Gael García Bernal, la interpretación
Ha acumulado una carrera de éxitos y también de notables interpretaciones en el cine, pero cuando avanza la conversación no puede olvidar hablar del teatro, el ‘escenario’ que le vio crecer y también sus primeros pasos en la interpretación. Gael García Bernal (1978, Guadalajara, México) enamora a la cámara y ha creado con sus gestos […]
Ha acumulado una carrera de éxitos y también de notables interpretaciones en el cine, pero cuando avanza la conversación no puede olvidar hablar del teatro, el ‘escenario’ que le vio crecer y también sus primeros pasos en la interpretación. Gael García Bernal (1978, Guadalajara, México) enamora a la cámara y ha creado con sus gestos un repertorio variopinto y profundo de personajes, como el último mostrado en Neruda, que le han valido múltiples reconocimientos. Entre ellos, el instituido precisamente este año por Jaeger-LeCoultre, la manufactura relojera suiza que durante el Festival de San Sebastián le otorgó el Premio al Cine Latino. Apasionado lector, “también me gusta escribir. Pero es que me gusta mucho la interpretación”.
Y de interpretación hay que empezar hablando. ¿Qué le ha aportado en lo personal esta película Neruda?
Me ha dado un acercamiento a la poesía. Una vuelta hacia la sangres de nuestra lengua. La película me ha devuelto las ganas de leer, de considerar lo análogo sobre lo racional y, en general, a la obra de Neruda. A la poesía a gran escala. Me fascina el viaje interior que te propone. Suena algo inocente pero hace falta más poesía en la vida. Estamos en una época donde la falacia impera y la poesía es verdad. Donde el pensamiento análogo es la abstracción que conecta con unas conclusiones, unas tesis, para poder funcionar a largo plazo. Para emocionar. Es una narrativa fascinante; no es menor. Por eso esta película, entre otras cosas, sirvió para reconectarme con ella. Además de trabajar con gente muy querida.
Su currículo muestra una carrera donde ha dado vida a una larga lista de personajes de distinto calado y visión de la vida. ¿Cómo definiría a su personaje en esta película?
Trato siempre de no definir mis personajes, porque me atoro. Este personaje me dio la oportunidad de interpretar a un policía, algo que nunca había hecho. Y en él se concentra el humor, la ironía y lo patético que representa, referido a un sistema, esa persecución de una persona que ejerce su libertad de pensamiento. Es terrible lo que sucede pero si no se separa de la realidad, es ridículo. Miren por ejemplo en los tiempos actuales, un Julian Assange, tantos años recluido en una embajada en Inglaterra. Si se analiza es algo patético, puede parecer un chiste, pero es una realidad y hay más ejemplos actuales. Pero volviendo al personaje, hay algo interesante que me ha ofrecido su interpretación y es entrar dentro del punto de vista y los axiomas de los impulsos que genera la mentalidad fascista. El personaje reacciona en contra de una persona que hablaba del bien común, y de cómo esa persona se siente aludida cuando alguien habla del bienestar y de la igualdad. Esta persona es un desertor natural de la intención de la poesía de Neruda, que quería incorporar a los parias de la sociedad. También con su labor política. A mi personaje no le llegó esa poesía. Y no lo hizo porque el pensamiento fascista opta por una vía mucho más lineal, más cortoplacista y más autodestructiva. Se inmola a sí mismo. La opción de vida que plantea la poesía, el bien común, es de largo alcance, tiene más proyección. Y habla del cariño, tiene que ver con el amor.
Desde Amores Perros, la película con la que comenzó su fama, ¿qué es lo que más ha evolucionado en su forma de interpretar?
