Dos años depués de su última actuación en Madrid, Charles Aznavour retorna hoy a la capital para deleitar con su voz y su música. El Wizink Center -el antiguo Palacio de los Deportes- ha agotado sus entradas para disfrutar de la que siempre es la penúltima visita del mito. Lo mejor de los mitos es que, después de siglos de descrédito, creer en ellos aún nos sale de forma natural. Ya lo advirtió Barthes: “Nada ni nadie puede ponerse a cubierto del mito”. Y tan cierto es como, por lo general, íntimo –por inconfesado– su culto. El mito que nos ocupa sigue agigantando a un héroe al que en tiempos se llamó p’tit Charlie. Lo es, pequeño; aunque todavía no venga a cuento.
Charles Aznavour es un mito viviente que tararea entretenido mientras uno trata de hacer la primera pregunta. Y no tiene ninguna prisa. Lo dice: “El tiempo me dio la razón, está de mi parte”. Una palabra suya, en la suite del hotel y sobre el escenario, desautoriza la impresión de fragilidad: 1,61 metros y 92 años.
Con la verdad enfática del gesto y la mirada despejada como un cielo du mois d’août –a pesar de sus ojos castaños y las espesísimas cejas de carbón– casi está a punto de convencerle a uno de que mito, como estrella, es un apelativo que le parece “exagerado”. Pero no nos equivoquemos, Aznavour no es humilde. Es demasiado consciente de lo que ha conseguido, y de lo que le ha costado, para serlo. “Soy un tipo corriente con una vida extraordinaria”, zanja.
Ha compuesto cerca de 1.200 canciones, publicadas en más 50 álbumes originales –dejando de lado las recopilaciones–. ¿Recuerda cada canción, cada historia detrás de ellas, cada álbum y sus circunstancias?
¡Imposible! No, no…imaginaos. Por eso bromeo habitualmente en los conciertos con el público acerca de los teleprompter. No los necesito, pero es mejor tenerlos por si acaso algo va mal. De cualquier modo, me gusta que el público no los vea. Por eso tengo que agacharme a veces, para mirarlos no tan disimuladamente. Así que lo exagero y hago que el público se ría.
5 discos imprescindibles de Aznavour
Gentleman
Y ¿cómo elige su repertorio?
Sería como ir al Louvre, o al Prado aquí, y ver solo dos salas… No, mucho más fácil. Es una mezcla de canciones nuevas y antiguas. Todo cantante quiere interpretar sus últimos temas. Para mí, mi canción preferida es siempre la que acabo de componer. Mientras que el público quiere escuchar tus grandes éxitos. Así que elijo diez que creo que el público va a disfrutar y otras tantas de las más recientes, y todos contentos.
¿Cómo surge una canción? ¿Qué le inspira?
Jamás tuve inspiración, ni siquiera mucha imaginación. Encuentro las historias que cuento por todas partes. No es necesario inventar nada. Las canciones están en el aire, solo hay que saber encontrarlas. Escribo todos los días, y no hay uno que no tire algo a la basura. Adoro el reto de la página en blanco, sentir como una canción va surgiendo poco a poco, en un pulso.
“Siempre he querido escribir sobre aquello que los demás no se atrevían a abordar. Soy de mente muy abierta y no le temo al riesgo”
Sus canciones, década a década, den cuenta casi sociológicamente de cómo ha cambiado la sociedad.
Siempre he querido escribir sobre aquello que los demás no se atrevían a tocar. Soy una persona de mente muy abierta, y no le temo al riesgo: jamás tuve miedo de si podría afectar negativamente a mi carrera tratar determinados temas, escribir sobre el amor físico o la infidelidad, sobre la homosexualidad… Cuando escribí Comme ils disent, mi entorno me recomendó que no la incluyese en el disco Idiote je t’aime. Hasta ese momento a los gays se les había tratado de forma chistosa, pero nadie se había atrevido a escribir una canción seria y empática, adulta. ¡Y de eso hace 40 años!
¿Cómo logra llegarle tan cerca al público?
Para mí el público es un único espectador. Y canto exclusivamente para él. Puede estar sentado en primera fila o más atrás, en el patio de butacas o en un palco, da lo mismo. Le canto como si estuviese solo en la sala. Y él siente que canto para él. Todos y cada uno de los espectadores lo sienten. Desde mis comienzos fue así como concebí mi relación con el público. Solo así se llega de verdad a la gente, lo más importante para mí: llegarle al público, emocionarle.
Ha repetido que, antes de presentarse ante el público, todo cantante debe saber quién es. ¿Quién es Charles Aznavour?
Soy una persona de mente abierta, tolerante. Con las religiones, las creencias políticas, los estilos de vida. Soy un hombre corriente. Y canto para la gente corriente. Yo soy lo que en América llaman un entertainer, que implica mucho más que subirse a un escenario y cantar canciones: interpretarlas, vivirlas. Y hacérselas vivir al público. Actuar es, desde muy pequeño, algo natural para mí, y sobre el escenario no he cantado, he interpretado siempre. Ahora en los conciertos interpreto cada vez menos, como bailo menos, pero me resisto a perder esa côté. La vejez corre detrás de mí y, aunque le cuesta, me alcanza, lamentablemente. Ya no puedo ir tan rápido como antes, pero me niego a envejecer. Llegaré a los 100 años y daré un concierto.
¿Piensa alguna vez en que la próxima puede ser la última vez que se suba a un escenario?
No, la verdad. Lo hago igual que cuando empecé, con la misma ilusión que entonces.