Lee esto si quieres el pelo de las mujeres de la Polinesia
Cuando Marlon Brando conoció en la Polinesia francesa a la joven que se convertiría en su tercera esposa y madre de dos de sus (numerosísimos) hijos, Tarita Teriipia tenía 19 años y una melena negra, larga y brillante como la de tantas mujeres tahitianas. De Tarita conocemos su tumultuoso amor con el protagonista de El […]
Cuando Marlon Brando conoció en la Polinesia francesa a la joven que se convertiría en su tercera esposa y madre de dos de sus (numerosísimos) hijos, Tarita Teriipia tenía 19 años y una melena negra, larga y brillante como la de tantas mujeres tahitianas.
De Tarita conocemos su tumultuoso amor con el protagonista de El Padrino, pero no sus secretos de belleza, aunque ya entrada en años su pelo sigue siendo igual de maravilloso. Y eso nos hace pensar si no utilizará, como muchas mujeres polinesias, el Monoï de Tahití, un aceite puro extraído de la pulpa de coco en el que han sido maceradas flores de Tiaré, la flor emblemática de la Polinesia francesa.
El Monoï de Tahití tiene propiedades hidratantes para piel y pelo.
Con un aroma muy intenso y característico, el aceite tiene propiedades hidratantes, nutritivas y reparadoras, tanto para la piel como para el cabello. Las tahitianas lo utilizan al salir del baño o la ducha, sobre la piel mojada, porque así se transforma en emulsión y se absorbe mucho mejor. También se usa sobre el rostro, pero en este caso mejor abstenerse las personas de piel grasa.
Otro secreto de las mujeres tahitianas es su utilización como un tratamiento reparador (pre-champú) para nutrir el pelo. Lo aplican de manera generosa por todo el pelo, cubren la cabeza y lo dejan actuar incluso toda la noche, cuando la melena está muy estropeada; a la mañana siguiente se lava normalmente y el pelo aparece más brillante, fácil de peinar y sin rastro de encrespamiento.
Como aromaterapia (echando unas gotas en el baño), para realizar masajes corporales, para mejorar el aspecto de pies y manos secos dejándolo actuar toda la noche, para cicatrices, para curar tatuajes, para zonas con durezas como codos y talones… el Monoï de Tahití tiene múltiples aplicaciones en belleza.
Una receta milenaria
La receta tiene más de dos mil años: doce capullos de flores frescas de Tiaré cortadas al amanecer se maceran en un litro de aceite de coco obtenido por presión durante al menos diez días. En ese tiempo las flores destilan su aroma en el aceite hasta obtener el verdadero Monoï de Tahití. Este procedimiento de fabricación fue de hecho reglamentado en Tahití el 7 de abril de 1988 y obtuvo la etiqueta ‘Denominación de Origen’ el 2 de abril de 1992. Esto garantiza un producto de calidad, cuya fabricación y comercio es un importante activo de la economía local polinesia. Sin esa etiqueta, el producto no es auténtico.
Como es un producto puro al 100%, el Monoï de Tahití se cuaja cuando se encuentra en temperaturas inferiores a los 22°C. Se trata de un proceso natural que no afecta a sus propiedades naturales. Para devolverle la fluidez solo hay que calentarlo bajo el chorro de agua caliente o mantenerlo cerca de una fuente de calor (pero nunca en el microondas).
Las primeras europeas que apuntarse a los usos beauty del Monoï fueron las francesas (recordemos que la Polinesia fue colonia francesa y de allí lo trajeron). Hoy en día se puede comprar en su formato original de aceite en muchos comercios (recuerda buscar la etiqueta de certificación para saber que es el auténtico), y también lo encontrarás como componente de cremas, champúes y protectores solares. Ya solo nos queda encontrar a nuestro Marlon Brando (y que nos salga menos temperamental).