Federico Antelo: formas, colores y telas
Todas y cada una de las piezas que salen del taller de Federico Antelo son únicas; ya sean eminentemente artísticas, como cuadros y tapices, o funcionales, como pañuelos, tapizados para butacas o lienzos para entelar una pared. No hay dos iguales. No hay repetición posible primero porque Antelo no quiere y, segundo, porque ha desarrollado […]
Todas y cada una de las piezas que salen del taller de Federico Antelo son únicas; ya sean eminentemente artísticas, como cuadros y tapices, o funcionales, como pañuelos, tapizados para butacas o lienzos para entelar una pared. No hay dos iguales. No hay repetición posible primero porque Antelo no quiere y, segundo, porque ha desarrollado un complejo proceso de estampación a través de serigrafía en el que juega con colores y formas geométricas combinándolos como el proceso de elaboración le dicta en cada momento. Ni siquiera es siempre fiel a una idea original, todo lo contrario: como si de una norma se tratara, el “diseño y la planificación” conviven en su trabajo casi en igualdad de condiciones con la “experimentación y el acontecimiento”, según sus propias palabras.
Se mueve Federico Antelo con un pie a cada lado de esta línea “borrosa”, dice él, que separa el arte y el diseño. Se define como artista, sin duda, pero también hace “arte aplicado que, al fin y al cabo, es la definición de diseño”. Así que, para manejarse entre tanta etiqueta, suele decir que lo que mejor define lo que hace es su trabajo. Y ese trabajo tiene mucho que ver con una trayectoria que le llevó primero a exponer sus cuadros en galerías y salones y a dedicarse al diseño textil para moda después. “Hasta que me di cuenta de que podía juntar ambas cosas –cuenta– y empecé este proyecto de estampación textil que en realidad tiene un enfoque más pictórico que industrial”.
Federico Antelo nació en Buenos Aires hace 47 años. Pero, de abuelos españoles, lleva casi media vida en Madrid gracias a esta tendencia que tienen los americanos de, ya que viajan a Europa, aprovechar para ver cuanto más mejor: en su caso, una invitación para participar en una exposición en Milán le permitió por fin cumplir con la siempre visita pendiente a España; le surgió la posibilidad de quedarse para trabajar y lo hizo. Y ahora despliega una variada actividad creativa que incluye, también, colaboraciones con interioristas, decoradores, arquitectos y diseñadores de distintas áreas. Eso sí, sin traicionarse a sí mismo. “Cuando empecé este proyecto tenía claro que no haría nada que no quisiera hacer”. Así que, para mantener ese “espacio sagrado”, también hace otras cosas que le proporcionan la estabilidad suficiente para decir que no. Por ejemplo, dirige proyectos y da clases, y le encanta hacerlo, en el prestigioso IED (Instituto Europe de Diseño) de Madrid, en disciplinas como dibujo y diseño de moda o historia de la indumentaria.
Y a propósito, hablando de la ensañanza: “Puedes tener talento, o cierta facilidad o disposición o sensibilidad para crear, pero las herramientas técnicas que te da la formación son las que hacen que eso que tú tienes naturalmente lo puedas expresar con más eficacia, que el mensaje que tú quieras dar como artista llegue mejor”, explica.
Federico Antelo también ha participado, y participa, en colaboraciones con otras firmas o instituciones. Ha creado estampados, por ejemplo, para la tienda del Museo Thyssen-Bornemisza, en este caso inspirado en la obra Los bañistas (1912), de Max Pechstein, que se plasmó en una colección de bolsos, carteras o almohadones; o para Seseña, una histórica tienda de Madrid especializada en capas; o para camisas de Beat Lovers; o para sus propios pañuelos, que comercializa con marca propia. Siempre, con el mismo leitmotiv: geometría y color, mucho color.