Abrumadoramente efectista y prolífica, discreta pero excesiva a un tiempo, la portuguesa (aunque nacida en París en 1971) Joana Vasconcelos adquirió muy pronto prestigio por sus monumentales esculturas e instalaciones. Ya en 2009, su Corazón independiente alcanzó en las subastas de Christie’s los 192.000 euros.
Entusiasta del Nouveau Réalisme −movimiento europeo de los 60 del siglo XX promovido por Yves Klein, Arman…, y de su reconversión poética de la oscura realidad urbana e industrial de entonces−, Marcel Duchamp, Donald Judd y Louise Bourgeois, descontextualiza objetos cotidianos ironizando sobre temáticas de género, la sociedad de consumo o la identidad colectiva, a partir de distintos soportes y recursos dispares: cemento, metal, cerámica u objetos de consumo.
Su crédito internacional creció a partir de 2005 tras la primera bienal de Venecia con mujeres al frente y la presentación de su lámpara de araña de la que pendían 14.000 tampones centelleando en sus envoltorios de celofán. Controvertida hasta la censura, La novia –como se llama– (2001-2005) es toda una reflexión sobre el matrimonio o la intimidad femenina.
Desde entonces, fue la artista contemporánea más joven y la primera mujer que expuso en Versalles en 2012, récord de visitas a una cita temporal en París en los últimos 50 años, contrastando sus obras con tal contexto barroco; y la primera lusa con una muestra individual en el Guggenheim de Bilbao (2018) o en el Palazzo Pitti florentino (2023).
Vasconcelos ha perfeccionado el arte de la espectacularidad con sus escalas XXXL y sus contrastes entre artefactos industriales y hechos a mano, actualizando así los postulados de William Morris y Arts&Crafts. Con formación orfebre, sus proyectos incluyen modelos 3D o maquetas que ejecuta con su pléyade de colaboradores. Rebosantes de color, texturas o símbolos, sus obras se mueven, suenan o se iluminan. “Son secuelas de mis observaciones de la realidad”, que transforma diligente con artesanías locales, vigentes o redivivas, propiciando diálogos entre esfera privada y espacio público, entre patrimonio popular y alta cultura. Desde 2004, su serie Valquirias, inspirada en la mitología nórdica, celebra a mujeres olvidadas. Si su primera entrega cabía en una maleta, sus sucesoras, de hasta 50 metros y toneladas de peso, rivalizan con los espacios expositivos o la arquitectura de los edificios anfitriones.
Tras un periplo por Nueva York, Hong Kong o La Valetta (Malta) en 2024, Vasconcelos llevará su impronta y dos de sus instalaciones más recientes, ligadas a la Maison Dior, a la 70ª edición de BRAFA, la feria de arte de Bruselas, del 26 de enero al 2 de febrero: “Sus ubicaciones servirán como puntos focales, estéticos y conceptuales, de la cita”.
Además, el 13 de febrero agitará el madrileño palacio de Liria y su fondo histórico-artístico −una de las colecciones privadas más importantes del mundo: Rubens, Tiziano, Velázquez, Goya…−, con Flamboyant: un proyecto único de la Fundación Casa de Alba. Será la primera vez que ocupe un palacio habitado, a diferencia de sus intervenciones en otros espacios históricos. Incluirá obras como Marilyn (2009), sus gigantescos stilettos de ollas de acero, en alusión a los estereotipos de belleza femenina.