Viajan desde diferentes partes del país, incluso del mundo, para compartir las emociones un día de caza. Algunos no se conocen personalmente, otros son amigos desde hace tiempo gracias a una pasión común: la cetrería. Es temprano, no hace mucho que ha amanecido. Hace sol, pero la temperatura es fría, propia de un día de invierno en el interior de Castilla La Mancha. El punto de encuentro es un camino de tierra en las afueras de El Toboso.
Y aquí comienza la jornada que muchos llevan esperando. El día en el que podrán lucir a sus seres más queridos —con permiso de sus familiares y amigos—, sus pájaros.
El grupo es diverso: madrileños, alicantinos, ceutís… acompañados por sus parejas, sus amigos, sus inseparables perros —imprescindibles para esta práctica, ya que son los que marcan las piezas a los pájaros— y sus aves comienzan a andar por el coto privado con nervios y emoción. “Esto no es venir a cazar y ya. Esto es un arte. Aquí entra en juego el estado de ánimo del pájaro, cómo se encuentre físicamente, la situación del entorno, tu conexión con él… una serie de variables que no tienen nada que ver con la técnica”, afirma Benito Borque. Lo comenta mientras saca a su elegante hembra de harris americano del coche.
«Para ser rápidas y más listas que la presa, para volar bien, las aves tienen que estar en perfecto estado»
“Hace 18 años le dieron un tiro cuando estaba cazando con escopeta. Yo creo que fue ahí cuando Benito empezó a interesarse por la cetrería. Ahora ni mira la escopeta, le dedica todo su tiempo libre a esto”, afirma su mujer. “Por las noches me levanto a ver cómo están los pájaros. Los peso todos los días. Les cuido la dieta. Tienen que estar perfectos para volar, para ser rápidos, para ser más listos que la presa… en eso consiste este maravilloso deporte. Ver a tu pájaro sobrevolando estos campos y ganarle la batalla a una presa, es un auténtico arte. Además, tú la sueltas y ella elige volver contigo todos los días. Es algo único”, añade Borque. De hecho, aunque en un principio el hombre inició esta práctica para propinarse alimento del campo, con el tiempo se ha convertido en un patrimonio cultural que hasta la Unesco ha reconocido como Patrimonio Vivo.
Según los principios éticos de este deporte y su regulación, son los cetreros los que tienen que criar, domar y adiestrar a sus aves creando un vínculo especial con ellas. Y, además, este patrimonio inmaterial suele pasarse de generación en generación. Es el caso de Antonio López, que ha viajado desde Denia para participar en la jornada. Mientras pasea por la árida tierra de este coto, en el que se pueden pasar horas sin encontrar ninguna pieza sobre la que lanzar a Luna, su impoluta azor albidus, una subespecie originaria de Siberia; explica que ya ha introducido a su descendencia en esta práctica. “Esta caza es de poder a poder, por eso es un arte. Los animales están en su medio, en su hábitat, libres. No hay nada pactado”. Su pájaro, aunque hoy tiene una pata un poco dañada, está de enhorabuena. Hoy es la primera que es lanzada (porque esto va así, se marcan los turnos según el que se vea con más posibilidades de conseguir la pieza y pide la vez para lanzar a su pájaro) y la primera que consigue su objetivo. “El año pasado cazó 98 conejos y una liebre. Pero si un día no caza, no pasa nada. Hay que intentar que no pierda la moral”.
Pero, a pesar de que según la Asociación Española de Cetrería hay más de 1.300 practicantes de este deporte repartidos por el país, lo que significa que goza de excelente salud y que encima las condiciones meteorológicas son ideales para su práctica, su regulación es muy compleja. ¿La razón? Depende de cada Comunidad Autónoma, por lo que cada uno se ciñe a normas distintas. “Hay comunidades en las que las condiciones son muy restrictivas, incluso prohibitivas. Pero el problema viene de los que creen que esto es una caza masiva o descontrolada. Los cetreros somos conservadores vivos del medio ambiente, protectores de las especies y amantes de la naturaleza y de los animales por encima de todo”, asegura Borque.
Según los principios éticos de este deporte, los cetreros deben criar y adiestrar a sus aves, creando así un vínculo especial con ellas
Y como ejemplo, el caso del madrileño José Moreno, otro de los participantes de esta jornada. En su mano está su azor, un macho nacido en 2017 en su propia casa, ya que es una cría de una pareja de azores que viven con él desde hace muchos años. “Yo concibo la cetrería así. Como una actividad completa, en la que la unión entre el humano y sus pájaros es total”, dice. A él, como a muchos otros, le despertó el gusanillo de la cetrería el naturalista Félix Rodríguez de la Fuente, gran defensor y divulgador de esta caza “artística”.
La cetrería es una mezcla de entrega, técnica, pasión y conservación. Un arte
“Empecé cazando con escopeta, como casi todos, pero ahora solo lo hago de manera testimonial. Rodríguez de la Fuente hizo que me interesase por leer sobre la cetrería, descubrir el adiestramiento de los pájaros, la cría… y ahora es mi día a día. Salgo con ellos mínimo cuatro días a la semana para que vuelen, aunque no cacen. Así que es mucho más que un hobby”, asegura. Las horas han pasado entre lances, búsquedas, cazas y errores. La hora del almuerzo se ha sobrepasado con creces, pero aquí ni el hambre supera a la pasión. Es una jornada esperada, y hay que aprovecharla. Porque eso es la cetrería para ellos, un combinado perfecto a base de formación, entrega, técnica, respeto, pasión, arte y conservación.