A pesar de que no me veo desde fuera, sí soy consciente de que hay un antes y después en mi carrera y tiene que ver con ser padre. Es cuando se produce un cambio tremendo. No sabría decir si es mejor o peor, pero se produce. En otro orden de cosas, la experiencia ayuda, el idealismo va creciendo, efervesciendo. Además, los personajes que he podido interpretar son también más interesantes a medida que he ido madurando. No olvide que soy hombre y que tengo la oportunidad de seguir creciendo; cuando se trata de una mujer, se le preguntan otras cosas y entra en juego la edad. Es tremendo, pero desgraciadamente es así. A lo largo de esa trayectoria personal, ha creado perfiles de personajes muy fuertes, con mucha personalidad. ¿Es ahí donde se puede hablar de la madurez del actor?
Nosotros dependemos al cien por ciento del director. Una película lo que tiene que ser es buena, y ya ponen los personajes que creen que le van a dar vida. Pero de ahí a hacer una película simplemente por el personaje no suele conducir a ningún sitio.
¿Con qué director se encuentra más a gusto trabajando? ¿Y con quién no lo ha hecho todavía y le gustaría hacerlo?
Con muchos. Me encanta trabajar con Alfonso Cuarón, con Pablo Larraín (director de “Neruda”), con el negro Iñárritu… y otros más. Me divierto mucho trabajando con ellos. Y me gustaría trabajar con otros muchos, por ejemplo me encantaría que fuera con Martin Scorsese, pero también con Miguel Gomez o con Alonso Luis Palacios en México.
Además de actor, usted es director y productor. ¿Cómo se siente al otro lado de la cámara?
Bien y me gusta lo que hago, ver que otro es el personaje. Pero como productor no me divierto tanto. Sin embargo, como director me encanta porque es una auténtica locura. Dirigir una película es uno de los proyectos más bonitos que uno puede afrontar.
Acaba de recibir un premio, el del Cine Latino. ¿Es el reconocimiento de que las cosas se están haciendo bien en el cine latinoamericano?
El significado que le doy al premio tiene varias vertientes, pero hay una si quiere muy adolescente y es que me recuerda la primera vez que vine a San Sebastián, mis primeros viajes por Sudamérica; el descubrimiento del cine en pocas palabras. Por otro lado, hay algo en la denominación de este premio que me gusta porque creo que es una oportunidad para que no sea visto como un premio de los tantos que hay, sino que tiene una propuesta, y que ésta sea la fraternidad. Eso es lo que me gustaría que fuera este premio, más que un galardón a logros mesurables que fuera el reflejo de lo que nos estamos jugando al hacer cine. Hay mucha gente que podía tener este premio en algún momento. Y pienso con ello en el conglomerado de países que conforman Cinema 23 (la plataforma que promueve la cultura cinematográfica en América Latina, España y Portugal), y que trata de agrupar a toda la gente que hacemos cine y fomentar el intercambio… la creación.
El cine fomenta los recuerdos. En el plano personal, ¿cuál es el momento de su trabajo del cual guarda el mejor recuerdo, cuál es inolvidable?
Siempre es difícil elegir uno solo. Lo bonito de esto es que son tantos momentos que te vuelves un adicto (sonríe). Recuerdo mucho el viaje de “Diarios de motocicleta” y como un hogar se hizo mucho más grande desde que empezamos con ese viaje que fue hacer esta película. Me acuerdo también del momento en que hice una película con un gran amigo que es Diego Luna, o con Alfonso Cuarón y ese momento en el que ambos fuimos premiados cuando éramos unos jóvenes que empezaban. Son momentos y experiencias que no se ven, esos nervios previos que desaparecen cuando sales al escenario. Parece un contrasentido, pero es el lugar más seguro de la Tierra. Estás vivo, estás presente. Extraño mucho hacer teatro, salir al escenario porque no hay sensación más vital que contar una historia de principio a fin. Eso en el cine no sucede. Por supuesto que me gusta ver cine, pero el teatro. También tiene que ver con mi vida, pues crecía en un escenario; tal vez por eso lo extraño tanto; de hecho, mi madre tiene una foto mía en el que aparece reflejado “mis primeros pasos” y fue tomada en el teatro Juan Ruiz de Alarcón.