John Turturro, en una imagen del corto A Family Thread para Zegna.

Zegna encuentra en John Turturro su nuevo emblema de estilo

John Turturro reflexiona sobre el legado, el poder de las historias y la importancia de la memoria en su colaboración con Zegna, que le conecta con sus orígenes italianos. Un broche de lujo al momento profesional que vive.

Hablando sobre su pasado y sus familiares italianos, sobre literatura italiana y sobre todo lo que amaba y sabía sobre ese país al que le une aún visiblemente su apellido, John Turturro (Brooklyn, Nueva York, 1957) le dio la idea a Edoardo Zegna de convertir al veterano actor en la última imagen de la icónica firma italiana. Y no solo quisieron hacerle protagonista de un cortometraje promocional en el que el fiel colaborador de directores como Spike Lee o los hermanos Coen podría sentirse cómodo, sino que decidieron también subirle a la pasarela del último desfile de Zegna en la Semana de la moda de Milán. Tomando el relevo de otro experimentado y conocido actor, el danés Mads Mikkelsen, Turturro pisó ese escenario nuevo para él, sin texto que declamar, solo debía pasearse y lucir pantalón negro, camisa a rayas, jersey de punto y abrigo espigado de silueta oversize.

Después de 40 años largos de carrera delante y detrás de las cámaras y sobre las tablas del teatro, esta era, por fin, una novedad para un actor con muchos papeles que recordar, una experiencia de la que casi quiso escapar minutos antes de salir a escena, hasta que se dio cuenta de que quizá no era tan diferente a cualquier otro escenario, ese lugar sagrado que sigue pisando siempre que puede y sobre el que sabe muy bien cómo moverse. Vio algunas caras amigas y Mikkelsen, desde el front row, le dio su aprobación y aplauso.

Turturro viste prendas de la nueva colección de lana fina Vellus Aureum de Zegna.
Turturro viste prendas de la nueva colección de lana fina Vellus Aureum mientras recorre la villa.

El desfile en Milán fue para Turturro el broche final de este viaje que empezó con aquella charla informal con Edoardo Zegna y que le permitió pisar la casa del fundador, Ermenegildo Zegna, donde se encuentran ahora los archivos de la firma. A Family Thread (Un hilo familiar), es el título de este fashion film en el que el actor italo-americano (porque desde hace más de dos décadas tiene las dos nacionalidades) reflexiona sobre la herencia, el legado, el duradero impacto de quienes nos precedieron, el poder de las historias y la importancia de la memoria.

Su propio camino

“Mi abuelo Rafael emigró a Estados Unidos y ese viaje fue decisivo para todos nosotros. Trajo su cultura con él y su forma de hacer las cosas”, se le oye decir en el corto mientras el coche en el que llega a Villa Zegna, en Trivero, aparca. Y continúa con su poético discurso, salpicado por anécdotas personales, mientras se adentra en la magnífica casa abierta solo para él. “No tienes que viajar por el mismo camino que los demás. La idea es estar cortado por otro patrón, sentirse atraído por algo verdaderamente único –dice Turturro en la película–. No seguir siempre el camino que te marca la carretera, sino continuar por donde tus instintos te llevan y dejar rastro”.

Etiqueta de Zegna para John Turturro.
Detalle de la etiqueta que identifica la colección, en colaboración con el actor.

Parecen palabras escritas por él. Nieto de inmigrantes italianos por ambos lados, criado en Nueva York, se decantó muy pronto por una vía artística, estudió interpretación en la prestigiosa Yale School of Drama y antes de acabar ya tuvo su primer cameo en un filme importante, Toro salvaje, de Martin Scorsese (1980). Aunque con papeles pequeños, sus inicios en el cine están plagados de títulos hoy de culto como Buscando a Susan desesperadamente (Susan Seidelman, 1985), con Madonna y Rosanna Arquette; Vivir y morir en Los Ángeles (William Friedkin, 1985), al lado de Willem Dafoe; Hannah y sus hermanas (Woody Allen, 1985), donde empezaría una relación de amistad y profesión duradera; El color del dinero (Martin Scorsese, 1986) o Cinco esquinas (Tony Bill, 1987) en la que otro brooklynita de pro, Spike Lee, lo descubrió y le dio el papel que ascendió a Turturro a otro nivel en Haz lo que debas (1989).

Solo dos años después, los hermanos Ethan y Joel Coen confiaban en él el protagonista de Barton Fink con la que ganaban en Cannes y Turturro se llevaba la Palma de Oro a mejor actor. Y al año siguiente, en 1992, el intérprete volvía al festival francés con su primera película como director, Mac, una edición que recuerda muy bien por otra razón: allí conoció a Pedro Almodóvar. “Hemos seguido en contacto todos estos años y siempre que me decía que estaba escribiendo algo, yo le decía: ‘¿Hay un cameo para mí? Aprenderé español, haré de mudo. Lo que sea”, recordaba hace unos meses en una publicación americana. Más de 30 años después su deseo se cumplió y el director manchego contó con él para uno de los secundarios más relevantes en su primera película en inglés, La habitación de al lado, con la que ganaron el León de Oro en el pasado Festival de Venecia. Turturro interpreta a Damian, el amante de una de las protagonistas (Julianne Moore), quien a su vez está ayudando a su amiga (Tilda Swinton) a morir en sus propios términos. Su personaje es quizá la voz de la conciencia social y representante de muchas ideas compartidas por el propio Almodóvar, un hombre intenso que se dedica a dar charlas sobre el imparable e inevitable riesgo de la emergencia climática.

Con los ecos aún de La habitación de al lado, Turturro acaba de estrenar la segunda temporada de Separación (Severance), la distopía laboral creada por Ben Stiller, que para el actor es su primer papel estable en una serie televisiva. Un título que le está dando muchas alegrías y nuevos fans en esta etapa de su carrera y que, probablemente, tiene mucho que ver con esta resurgida visibilidad que ha sellado su colaboración con Zegna.

John Turturro sentado en el escritorio del despacho de Ermenegildo Zegna.
El actor italo-británico, sentado en el escritorio del despacho de Ermenegildo Zegna, donde se conservan gran parte de sus archivos originales.

“Un trabajo bien hecho ilumina quién eres y no deberías confundir éxito con excelencia”, dice el actor, cuyo pico de fama llegó con El gran Lebowski en el cambio de siglo (no se nos escapa el guiño en el spot de Zegna a los bolos que jugaba entonces y el bocce que juega ahora), pero nunca en estas dos décadas ha dejado de trabajar. Y por eso esa frase tiene tanto que ver con él y con la forma que tiene de entender el todo en su profesión.

La campaña que protagoniza, The Legend of Vellus Aureum, simboliza “el compromiso con la excelencia” en el uso de los mejores materiales y el respeto al proceso y al detalle, a través de ese Vellus Aureum, la mejor lana posible para confeccionar trajes; y la carrera de Turturro también se ha caracterizado por un compromiso total con su propio arte, al servicio de grandes directores con los que ha vuelto a trabajar una y otra vez y de grandes autores a los que él mismo ha querido adaptar, como un nuevo guion en el que trabaja ahora, inspirada en Otelo, o una obra que ya ha escrito adaptando a Philip Roth.

“Creo que cómo afrontas la vida, la familia, lo que pones en el mundo, cuenta”, dice en otro momento del corto y resulta coherente con una decisión que ha confesado últimamente, la de no retomar uno de sus papeles recientes más famosos, el villano de The Batman, en la serie spin-off El Pingüino “porque tenía demasiada violencia contra las mujeres”. Ese es John Turturro. Alguien único que siempre ha seguido su propio camino.

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