Las piezas únicas de Patek Philippe
Cada año, patek philippe crea alrededor de 40 piezas únicas; responden al nombre de Rare Handcrafts y son el testimonio más elocuente de la historia y la tradición de la manufactura ginebrina. Un sueño de coleccionista en el que sobresalen los relojes de sobremesa Dôme por sus motivos y composiciones, pero sobre todo son trabajos […]
Cada año, patek philippe crea alrededor de 40 piezas únicas; responden al nombre de Rare Handcrafts y son el testimonio más elocuente de la historia y la tradición de la manufactura ginebrina. Un sueño de coleccionista en el que sobresalen los relojes de sobremesa Dôme por sus motivos y composiciones, pero sobre todo son trabajos en los que la casa muestra su dominio y sensibilidad ante las artes decorativas.
Para entender su valor, lo mejor es remontarse a los orígenes de la marca, a 1839. Entonces, bajo el nombre de Patek, Czapek & Cie, empezaron a encargar el grabado de los relojes a los artesanos ginebrinos, con una merecida fama tanto en esta disciplina como la del esmalte –será el siguiente capítulo en indagar por la casa– para junto a otras artes decorativas imperantes en la época, como el guilloché, convertir sus relojes en un prodigio estético. Ginebra dominaba el arte de la ornamentación y dejó excelentes creaciones, particularmente entre 1820 y 1900. Pero llegaría con el comienzo de siglo su declive, salvo en Patek Philippe.
Convertido en guardián de la relojería de la excelencia y del buen gusto, han impulsado la conservación de las antiguas técnicas decorativas mediante el encargo a artistas independientes o haciéndolo dentro de la propia manufactura. Y lo hacen con un objetivo muy claro: ser testimonio de la mejor de las tradiciones. Por eso, los productos se alejan de la moda y son el resultado de las conversaciones que en la época contemporánea Sandrine Stern, directora de Creación de Relojes de Patek Philippe, y su marido Thierry Stern mantienen con los artesanos para encontrar ese ‘dibujo’ que mejor se adapte a la idea.
Un intercambio de ideas que, a veces, tomará su inspiración de las colecciones presentes en el Museo Patek Philippe, pero también se reflejan sobre estas obras de arte que dan la hora diseños de lugares lejanos, incluso con temas contemporáneos. Sí es verdad que los motivos florales y de animales son los más reconocidos y alabados por los coleccionistas. La expresión que mejor refleja el trabajo de los artesanos es el de libertad a la hora de componer sobre ese ‘lienzo’ que es el metal de la tapa de un reloj de bolsillo, y por supuesto del Dôme. Es el objeto ideal por su tamaño y forma, especialmente para trabajos de esmaltado, y en particular de la técnica cloisonné.
El nivel alcanzado por Patek Philippe en las técnicas decorativas le ha permitido crear alta artesanía y en ocasiones ser el pionero. Es el caso de la marquetería para esferas. En un encargo realizado a un ebanista, se le planteó si se atrevía con el reloj de bolsillo Black Crowned Cranes of Kenya Ref. 982/115, en 2008, y el resultado fue tan espectacular que dos años después aparecía una segunda creación. En los Rare Handcrafts hay además una permanente idea de la perfección, de la pureza creativa de los oficios. Es lo que ocurre con el engastado, donde el Sello Patek Philippe garantiza las especificaciones de color Top Wesselton y la talla perfecta. Además, todas las piedras preciosas deben engastarse verticalmente, en plano axial paralelo y a la misma altura.
Hay una perpetuación de los valores de los oficios artesanales, como se muestra en tres ejercicios muy concretos: guilloché, esmaltado y grabado. El primero estuvo a punto de desaparecer a finales de los 90. Apenas quedaban artesanos, pero afortunadamente se llegó a tiempo y hoy se pueden observar los trabajos que se realizan con la ayuda de dos tornos, especialmente con el más espectacular de ellos, que es el de roseta.
Por lo que respecta al esmalte, Patek Philippe perpetúa cada año un buen número de creaciones empleando las distintas técnicas (cloisonné, champlevé, pailloné y pintura en miniatura). El esmaltado siempre ha sido una especialidad ginebrina y la manufactura ha sido su gran valedor. Cierra la nómina creativa el grabador, un trabajo que ha resucitado en los gustos de los compradores después de que casi llegó a su desaparición. El grabado puede ser hueco, en relieve o esculpido, y tiene su cénit en el cincelado de un movimiento esqueleto. Pura delicadeza.