El 28 de septiembre Marcello Mastroianni hubiera cumplido 100 años. Una significativa cifra que ha servido para que al actor le hayan dedicado en su país natal exposiciones, proyecciones de sus mejores trabajos, programaciones especiales y charlas.
Incluso películas se han hecho sobre su figura en estos últimos tiempos, porque hay que recordar que el pasado mes de mayo se estrenó en la sección oficial de la 77ª edición del festival de Cannes Marcello mio, una cinta que es casi como un viaje onírico porque se mueve entre la realidad y la ficción al ser su hija Chiara Mastroianni quien se viste como él para recorrer algunos de los rincones más significativos de su vida. Un filme dirigido por el cineasta francés Christophe Honoré en el que también aparece la que fuera pareja del intérprete, Catherine Deneuve.
Marcello Mastroianni nació en un pequeño pueblo a kilómetros de Roma llamado Fontana Liri en 1924. Su infancia y su juventud se vieron envueltas por la pobreza ya que transcurrieron con Benito Mussolini en el poder. Fue trasladado a Florencia durante la Segunda Guerra Mundial y después huyó a Venecia, donde pasó el resto del conflicto oculto en una azotea junto a su compañero de fuga, el pintor Remo Brindisi, para así evitar ser enviado a luchar a Alemania. Sobrevivió y fue en 1947 cuando logró debutar en la gran pantalla después de haber pasado por el teatro.
Enseguida pasó a convertirse en un rostro conocido del cine italiano gracias a Peccato che sia una canaglia (1954) o Le notti bianche (1957), la adaptación de Visconti de la novela homónima de Dostoyevski.
Después llegarían los títulos I soliti ignoti (1958), una comedia de Mario Monicelli en la que compartía cartel con Vittorio Gassman y Claudia Cardinale; y Dolce Vita (1960), la película de Federico Fellini que le haría pasar a la posteridad. Con Fellini, por cierto, volvió a trabajar en 8½ (1963), en La cittá delle donne (1980), en Ginger e Fred (1986) y como parte del documental postrero Intervista (1987).
Fue nominado al Oscar hasta en tres ocasiones –la primera de ellas con Divorcio a la italiana, de Pietro Germi, y después por Una jornada particular y Ojos negros– aunque no se llevó ninguna de las estatuillas. Si ganó, en cambio, la concha de plata al mejor actor en el Festival de cine de San Sebastián en 1965, el León de Oro especial en 1990 en el Festival de cine de Venecia, la copa Volpi en 1989 y 1993, y el premio a mejor interpretación en Cannes en 1970 y en 1987.
«Me considero un hombre afortunado, porque amo la vida; y tal vez, por eso, he sido amado por ella», declaró en sus memorias Marcello Mastroianni, quien forjó una gran amistad con otra de las estrella del momento, Sophia Loren, con quien apareció en pantalla en Ieri, Oggi, Domani (1963), en Matrimonio all’italiana (1964) y en Una giornata particolare (1977).
Más 120 películas forman parte del extenso curriculum de este icono que falleció el 19 de diciembre de 1996 en su casa de París a causa de un cáncer de páncreas y que tuvo decenas de amantes a lo largo de su vida. Las más conocidas fueron Faye Dunaway, Anna María Tatò y Catherine Deneuve, con la que tuvo a su hija Chiara.
