Chopard, pasión por la relojería

Chopard, pasión por la relojería

Cuando en el trabajo uno de los ingredientes añadidos es la pasión, suceden experiencias como la que Chopard ha protagonizado durante estos últimos 20 años. Las pruebas están a la vista, basta con admirar los calibres gestados durante estas dos décadas para entender que no solo se ha creado un concepto de manufactura, se le […]

Cuando en el trabajo uno de los ingredientes añadidos es la pasión, suceden experiencias como la que Chopard ha protagonizado durante estos últimos 20 años. Las pruebas están a la vista, basta con admirar los calibres gestados durante estas dos décadas para entender que no solo se ha creado un concepto de manufactura, se le ha dado el esplendor mecánico requerido basado en el rigor y la excelencia. Y para ello han hecho falta muchas dosis pasión... y también inversión tanto económica como humana. Detrás de este nuevo paradigma creativo se encuentra la familia Scheufele, y un protagonista principal, Karl-Friedrich, co-presidente de la compañía y verdadero impulsor de la creación del desarrollo de Chopard como manufactura. Él puede mostrar como hoy, 20 años después, ha creado 11 calibres base propios y 87 variantes. Y lo que aún es más importante, se ha realizado atendiendo la máxima del rigor relojero y de la calidad. Y de forma tan intensa, que no tiene nada que envidiar a las propuestas de las manufacturas históricas. Karl-Friedrich Scheufele es un apasionado de la mecánica –no solo relojera, también posee una envidiable colección de automóviles clásicos– que en el comienzo de los años 90 se planteó la necesidad de recuperar la legitimidad relojera de la casa, esa que le venía dada por Louis Ulysse Chopard. Una aspiración que chocaba con un primer inconveniente y es que para ser reconocido como manufactura hay que contar con un movimiento mecánico propio, algo que Chopard no tenía en aquel momento por mucho que llevará trabajando la relojería desde hacia tiempo.

El primer calibre

Tener que pensar que antes de nada había que crear un primer movimiento prácticamente de la nada no alteró la moral de los Scheufele Al contrario, Karl-Friedrich se puso manos a la obra para hacer realidad el primer calibre contemporáneo de Chopard. Primero encontró en Fleurier el escenario idóneo para hacerlo realidad, una región de grandes conocimientos relojeros pero que aquella época todavía sufría los efectos de la crisis del cuarzo de los años 70. Sin embargo, la decisión estaba tomada y se pusieron a trabajar en un calibre que, además, tampoco optaba por la solución fácil que hubiera sido crear un movimiento sencillo de tres agujas. Gentleman Al contrario, para aquel primer reloj que vería la luz en 1996, introdujo un movimiento equipado con micro rotor de carga automática que además incorporaba dos barriletes superpuestos. Había creado el calibre L.U.C 96.01-L, cuyas siglas rendían homenaje al fundador de la firma, y a partir de ese momento iban a convertirse en la carta de naturaleza, en el marchamo de calidad de todos los movimientos creados in-house. Es una filosofía que Karl-Friedrich Scheufele define certeramente: “Desde la fundación de la manufactura Chopard en 1996, nuestra colección de Alta Relojería L.U.C se ha fijado como objetivo proponer soluciones únicas, tanto en términos de investigación, como de diseño. La decisión tomada en 1993 de optar por un movimiento automático con micro rotor, encaja perfectamente en este deseo. El hecho de acoplar la masa oscilante a dos barriletes superpuestos, constituye una solución técnica compleja que, además, refleja nuestra pasión por las complicaciones relojeras”.
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