No es que haya que tomar a Eugenio Recuenco al pie de la letra cuando dice que hay fotografías que no sabe hacer –“por ejemplo, una modelo con un vestido para que quede una foto bonita, sin más”–. Pero la frase cobra todo su significado cuando uno se asoma a su trabajo: ni una sola de las fotografías que ha creado –Recuenco no toma fotografías, las crea, a veces en escenarios fabricados durante días– es una foto bonita sin más. Todas cuentan una historia; de múltiples lecturas, quizás solo la apuntan para que el espectador imagine o puede que, en algunos casos, solo existan en su mente. Pero la estética no es por sí sola, efectivamente, suficiente aliciente para que dispare su cámara.
Pone Recuenco el ejemplo de la modelo porque es la fotografía de moda una de sus especialidades. En ella comenzó a hacerse un nombre en los años 90 para compatibilizarla luego con la publicitaria, poniendo imágenes a campañas de firmas como Loewe, Nina Ricci, Bulgari, PlayStation o ahora Huawei, entre otras. A la vez, jalona su trabajo de proyectos personales donde imagina ese mundo paralelo en el que solo la creatividad impera. A este campo pertenece su último proyecto, ‘365’, un conjunto de tantas fotografías como días tiene el año que, en formato grande (1,12 m x, 1,40) y en un material moldeable e retroiluminado, empapelarán paredes y techos. Primero en el centro Tomás y Valiente de Fuenlabrada, luego en Berlín, Pekín, México, Lima…
Obsesionado por la imagen, Recuenco ha hecho ya varias incursiones en el vídeo: spots publicitarios, videoclips musicales, escenografía, incluso ha rodado un corto, ‘Manuscrito encontrado en el olvido’, basado en una de los cuentos que del libro ‘Los Girasoles Ciegos’, de Alberto Méndez, y ahora tiene entre sus proyectos una película y una serie de televisión.
Más que un fotógrafo, se diría que se ha convertido en un profesional de la imagen.
Me he convertido en alguien que crea imágenes, pero no en un profesional, porque no tengo el oficio, no sé hacer cualquier cosa. Necesito que haya un momento en que, venga de donde venga la idea, la sienta mía y entonces encontraré la forma de hacerla. Pero no soy profesional en el sentido de que no sé hacer cualquier cosa. Tampoco en la fotografía.
Algunas de las etiquetas que han puesto a sus fotografías: un mundo onírico, personajes tan naif como inquietantes y un look entre barroco y gótico. ¿Aciertan?
Sí (duda), lo que pasa es que es muy cambiante. Yo no trabajo para ningún estilo, sino para que se adapte a la historia que buscamos. Es verdad que tuve una época más recargada en cuanto a puesta en escena que se ha aligerado muchísimo. Ahora me interesa más retratar el aire, el espacio, que notes intensidad aunque esté vacío, y que el personaje no esté posando, sino que lo has captado en un momento de una historia que es suya. Y yo intento que lo que hay alrededor te dé pistas para que tú te inventes la historia; creo que eso es lo bonito: invitas a que la imaginación del espectador vuele. Y luego hay pequeños detalles que hacen que una fotografía tenga segundas y terceras vidas, que no siempre veas lo mismo.
Es usted uno de los fotógrafos publicitarios más activos. ¿Qué porcentaje de creatividad tiene que ceder en este tipo de trabajo?
Depende del cliente. Ahora me dan lo mismo los nombres, me interesa trabajar con clientes que confíen en mí y que estén abiertos a un diálogo para crecer juntos. No quiero imponer ni me estética ni mi forma de ver, pero sí que me den la posibilidad de poder entender lo que se necesita y que no tengan miedo, sin perder de vista que yo sé dónde están los límites. Pero hacer otro anuncio más…, lo veo como ‘cojo el dinero y corro’.
¿Cómo ha sido la experiencia con Huawei?
