla de acero y espada de orden, por 4.700 libras esterlinas (unos 7.000 euros).
Por otro lado, nada ha variado en la exigencia secular de la casa respecto a sus empleados. “Para llegar a ser sastre de Henry Poole & Co. es necesario nada menos que un aprendizaje de cinco años. Y otros tres cuando se pretende ser cortador”, afirma Alan Alexander, senior cutter de la sastrería que hoy ha pasado a la familia Cudney, primos de Poole.

ATENCIÓN PERSONALIZADA

Tener la fortuna de probar una vez en la vida un bespoke (traje a medida) de Henry Poole se transforma, en realidad, en una dulce esclavitud. Cómodo, elegante, siempre adecuado a cada ocasión e indestructible, el sello de la casa, con el paso del tiempo, puede convertirse en un compañero fiel del que no se puede prescindir. Sus trajes son apreciados hasta en Japón, entre otras cosas porque fueron los primeros de Savile Row en entrar en ese mercado.
Su fama se propagó rápidamente desde que vistieron a Shigeru Yoshida, jefe de la diplomacia nipona y primer ministro, célebre por la firma del tratado de no beligerancia y cooperación económica con Estados Unidos en la posguerra. Los sastres de Poole, atentos al rigor pero pendientes también del gusto y las tendencias de los nuevos mercados, están muy solicitados, no sólo en su Inglaterra natal, sino incluso en países como Rusia y China.

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