“El verano se plantea de vacaciones”, dice Amaia Salamanca (Madrid, 1986), mientras se prepara para la sesión fotográfica, en un día aún de primavera, pero con calor de agosto. “Por suerte”, en los últimos meses ha ido encadenando trabajos (Tabula rasa, El árbol y el ruiseñor, la serie Muertos SL, cuya tercera temporada rodará en septiembre) y le espera “un verano en familia”. “A mí el verano me encanta en todas sus variedades; si no trabajo, genial, porque estoy más en familia, con amigos, me gusta ir de festivales, viajar… Pero si me toca trabajar también lo disfruto mucho, porque estoy siempre alegre en verano, me da igual que haga mucho calor. Lo que me afecta un poco más es el frío, porque no me permite pensar, me tiembla la barbilla, lo paso fatal”. Si le preguntan por el mejor verano de su vida, no duda. “El de 2010. Justo había terminado Sin tetas no hay paraíso, luego rodé Felipe y Letizia –interpretando a la entonces Princesa Letizia– y me fui con mis padres a recorrer la Ruta 66 en Harley y luego a Ibiza. Fue perfecto”.
15 años han pasado desde que acabara Sin tetas no hay paraíso. ¿Lo siente cerca o parece otra vida?
Siento que ha pasado otra vida, pero porque yo siempre vivo el aquí y el ahora, no me preocupo mucho del futuro, no soy nada ambiciosa de ir pensando qué pasará. Y se me olvida con facilidad al pasado. Tengo reminiscencias de felicidad y de qué bien lo pasé, pero me cuesta recordar cosas que ya se hicieron hace mucho tiempo. Fue una serie increíble, que fue un trampolín… muy lejano ya.
Fue su lanzadera y también su escuela. ¿Es una actriz muy distinta hoy? ¿Una mujer muy distinta?
Antes de Sin tetas había hecho SMS, que era una serie diaria, y como yo no había estudiado interpretación, eso sí fue mi escuela. Ahora soy otra actriz y persona, he madurado, he visto cómo es la profesión por dentro, he sido madre… Me veo con otros ojos, pero en positivo, he ido aprendiendo de todo.
Sin tetas no hay paraíso es aún el título más escrito al lado de su nombre, ¿pesa un poco?
No, para nada es una carga. Se sigue nombrando mucho porque es lo que más me proyectó y hay mucha gente que me sigue viendo y me llama Catalina, a mucha gente le marcó esa serie. Fue antes del boom de las plataformas, cuando la gente se sentaba en su casa a ver la tele a una hora determinada y todos reunidos veían la serie… Así que nada de carga, me siento muy orgulloso de ella.
El pico de su fama llegó, como dice, antes de las plataformas e incluso de las redes sociales. ¿Se alegra de ello?
Estoy encantada de que ese boom de fama, que en algún momento fue difícil de llevar porque yo tenía 22 años y pudo superarme un poquito, fuera a nivel nacional y no internacional, como puede ser ahora si sales en La casa de papel, Élite o por las redes sociales. La necesidad de tener que postear algo todo el rato, de estar ahí sí o sí, crea mucha ansiedad. Y lo mío, sí, fue un pequeño boom, pero ha ido de una manera más paulatina y estoy muy contenta de que haya sido así.
¿Se hace las paces con la fama? ¿Se aprende a llevar?
Sí, pero porque yo ya no genero el interés que generaba antes, porque se genera siempre más cuando estás en esa época más de adolescente, eres más joven y parece que interesa más tu vida privada. Una vez que ya te has establecido y tienes una familia, ya no interesas tanto. Además, antes había más un periodismo de paparazzi y ahora todo el mundo va posteando su vida privada en redes, así que ya no hay esa locura. Antes estabas pendiente siempre de si había alguien que te hiciera unas fotos, ahora es todo mucho más tranquilo, por lo menos, para mí. Y es genial, puedo hacer una vida normal, que antes con veintitantos costaba un poco más.
¿Cree que hay una imagen pública de usted que puede impactar en el tipo de papeles que le llegan?
Creo que nos pasa a todos los actores: damos un prototipo, y siempre se nos ve dentro de ese prototipo y muy pocas veces te dejan experimentar otro lado. Cuando lo que mola mucho es que alguien te dé la oportunidad de salirte un poco de esa parcela. Pero también te lo tienes que buscar un poco tú. La peli que acabo de hacer, El árbol y el ruiseñor, que es de terror, es algo que no había hecho nunca antes y que me ha divertido mucho. No sé cuál será el resultado, pero yo he intentado dar lo mejor de mí y aportar a ese personaje todo lo que he podido a base de ensayos, de estudio, de coach…, porque también tenía que tocar la guitarra porque mi personaje es cantante. Tú también tienes que saber cómo salir de la caja en la que te meten y, si te lo ofrecen, aunque te puede dar un poco de miedo al inicio, tienes que lanzarte.
