Cillian Murphy, el gánster más elegante de 'Peaky Blinders'

Cillian Murphy, el gánster más elegante de 'Peaky Blinders'

Al suroeste de Irlanda, en el Condado de Kerry, frente a su escarpado litoral, se encuentran las islas Blasket, un archipiélago deshabitado desde los años 50 al que aún se puede ir a pasar el día o acampar bajo las estrellas tras coger un ferry primero y una pequeña lancha motora después. Ese rincón apartado […]

Al suroeste de Irlanda, en el Condado de Kerry, frente a su escarpado litoral, se encuentran las islas Blasket, un archipiélago deshabitado desde los años 50 al que aún se puede ir a pasar el día o acampar bajo las estrellas tras coger un ferry primero y una pequeña lancha motora después. Ese rincón apartado de todo es el lugar más feliz en la Tierra para Cillian Murphy (Douglas, 1976), irlandés de raza. “He ido desde que era pequeño, mis padres me llevaban y ahora yo llevo a mis hijos –ha contado el actor en uno de sus pocos arranques para abrir su intimidad–. No hay tiendas, no hay electricidad, no hay nada. Solo focas en la playa. Te hace sentir puro, limpia tu alma y las telarañas de tu cabeza”.Conocido por interpretar personajes cerebrales, raros, intensos, impredecibles, serios, atormentados, Murphy es en su interior todo lo que su rostro entre aniñado, maduro y anacrónico transmite. Su fama es inversamente proporcional a su interés por todo lo que conlleva en forma de entrevistas, pérdida de anonimato y lujos superfluos. Tras 'Batman Begins' (2005), 'El caballero oscuro' (2008) y 'Origen' (2010), sus tres primeros filmes de los cinco que ha hecho con el director Christopher Nolan, el actor podría haberse mudado a Hollywood, cambiar los inciertos grises cielos de Londres por los siempre despejados de California y seguir una de esas carreras diseñadas por publicistas pegados a sus smartphones. Pero jamás lo hizo. Tampoco tras el éxito no planeado de 'Peaky Blinders', la serie original de la BBC que solo por el boca oreja se transformó en 2015, tras su segunda temporada, en fenómeno mundial y convirtió a Murphy en estrella de primer nivel. Después de 14 años viviendo en la capital inglesa, volvió a su casa, a Irlanda, a vivir cerca de la playa. “Cuando no trabajo, la industria del cine es lo último que se me pasa por la cabeza. Tengo un perro (un labrador llamado Scout, por 'Matar a un ruiseñor') y me gusta correr con él. Tengo una vida muy simple –dice–. Me gusta el sol, la comida y el mar, pero Los Ángeles no era para mí, soy europeo. Me gustan las estaciones del año. Y como a la mayoría de los irlandeses, probablemente me favorezcan más los pantalones largos que los cortos”. De vez en cuando deja ver un sentido del humor seco e irónico.Hijo de profesores de la educación pública, el único arte que entró en su casa fue la música. También fue su primer sueño: ser estrella de rock. ‘The Sons of Mr. Greengenes’ era el nombre de la banda que tenía con su hermano y amigos del colegio, y con la que en el verano de 1996 estuvieron a punto de firmar con una discográfica. “Mi hermano solo tenía 16 años, mis padres no le dejaban firmar el contrato y sin él no íbamos a hacerlo, pero de todas formas era un contrato terrible”, recuerda. Ese mismo verano, en uno de los conciertos de la banda, conoció a la que es hoy su mujer, la artista Yvonne McGuinness, con la que tiene dos hijos. Y distraído como estaba, suspendió los exámenes de primero de Derecho en la Universidad de Cork en la que se había matriculado animado por sus padres, que querían para él una vida más convencional y segura. “Nadie en mi familia había vivido nunca del arte, porque en los 80 en Irlanda eran U2, Jim Sheridan, Neil Jordan y quizá un par más los que podían hacerlo”, dice, y enumera los actores irlandeses que habían tenido que irse de la isla para vivir de la interpretación: “Gabriel Byrne, Liam Neeson…”.Aun así, ese mismo verano de 1996, después de ver un montaje de 'La