Mongolia: el asombroso renacer del país gracias al polo

Mongolia: el asombroso renacer del país gracias al polo

Siete horas de pista, siete de estepa, polvo y nubes que corren en un cielo inmenso, tan vasto que parece aplastar el espacio. Siete horas de espléndida soledad, interrumpida solo por la aparición de camellos, caballos, cabras o yaks, minúsculas cabezas de alfiler apoyadas contra el horizonte. Finalmente, llegamos a nuestro destino, donde nos esperan […]

Siete horas de pista, siete de estepa, polvo y nubes que corren en un cielo inmenso, tan vasto que parece aplastar el espacio. Siete horas de espléndida soledad, interrumpida solo por la aparición de camellos, caballos, cabras o yaks, minúsculas cabezas de alfiler apoyadas contra el horizonte. Finalmente, llegamos a nuestro destino, donde nos esperan Christopher y Enkhe Giercke, un matrimonio que ha tenido la idea de instalar un campo nómada en el corazón de uno de los valles más bellos de Mongolia. Cristopher, como Ulises, hizo un aventurero y largo viaje desde que, siendo todavía un niño, huyó de la entonces Alemania del Este para recorrer el mundo. Productor de música en el Nueva York de los años 80; productor de cine después, al lado de los más grandes –Emir Kusturica, Andy Warhol, Francis Ford Coppola–; consultor de documentales sobre Mongolia; productor de la primera película mongola de ficción, Aldas; productor de uno de los más buscados cachemir de la tierra y, además de todo eso, jugador de polo mongol. Este moderno dandy llegó a Mongolia hace 15 años para rodar unas escenas para una película: “Enseguida me enamoré del país y de la que se convertiría en mi mujer, Enkhe. He formado una familia (tienen tres niños) y actualmente vivo entre Nepal, Mongolia y Francia. ¿Mi última pasión? El caballo mongol, vivaz, inteligente, descendiente directo de los de Gengis Khan, que conquistaron el mundo”. Siendo Mongolia el país que más caballos tiene por habitante, no es extraño que estos animales sean protagonistas de la vida rural local, como pasaba en Argentina hace más de cien años. “Estoy convencido de que el polo también tiene un enorme potencial, continúa Christopher Giercke. En Mongolia, entre 300.000 y 400.000 personas van a caballo todos los días. Con un territorio de más de un 1,5 millones de km cuadrados (equivalente al de Europa occidental), tiene entre cuatro y cinco millones de caballos, mucho más que habitantes, que son tres millones. De hecho, el caballo, el camello y la yurta (la tienda en forma de cúpula), han permitido a los mongoles ganar la batalla al desierto de Gobi. Apenas saben andar, y ya están montados a caballo. Es una habilidad innata”. Desde los seis o siete años, niños y niñas participan en carreras hípicas llamadas naadams: distancias de 40 km, más de 30.000 chavales cada verano y mil caballos en la línea de salida. ¿Por qué este vacío, considerando que en la época de Gengis Khan la caballería mongola practicaba este juego como método oficial de adiestramiento? El polo ayudaba a adquirir las bases técnicas para el uso de las flechas, las lanzas y los sables en acciones rápidas a caballo”, comenta Giercke. Con la expansión del imperio mongol, en los siglos XIII y XIV, se extendió la práctica de este juego –también a China y Persia cuando cayeron bajo su dominio–, y el polo vivió su máximo esplendor. Aunque más tarde, durante una época, este juego fue olvidado en Extremo Oriente. Hace diez años, junto con algunos amigos, Christopher y Enkhe Giercke fundaron el Gengis Khan Polo Club, con la finalidad de impulsar el renacimiento de esta disciplina en Mongolia, un país en el que los deportes que se practicaban hasta entonces eran individuales: lucha, tiro con arco, carreras de caballos... Ahora, el polo, con su espíritu de equipo, puede convertirse en una herramienta útil para unir este pueblo nómada y aislado. Cada año el Gengis Khan Polo Club organiza encuentros y talleres de entrenamiento, con la presencia, siempre, de algún capitán extranjero, para internacionalizar el juego. Patrick Guerrand-Hermès ha inaugurado esta idea con amigos y familiares; Franck Dubarry, de TechnoMarine, y los jugadores argentinos Alejandro Novillo Astrada y Martín Aguerre han protagonizado el primer encuentro profesional de nivel internacional. “Y tampoco nos olvidamos de los niños –explica Gierke–. En colaboración con la recién inaugurada Federación mongola de polo, a los ganadores de naadams les ofrecemos stages de entrenamiento”, en los que se enseña el arte del polo, sus reglas internacionales y una base de inglés. En 2008 se pusieron en marcha también intercambios culturales y deportivos entre chavales mongoles y del resto del mundo, gracias a la ayuda de generosos mecenas. Gordon Roddick, el ex dueño de The Body Shop, ha sido el primero en contribuir; Franck Dubarry ha patrocinado un stage en Argentina. Asimismo esperan poder enviar jugadores a India, donde aprenderán también a fabricar los mallet (los palos que se usan en el polo), las sillas, las botas…”. Para realizar sus sueños, Cristopher se rodea de un equipo perfecto. Sus hijos, entrenadores, jugadores profesionales procedentes de Nueva Zelanda y campeones mongoles se encargan de los cursos en un auténtico campo base con cocineros, masajistas, médicos, carpinteros, conductores, mozos de cuadra... y los miembros de las ‘tribus’ de jugadores nacionales procedentes de Ulan Bator, de la región del Karakorum, del centro y este del desierto de Gobi y del valle del Orjón. En las yurtas de fieltro, en las que murmullan las ollas de madera, hay un salón comedor iluminado por la luz de mil velas en el que se sirve una comida excelente, y un baño japonés donde se dan masajes revitalizantes. Mantas de cachemir y finísimos chales hilados a mano están a disposición de los espectadores, para poder asistir, envueltos en un suave calor, a los encuentros de polo, y contemplar las noches mongolas, relucientes de estrellas. En el corazón de la estepa, el tiempo se ha parado. Y solo el paso vivaz de los caballos y el ruido de los mallets hacen de contrapunto al viento.
ETIQUETAS:
  • Mongolia
  • Viajes