Si hay algo caracteriza a este siglo es el interés colectivo por sentirse bien y estar en forma. Una preocupación capaz de generar toda una “industria del bienestar” que, según plantea el economista
Paul Zane Pilzer en su libro
The wellness revolution, será la tercera
trillion-dollar-industry, la tercera industria capaz de generar trillones de dólares. Hoy, gimnasios, dietas, tratamientos, cosmética, cirugía, centros de belleza, spas, turismo de salud, etc., configuran un nuevo estilo de vida. Los gimnasios empiezan a cumplir el papel de los antiguos clubes para caballeros como punto de encuentro y reunión. Sin embargo, y a pesar de sus crecientes atractivos, son muchos quienes, se sienten incapaces de acudir al gimnasio. Pero además, la wellness revolution está llegando al terreno doméstico como una nueva forma de hedonismo.
Si en los años setenta era el salón el epicentro de la casa, durante los ochenta la atención derivó al dormitorio para, en los noventa, pasar a la cocina. Pues bien, en el siglo presente el foco de interés doméstico está en el baño. Sólo que éste ha dejado de ser un espacio situado “al fondo a la derecha” y reservado a la higiene diaria, para ampliar su territorio y revisar su concepto.
Hoy se entiende como una zona donde desarrollar todo un ritual de bienestar. Un lugar que en muchos casos incluye un espacio extra para hacer ejercicios de entrenamiento, relajación, masaje o meditación.
Juan Luis Gallego
Lo ideal es poder disponer de un espacio en la vivienda que pueda habilitarse como gimnasio. Según el gran gentleman de la decoración española, Pascua Ortega, “lo perfecto es que esté comunicado con el baño y, a ser posible, con el vestidor del dormitorio, por cuestiones obvias de confort. No tiene por qué ser muy grande, depende de las máquinas que se vayan a instalar y del nivel de ejercicio que se desarrolle, pero conviene que sea diáfano y sin demasiados obstáculos”. Él practica con el ejemplo y así lo ha dispuesto en su casa.
Pero, ¿cómo configurar un gimnasio en casa? Si se va usar esta zona exclusivamente como gimnasio, interesa
instalar un espejo grande que, además de duplicar el espacio, nos permitirá controlar los ejercicios. No ha de ser ni muy calurosa ni fría, con un grado de humedad medio y sin fuentes directas de calor o aire acondicionado. El tipo de suelo también es importante: lo ideal es que sea de corcho, madera o PVC. Aunque no se disponga de un espacio suficiente para instalar un gimnasio casero, siempre se pueden tener guardados los aparatos en un armario o habilitar un pequeño rincón del baño o del estudio.
Gentleman
El material de entrenamiento siempre estará en función del tipo y nivel de los ejercicios, y limitado por el espacio disponible. El más básico de todos sería una colchoneta y unas mancuernas (pesas de mano). Apenas ocupan, y permiten hacer ejercicios aeróbicos, estiramientos, abdominales o yoga, en apenas dos metros cuadrados. Esta opción mejora si se puede
disponer de televisor y vídeo; ya que resultará mucho más ameno seguir una tabla completa de ejercicios grabada. En el siguiente nivel están las bicicletas estáticas. Como en el caso anterior, pedalear durante media hora será menos monótono si se aprovecha para ver las noticias de los informativos.
Además, se pueden realizar complejas tablas de ejercicios aeróbicos sobre la bicicleta. El llamado
spinning, muy extendido en EE UU y en los últimos años en Europa, del que existen vídeos para poder practicar en casa. También hay máquinas domésticas elípticas. En ellas se realizan movimientos de pedaleo estando de pie. Su gran ventaja reside en que incrementan el ritmo cardíaco sin forzar las articulaciones. Si se quiere un entrenamiento de musculación más completo, hace falta como mínimo un banco, una barra y un juego de pesas, aunque lo mejor es instalar una máquina de musculación. Las más modernas se llaman multiestaciones o aparatos universales, que permiten trabajar todo el cuerpo. En ellas que se pueden realizar
entre 20 o 25 ejercicios diferentes sin variar la posición de la máquina.
Por último, la calidad del ejercicio que se realiza. Aquí es donde entra en juego el entrenador personal. Lo que empezó siendo un acompañante exclusivo de las celebridades de Hollywood y algunos políticos, ha evolucionado hasta convertirse en un servicio al alcance de casi todos. En primer lugar, y tras evaluar el estado físico del cliente, se debe diseñar la rutina más adecuada para lograr los objetivos deseados: mayor tonicidad, ganar en elasticidad, o desarrollar la masa muscular. El entrenador supervisa la manera correcta de hacer los ejercicios y su intensidad, al tiempo que enseña a calentar, controlar la respiración, corregir vicios posturales e incluso puede asesorar sobre aspectos nutricionales y de dieta. Lo último para amantes de la gimnasia en casa es el
entrenador virtual o entrenamiento online. Estas empresas diseñan un
entrenamiento personalizado para trabajar o mejorar zonas concretas: glúteos y muslos, brazos y pecho, abdominales... ¡No hay excusas para no estar en forma!