“Soy Loki de Asgard. Y cargo con un glorioso propósito”. Esa era la frase con la que Loki, el famoso personaje al que Tom Hiddleston (Londres, 1981) lleva 15 años interpretando, se presentaba ante el líder de los Vengadores en la primera película de la saga comiquera, allá por 2012. Una década y media después, el último episodio de la última temporada de la serie que este personaje protagonizaba, Loki, se titulaba Glorioso propósito no por casualidad. Significaba el cierre de un círculo para Loki y para Hiddleston. Era el fin de un propósito glorioso, de esa carga con la que el complejo semidios, el villano elegante, irónico y con más fans por el mundo (por algo tenía su propia serie) se despedía y liberaba encontrando su paz.
“Interpretar a Loki ha cambiado el curso de mi vida entera, sin duda. Y me siento orgulloso de cómo lo hemos terminado. Fue muy gratificante creativamente cerrar el círculo”, dijo durante la promoción el pasado otoño. “Desde el principio, siempre lo vi como un alma rota, con un corazón hecho pedazos que sentía que no pertenecía a ningún lado… todo ese dolor se transforma en rabia, que es lo que le lleva a convertirse en un villano en las películas de Thor y Vengadores… y esta segunda oportunidad que le dio Mobius para redescubrir su glorioso propósito, que siempre sintió como una carga, acaba siendo una catarsis para la que no estaba preparado”.
Tom Hiddleston habla con profundidad del personaje que más fama y trabajo (y dinero) le ha dado en su carrera. Él, formado entre los grandes autores del teatro británico, no ve su villano como un simple entretenimiento. Nunca lo vio así. “He amado interpretar a Loki, han sido 15 años de una montaña rusa magnífica y emocional llena de giros”, reconoce. “Tiene tal rango y tal complejidad que nunca sentí estar haciendo lo mismo. Sé que si sigo hoy aquí es porque la audiencia siente mucha curiosidad y pasión con él y conectaba con él”.
Probablemente, muy a pesar de toda esa audiencia fanática de Loki, que ha seguido al personaje y al actor desde hace 15 años –hasta el punto de formar un reconocido culto: los Hiddlestoners se hacen llamar–, el final ha llegado. Hiddleston se siente agradecido y también preparado para decirle adiós. “La conclusión de la serie es también la conclusión a seis películas y 12 episodios y 14 años de mi carrera. Tenía 29 cuando me eligieron, ahora tengo 43. ¡Ha sido un viaje!”.
Un viaje que, por cierto, empezó en el otro lado. Kenneth Branagh, quien conocía a Hiddleston del teatro y dirigía la primera película de Thor (2011), le metió en el casting, aunque el actor era un casi desconocido para Hollywood. Y, además, no pensaron en él para Loki sino para interpretar al mismísimo dios del trueno. Y les convenció. Casi. Le dieron seis semanas para que ganara músculo. Él se sometió a una estricta dieta alimentaria y de ejercicio y cuando regresó, recibió la noticia: sería Loki. La noticia casi le alivió y en seguida encontró las conexiones con alguien que ocuparía prácticamente su vida entera, y gracias al que ha conseguido otros grandes personajes al servicio de muchos y diversos grandes directores.
De Terence Davies (The Deep Blue Sea, 2011) a Jim Jarmusch (Sólo los amantes sobreviven, 2013). De Woody Allen (Midnight in Paris, 2011) a Steven Spielberg (War Horse, 2011). De Guillermo del Toro (La cumbre escarlata, 2015) a Ben Wheatley (High-Rise, 2015). De encarnar a la estrella del country Hank Williams (Una voz a la deriva, 2015) a acompañar a King Kong (Kong: La isla calavera, 2017). De protagonizar el mejor Hamlet de las últimas décadas en las tablas londinenses a acompañar a los Teleñecos (El tour de los Muppets, 2014). Del thriller actual El infiltrado (2016, y donde le veremos próximamente en nuevas temporadas) a la histórica La serpiente de Essex (2022). Hiddleston ha logrado un sano equilibrio en su carrera en el que los trabajos serios y de prestigio no están reñidos con roles más ligeros y con vocación de entretener. Al contrario, el inglés ha hallado en ese balance la clave de su éxito que a muchos quizá les extrañara viniendo de donde venía. “La razón por la que he elegido los proyectos que he elegido es para probarme a mí mismo y al resto de la gente que soy más de lo que creen que soy”, dice Hiddleston. “Y creo que parte del placer que saco de la interpretación reside en desafiar las expectativas: las mías y las de los demás”.
El privilegio de la libertad
Nacido en una familia noble, de madre relacionada con el mundo del arte y el teatro y padre ligado a la Universidad de Oxford, Tom Hiddleston creció en un mundo más que acomodado. Educado en los mejores colegios de Inglaterra, acabó en la Universidad de Cambridge para estudiar Filología grecorromana, aunque para cuando llegó allí la interpretación era más que un hobby en su vida. “Recuerdo este profesor que me dijo: ‘Ve a Cambridge, disfruta de la experiencia, pero no dejes de pensar en ser actor”. A él le debe estar aquí, cree. “Y a Kenneth Branagh también le estoy muy agradecido, porque creyó en mí de una forma real”.
Aunque también algo habrán tenido que ver su talento y su carisma para alcanzar este nivel de éxito internacional en un tiempo casi récord, Hiddleston es consciente, por un lado, de que su educación privilegiada (después de Cambridge fue a la prestigiosa Royal Academy of Dramatic Art) sigue dando mejores accesos a la profesión (“Gran Bretaña no es una meritocracia, ojalá pueda ver el cambio; si supiera cómo solucionarlo, lo defendería ahora mismo”); y, por otro, de que llegó a primera línea en un momento dorado para los actores ingleses. “Creo que algo sucedió cuando Hugh Laurie protagonizó House, algo se contagió en mi generación, sentimos que ya no teníamos que pedir permiso para ir a Hollywood, simplemente podías ir y probar suerte. Los ingleses que están triunfando –Benedict Cumberbatch, Nicholas Hoult, Tom Hardy, Idris Elba– son gente que decidió ir y ver qué pasaba”, reflexiona.
Él fue, probó y triunfó. Y aunque la fama casi le atropelló entre 2015 y 2016, cuando la saga comiquera estaba en su cumbre, sus bailes e imitaciones se hacían virales, se convirtió en uno de los primeros internet boyfriends, además de ser, breve y mediáticamente, pareja de Taylor Swift, Hiddleston siguió aferrado a su profesión, a su vocación y a su propósito. Su glorioso propósito, por encima de los logros, como le enseñó Loki. “Es lo importante, porque el propósito es muy liberador” – dice -. Tener propósito te da libertad”.