Massimo Bottura, el chef ilustrado
Nunca confíes en un cocinero italiano delgado. Así se titula el último libro de Massimo Bottura (Módena, Italia, 1962), publicado en España por Phaidon, que no ha tardado en convertirse en uno de los más sonados best sellers de la reciente literatura gastronómica. Para hacerse una idea de la ironía que destila el chef de […]
Nunca confíes en un cocinero italiano delgado. Así se titula el último libro de Massimo Bottura (Módena, Italia, 1962), publicado en España por Phaidon, que no ha tardado en convertirse en uno de los más sonados best sellers de la reciente literatura gastronómica. Para hacerse una idea de la ironía que destila el chef de la laureada Osteria Francescana de Módena en cada uno de sus gestos, basta con decir que el personaje reúne las tres condiciones, cocinero, italiano y delgado, que, a su parecer, deberían inspirar desconfianza. Se trata, evidentemente, de una boutade, porque Bottura es cualquier cosa menos un sujeto que despierte suspicacia. Y en esto nada tiene que ver su brillante currículum, que le ha llevado, entre otras cosas, a merecer las anheladas tres estrellas Michelin y situar su bendita Osteria en el tercer puesto de The World’s 50 Best Restaurants, el ranking más respetado de la culinaria mundial.
A pesar de su sospechosa delgadez, el inquieto chef modenés inspira confianza, en primer lugar, porque alimenta a los clientes de su restaurante como manda el dios Baco, con pasión y generosidad; es decir, con platos que rezuman creatividad y prodigiosa técnica, pero que jamás faltan a la única verdad absoluta de la cocina, el sabor. Pero, aun cuando cocine como los ángeles –si es que los ángeles cocinan–, sería injusto resumir el perfil de Massimo Bottura como el de un buen cocinero. Porque es mucho más que eso. Es un ser humano poliédrico, con múltiples intereses, capaz de inspirarse en el jazz de Thelonius Monk para sacar de la chistera un plato de bacalao negro cubierto de ceniza en un caldo de katsuobushi (virutas de bonito) con tinta de calamar o reivindicar el compromiso social de la cocina, como ya hizo en su proyecto para la Expo 2015 de Milán (para el que ha consiguió, dicho sea de paso, el apoyo de Carlo Petrini, fundador del movimiento gastrofilosófico Slow Food, ¡y del mismísimo Papa Francisco!).
No faltará quien opine que, en su posición de chef estelar –recientemente se convirtió en brand ambassador de la prestigiosa firma de automóviles Maserati, de la que se confiesa apasionado–, el italiano lo tiene fácil a la hora de apuntarse a todas las causas perdidas que le vengan en gana. Pero no es así. En el star system gastronómico global, hay muchos otros cocineros que contribuyen de buena fe a llamar la atención sobre algunas de las múltiples calamidades que soporta este planeta. Con este ejemplo predican, además del bueno de Bottura, Alex Atala, Gastón Acurio, Joan Roca, Andoni Aduriz, Ferran Adrià y otros grandes cocineros (todos ellos sumaron su apoyo a la campaña de Oceana, la primera organización internacional consagrada a proteger los océanos). Sin embargo, no todos se involucran en la salvación de los mares tanto como el italiano, que de regreso a Módena no tardó en pergeñar un plato ad hoc a partir de uno de los pescados más humildes (y sabrosos, también): sardina con azafrán.
Repasando las páginas de Nunca te fíes de un cocinero italiano delgado, salta a la vista que la cocina de Massimo Bottura es, precisamente, un reflejo de sus inquietudes, pasiones y reflexiones. Eso sí: que nadie espere un compendio de recetas, porque el libro es tan singular, complejo y variopinto como el propio chef. Es el relato de la peripecia vital de un cocinero inquieto, en el que no falta el humor, con fotografías de Stefano Graziani que desvelan la intimidad cotidiana de la cocina de la Osteria Francescana.