¿Sigue haciendo castings?
Sí, sí, de hecho, a veces cuesta mucho que te hagan simplemente el casting. Te enteras de algún proyecto, quieres que te vean y la mayoría de las veces te dicen que no. “Pero si solo te estoy pidiendo una prueba, déjame tener esa oportunidad, lo mismo te sorprendo…”. Pero ni siquiera te dejan tener acceso a eso. Ahora se lleva mucho lo del self tape, que tú te tienes que organizar la iluminación, alguien que te dé la réplica… hacértelo tú mismo y es muy difícil. En cambio, si hay un director o directora de casting que te puede ayudar o guiar es mejor, yo lo prefiero así.
¿Y disfruta esas pruebas o se pasa mal aún después de tanto tiempo?
Te pones nerviosa porque, si llevas mucho tiempo sin currar, dices: “Es que necesito currar, tengo que hacerlo muy bien”. Y tú misma acabas comiéndote la cabeza y acabas más pendiente de tu nerviosismo… Pero, insisto, si un director o directora de casting es bueno también te da esa tranquilidad y ya te relajas y empezáis a trabajar juntos.
Mencionaba lo de “y si llevas mucho tiempo sin currar”. Usted decidió parar un tiempo, supongo que entraña un riesgo…
Yo no decidí parar, lo han dicho, pero no es así. Estando embarazada de los dos primeros y tras dar a luz sí estuve trabajando, pero luego hubo un parón como de dos años que no fue voluntario, ni buscado, ni planeado, fue porque nadie llamaba. Adoro mi trabajo y creo que tengo la suerte de poder combinar las dos cosas. Es compatible, igual que para el resto de gente de la industria que tiene hijos.
¿Así que el miedo a que dejen de llamarte no se va?
No para, y siempre crees que no te van a volver a llamar. Lo hablo con muchos compañeros y compañeras: el miedo lo tenemos todos.
¿Pero el miedo es mayor entre mujeres… y llegada una cierta edad?
Sí, sí, por supuesto. Como yo fui madre antes, algunas compañeras me preguntaban y me decían: “Quiero ser madre, pero ahora que justo me estaba empezando a ir bien, no quiero que de repente venga un parón, que ya no se acuerden de mí”. Ese es un poco el pensamiento generalizado. Porque cuando eres madre cambia un poco cómo te ven, o sienten que no te vas a involucrar tanto porque vas a estar más en casa. Cuando mi primera hija tenía nueve meses, yo me fui dos meses a México porque me salió una película y, de hecho, estaba embarazada… pero lo hice porque me pareció una gran oportunidad.
Ahora que hay más mujeres directoras y productoras. ¿Algo está cambiando?
Creo que sí. Por todo lo que está pasando dentro de la industria y dentro de la sociedad en general, hay más mujeres vinculadas a proyectos, y se van contando más historias de mujeres. Pero existe el miedo de hacernos mayores, piensas que ya no se van a acordar de ti, y como además eres madre, tienen otra percepción de ti. ¿Cómo podemos solucionarlo? A base de ser nosotras mismas e intentar contar nuestras propias historias.
¿Tiene interés en contar historias propias al otro lado de la cámara?
Sí, sí tengo interés, pero al final de tanto decirlo pienso: “Amaia, no digas nada y si algo surge, pues ya surgirá”. Me gustaría, pero siento que contar una historia personal es lo que marca la diferencia… y sí que me cuesta encontrar eso. No tengo esa visión todavía de encontrar algo que me atrape. Pero creo que, si llegaran a darme un guion o algo que me interesara, sabría hacerlo de alguna manera solvente… Porque me gusta mucho, siempre estoy detrás de las cámaras, pregunto, veo cómo trabaja el equipo…
En la fotografía que abre el artículo: Sujetador ligero de lana y seda bordado con cuentas; pantalón de gabardina de algodón; sandalia Dioriviera Dior Marine en piel de becerro blanca, y bolso Lady Dior de mimbre natural y motivo Toile de Jouy en Jacquard rosa chicle. Todo de DIOR. Collar Rose des Vents de oro amarillo, diamantes y nácar; pulsera Rose des Vents Oro rosa, diamante y nácar, y pulsera de oro y diamante, todo de DIOR JOAILLERIE.