Pareciera a veces que la continuidad del Museo Thyssen en Madrid pende de un hilo. Que una decisión más o menos caprichosa puede acabar con los cuadros viajando de un día para otro a cualquier rincón del planeta. Nada más alejado de la realidad, eso nunca va a ocurrir. Explicarlo es, de hecho, una de las batallas de la actual dirección de la institución: “El Museo se abrió en 1992 para albergar la colección del barón Thyssen, que compró el Estado español al año siguiente. Desde ese momento es patrimonio nacional, propiedad de todos los españoles, tanto como lo son los cuadros que hay en el Museo del Prado o en cualquier museo del Estado. Eso aclara cualquier incertidumbre sobre la continuidad del museo”, que el año pasado celebrabó su 25 aniversario.
Evelio Acevedo es el director gerente del Museo Nacional Thyssen-Bornesmiza, corresponsable junto al director artístico, Guillermo Solana, una bicefalia auténtica en la que uno se ocupa de las cuentas y otro de la programación. Fundamentalmente, de las exposiciones temporales, porque la colección permanente, los aproximadamente 800 cuadros que la componen, es intocable: el mismo acuerdo por el que se fundó el museo impide que se venda un solo cuadro, y también que se compre.
Otra cosa es lo que ocurre con los aproximadamente 200 cuadros de la baronesa Thyssen, Carmen Cervera, una colección formada por los que el barón no vendió o ambos compraron en vida. Esos, expuestos ahora en la ampliación del museo creada a tal efecto, son los que permanecen sujetos a una negociación periódica –como la que transcurre en estos momentos– para mantener o variar el actual estatus: Tita Cervera no cobra nada por ellos, pero tampoco gasta un solo euro en su mantenimiento: un préstamo, en definitiva. “Lo lógico es que esa operación, una vez que se salven las diferencias, se prorrogue sin ningún problema”, vaticina Acevedo.
Mantenemos esta conversación a pocos días de hacerse públicas las cifras de visitantes del museo en 2017: 850.000, un 20% menos que el año anterior. “Hay una obsesión excesiva en medir el éxito de un museo por el número de visitantes; el público no es el único indicador a tener en cuenta”, dice Acevedo, que asegura que ese descenso “no es nada preocupante”. Y lo explica: los visitantes a la colección permanente siguen ascendiendo, “es la joya de la corona”, entre otras razones por los esfuerzos de los actuales gerentes en renovar la forma de presentarla, por ejemplo creando itinerarios diferentes o llamando la atención sobre ciertos autores u obras.
«Hay una obsesión excesiva en medir el éxito de un museo por el número de visitantes»
Así que los desfases, a favor o en contra, tienen que ver sobre todo con las exposiciones temporales. Y cuando se programan autores tan populares como Antonio López o Renoir –como ocurrió en 2016–, el éxito está asegurado. “Pero como museo público tenemos también la obligación de ofrecer exposiciones de artistas y temas menos conocidos, pero importantes –explica el director gerente–. Sabemos que no vamos a tener los mismos visitantes, pero nuestra obligación es hacerlo, transmitir esa cultura”. No es difícil imaginar que ese debate se cuele una y otra vez en las planificaciones de Acevedo y Solana: uno buceando en arte, el primero mirando su tirón para vender entradas. “Pero compartimos el criterio: los dos tenemos muy claro cuál es la misión del museo. Una colección de arte es una gran lección de historia, un conocimiento que, ahora que a las Humanidades se les presta cada día menos atención, alguien tiene que transmitir”.
Con esta política, lo cierto es que el Museo Thyssen consigue cada año una autofinanciación de entre el 70 y el 78% –el máximo hasta ahora–, con la venta de entradas y los ingresos en tienda y cafetería, más los diversos patrocinios conseguidos con la actual gestión –para cubrir el inmenso hueco que dejó la retirada de Caja Madrid hace unos seis años–. El resto, 5,3 millones en 2017, lo aporta el Estado, obligado, en virtud del acuerdo suscrito en su día con el barón “al mantenimiento de esta institución de por vida, es decir, a cubrir su déficit, sea el que sea”, afirma Acevedo, quien reconoce para sí la obligación de intentar que ese déficit sea el menor posible y, al mismo tiempo, “lograr que la institución sea cada vez más fuerte y más —no rentable— sino sostenible”.
Los pasos dados en digitalización hacia la conversión del Thyssen en un “museo del siglo XXI”; en seguridad –“somos el único del mundo que tiene el mando del control del museo digitalizado 100%–; accesibilidad –“somos el único público 100% accesible”– o educación –“este museo ha tenido vocación didáctica desde su creación, cuando el resto no tenía siquiera departamento de educación”–, caminan en esa dirección. “Somos un servicio público: nadie pide que un hospital o una escuela públicos den beneficios. Lo que se tiene que pedir es que sean eficientes y gestionen bien sus recursos”.
«Somos el único museo del mundo que tiene el mando del control del museo digitalizado 100%»
A Evelio Acevedo, que llegó al Thyssen tras una dilatada carrera en el sector bancario, el arte no le es ajeno. Por afición personal. A su juicio, el llamado Triángulo del Arte de Madrid, el que conforman los Museos del Prado, el Thyssen y el Reina Sofía, es, en pintura, “uno de los espacios más completos del mundo”, al que el museo que codirige aporta, fundamentalmente: “Pintura antigua, especialmente de los territorios del imperio germánico; holandesa del XVII, uno de los movimientos más ricos de la colección; y los movimientos de la segunda mitad del XIX y primera del XX, esa eclosión de la pintura que trae todos los movimientos modernos: impresionistas, expresionistas, la abstracción, las vanguardias”.