Maison NY de Cartier, cien años después

Maison NY de Cartier, cien años después

Pierre Cartier, nieto del fundador de Cartier, tardó cinco años en encontrar el sitio adecuado para abrir una tienda de la firma en Nueva York. Quería, claro, algo especial, a la altura al menos de las que ya lucía la firma en la rue de la Paix de París o en New Bond Street de […]

Pierre Cartier, nieto del fundador de Cartier, tardó cinco años en encontrar el sitio adecuado para abrir una tienda de la firma en Nueva York. Quería, claro, algo especial, a la altura al menos de las que ya lucía la firma en la rue de la Paix de París o en New Bond Street de Londres. Lo consiguió en 1917, cuando encontró disponible una mansión de estilo renacentista en pleno corazón de Manhattan. El lugar perfecto. Así que propuso un canje a su propietario, un hombre de negocios llamado Morton F. Plant, cuya mujer, Mae, estaba encaprichada de un collar de perlas que había visto en el salón que Cartier poseía entonces en una cuarta planta de un edificio cercano. La mansión deseada, situada en el número 653 de la Quinta Avenida, tenía un valor de unos 925.000 dólares. La joya alcanzaba el millón, en una época en que las perlas cultivadas no habían llegado al mercado. Trato hecho. Aquel edificio se aproxima ahora a su centenario. En el mismo lugar, pero con un interior completamente renovado, tras dos años de obras a las que una fiesta de inauguración, el pasado septiembre, ha puesto el broche final. Si el edificio fue diseñado en su origen por el arquitecto Robert W. Gibson, convirtiéndose pronto en una de las residencias más admiradas, la renovación ordenada por Pierre Cartier corrió a cargo de William Welles Bosworth. El diseño mereció en 1917 la medalla de Oro del entonces llamado Committee of Architectural Harmony, y un reconocimiento en 1970 de The New York City Landmarks Preservation Commission. Es pronto para anticipar los reconocimientos que pueda cosechar el nuevo edificio, cuyo diseño ha correspondido al arquitecto Thierry Despont, con dos objetivos evidentes: preservar la herencia de Cartier en Nueva York y mejorar la experiencia del cliente. Diseñado a modo de una gran mansión, el espacio de la nueva boutique cuadriplica el de la anterior, al pasar de 800 metros cuadrados en dos plantas a unos 4.000 en cuatro. Algunas de sus numerosas salas –que permiten al cliente pasear entre joyas o recibir una atención personalizada en un área privada– han sido inspiradas y dedicadas a importantes figuras de la historia de Cartier; como el mismo Pierre Cartier, que da nombre a una habitación con presencia de terciopelo verde o mobiliario de la época, o Grace Kelly, que bautiza una sala de decoración glamurosa y romántica para recordar que el anillo de compromiso que le regaló el príncipe Rainiero en 1955 era de Cartier. Algunos datos sobre su interior, mayoritariamente hecho a medida, ayudan a entender la inmensidad del reto: 43 tipos diferentes de telas y cueros para paredes, muebles y cortinas; 35 diseños de muebles únicos a cargo de Despont; 30 nuevas lámparas de araña creadas al estilo de las encargadas por Pierre Cartier; paneles de roble recuperados de la decoración original... “No creo que haya una tienda como esta en el mundo”, ha dicho el diseñador.

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