Ellos conocían el 365, y tuvimos un diálogo para que colaboraran y, a la vez, se sintieran partícipes de un proyecto artístico. Puedes hacer publicidad haciendo cosas bonitas. Tiene sentido, además, porque el 365 es una visión del mundo de los últimos 40 años, donde la tecnología también ha sido protagonista.
La moda fue tu apuesta inicial para ganarte la vida.
Quería ser reportero de guerra y, al mismo tiempo, entré en Bellas Artes y descubrí una faceta artística en el momento en que en España empezó a haber un boom por la creatividad, por la moda, con fotógrafos como Paco Navarro, Miguel Oriola, Ferrater, Alejandro Cabrera, Pepe Botella… y diseñadores como Sybilla, Agatha, Verino…, gente que estaba intentando, no que el mercado les aceptase, sino haciendo cosas con una libertad increíble. Eso me llamó. Dije: ‘Del panorama que tengo dentro de la fotografía, es lo que más me interesa’.
En estos nuevos tiempos de reconocimiento de los derechos de la mujer, ¿revisaría el enfoque de alguno de sus trabajos?
No. Todos los personajes de mis fotos están dentro de una historia, y como nunca ha habido intención de dañar esa imagen… Como mucho, me puedes decir que he utilizado la imagen de la mujer, y la del hombre, como representación de la belleza. Pero no porque muestres una mujer objeto la estás utilizando como objeto, a lo mejor estás denunciando.
En la biografía de su web, se hace especial hincapié a que nació en mayo del 68. ¿Se siente identificado con aquellos valores?
Me gusta protestar. Pienso que el mundo puede ser mucho más sencillo de lo que lo hemos construido, pero también sé que no es fácil cambiarlo. Así que al final te sientes representado con la protesta, pero no con nada que sea excesivamente radical, porque creo que tampoco lleva a nada. La radicalización en los ideales lleva a una falta de diálogo.
¿En qué estado están sus planes para hacer una película y una serie de televisión?
Siguen en pie, pero no dependen de mí. En España se tiene una visión con glaucoma de las cosas, da miedo apostar por algo que pueda ser internacional. Solo se va al ‘remake’ del éxito, encima regional. Aquí ensalzamos una película que tiene éxito solo en España y que solo entienden los españoles, y luego a copiar. Y si se ensalza la vulgaridad, pues más. Y da miedo hacer cosas que puedan ser exportables, más universales. Aquí la gente quiere que le dé la palmada el de al lado. A mí me gustaría hacer algo y que en India y en Estados Unidos y en Australia les mole verlo.
¿Cómo lleva un fotógrafo profesional que la tecnología nos haya convertido a todos en un poco fotógrafos?
Todo el mundo escribe, pero no son escritores. No debería preocuparnos. A nosotros también los facilita nuestro trabajo, de forma que el fotógrafo ya no se puede escudar en la dificultad técnica. Un fotógrafo no puede pretender tener la exclusividad de cómo se maneja una cámara, pero tendrá que ofrecer un discurso, o hacer otra cosa. El fotógrafo es un creador de imágenes.
¿Un fotógrafo hace fotos relajadas? De turismo, en una comida con amigos…
Todos mis amigos hacen fotos relajadas o de encuentros mejor que yo. Con una libertad, un no sé qué…
Una frase tuya: “Si yo cambio me gustaría que mi fotografía cambiase, porque si no sería haber encontrado una fórmula que intentas alargar y que se separa de ti y eso no es interesante”. ¿Algún cambio a la vista?
Hay evolución. A mí me gusta mucho aprender, es lo que más me ilusiona. Intento que el abanico para poder elegir qué es lo que hago sea cada vez amplio. Y cuando más satisfecho terminas es cuando dentro de ese abanico, de repente, el reto del proyecto te ha llevado a abrir un palito más, y decir, esto lo sé hacer así, pero si además metemos esto que siento… Es un riesgo, pero siempre puedes dar marcha atrás: intenta ir a por algo más y si no te funciona, echa marcha atrás. Pero lo que no puedes es empezar ya marcha atrás o despacio para no llegar al límite. Sobrepasa el límite y luego tienes un airbag que es toda tu experiencia.