Le Corbusier, el autodidacta que revolucionó la arquitectura moderna

Le Corbusier, fotografiado en su taller de París, en 1953, junto a uno de sus bocetos.

Le Corbusier, fotografiado en su taller de París, en 1953, junto a uno de sus bocetos.

¿Se puede ser un personaje muy influyente en la arquitectura moderna y no ser arquitecto? Charles-Édouard Jeanneret, más conocido como Le Corbusier (1887–1965), es la prueba de ello. Contra lo que es dable suponer, el pionero en integrar el urbanismo con la arquitectura nunca cursó estudios universitarios ni obtuvo un título oficial. “No tengo diploma y por eso nunca tuve que olvidar lo que estudié”, se ufanó alguna vez.

En realidad, algo de formación formal sí tuvo, pues cursó en la Escuela de Arte de su ciudad natal, La Chaux-de-Fonds, en Suiza, en donde se enfocó inicialmente en la relojería y luego en diseño y artes aplicadas. Digamos que su crecimiento en el campo en el que sobresalió se dio por la práctica e influencia concreta y autodidacta de trabajar al lado de, sí, arquitectos que, por ejemplo, lo introdujeron en el hormigón armado como componente constructivo y estructural –un pilar de sus proyectos–, y en especial de Peter Behrens, el creador del concepto ‘menos es más’, elemento constitutivo de sus teorías.

¿Y cuáles fueron esas teorías? Digamos que todas pueden condensarse en una: “La casa es una máquina de habitar”, lo que implica, según su mirada, una arquitectura despojada de ornamentos superfluos, centrada en la eficiencia y en las necesidades reales del ser humano. Tampoco puede olvidarse otra: “El hombre es la medida de todas las cosas”, para el que creó el sistema de proporciones llamado Modulor para diseñar desde la estructura hasta los muebles, ejemplo de su obsesión por unir funcionalidad y belleza.

Generalmente mencionado como un defensor de las ideas humanistas y de la arquitectura como herramienta de transformación social, su propia figura no está exenta de disputa, no solo por quienes discuten sus preceptos teóricos, sino por un comprobado pasado que durante al menos más de dos décadas lo liga al fascismo y al antisemitismo. Más de allá de toda polémica, sus obras emblemáticas, como la Villa Savoye (Possy, Francia, 1929) o la Unidad de Habitación de Marsella (también en Francia, 1947-1952), por ejemplo, lo justifican. 

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