naranja mecánica' de la compañía de teatro Corcadora, decidió que iba a probar con la interpretación. Se apuntó a sus audiciones y acabó como protagonista de 'Disco Pigs', la obra de Enda Walsh con la que recorrería el mundo y protagonizaría cinco años después la adaptación al cine. Por esa película, Danny Boyle le eligió para la pesadilla zombi de '28 días después' (2002) con la que despegó una carrera desde ese momento imparable: 'Cold Mountain' (2003), 'Desayuno en Plutón', 'Vuelo nocturno', de Wes Craven (ambas en 2005); 'El viento que agita la cebada', de Ken Loach (Palma de oro en Cannes en 2006); 'Sunshine', de nuevo con Danny Boyle (2007)… Y, por supuesto, su alianza con Christopher Nolan quien primero le quiso como Batman y al final le dio el papel de 'El Espantapájaros', un villano a la medida de la mirada impredecible de Murphy.En las dos décadas que lleva como actor se ha aventurado por todo el espectro cinematográfico. Desde los blockbusters de autor de Nolan a películas de directores no anglosajones, como 'Luces rojas' (2012), del español Rodrigo Cortés; o 'No llores, vuela' (2014), de la peruana Claudia Llosa. De producciones llenas de efectos especiales, como 'En el corazón del mar' (2015) o 'Dunkerque' (2017), a pequeños filmes casi teatrales, como su último estreno 'The Party', de Sally Potter. “Toda mi carrera ha sido aleatoria y ha tenido que ver más con el azar –dice–. Nunca he tenido un plan o seguido una estrategia, son las historias lo que me ha interesado. Es un negocio tan loco que nunca sabes lo que te puede estar esperando a la vuelta de la esquina. No sabes quién te va a llamar, qué colaboradores vas a encontrarte. Decidí muy pronto que no tendría un plan porque eso no va con el arte, el arte no es negocio, es hacer tu trabajo lo mejor que puedas”. EL ICONO PEAKY BLINDERS Uno de esos colaboradores que se encontró fue Steven Knight, el creador de 'Peaky Blinders'. En 2013, Murphy se metió en la piel de ''Tommy Shelby', el Michael Corleone de una banda de gánsteres en el Birmingham de los años 20, un veterano de guerra que utiliza su desorden postraumático, su falta de miedo a morir, para un boyante negocio vertebrado en la violencia. El personaje, dice el actor, con el que menos se ha identificado en su carrera, pero también el que le ha confirmado como estrella mundial.La serie, que iba para dos temporadas, está a punto de estrenar la quinta. Tommy Shelby, al que encarna, no es solo uno de esos personajes que definen una carrera, es un icono de moda. La venta de gorras como la que llevan los Peaky Blinders subió un 83% en Reino Unido. “Tengo amigos en barberías y sé que les piden que les hagan ‘un Peaky Blinder”, dice Murphy. “¿Saben que ese corte de pelo lo llevaban para evitar piojos?”.Desde 2015 Murphy es también productor de la serie, una mayor responsabilidad que acepta encantado durante cuatro meses al año, lo que tardan en rodar una temporada, más las cinco semanas en las que se mete de nuevo en la mente de este hombre frío y violento. Recuperar el acento y su aspecto rudo a pesar de sus ojos azules. El único cambio que ha aceptado de Tommy es volver a comer carne después de 15 años siendo vegetariano. “Para no parecer un tirillas, necesitaba esa proteína”, se justifica.Para Cillian Murphy el plan perfecto como actor de oficio es: cinco meses dedicados a Shelby, “el resto del año libre para hacer una o dos películas” (como 'Anna', de Luc Besson, su último rodaje), y lo que más le gusta en la vida: ponerse un vinilo, leer un libro o salir a correr a la playa, estar con su familia en su rincón deshabitado. “No me interesa nada más; sé que puedo parecer antiguo, pero no quiero sacar una marca de ropa o un disco” –aunque sigue escribiendo canciones, solo para él–. Solo quiero hacer mi trabajo lo mejor que pueda, y si tiene impacto en alguien, genial. Pero no quiero cambiar el mundo”.

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