Andando con un ZOE

Andando con un ZOE

Tras varias jornadas a sus mandos, hemos podido descubrir que el ZOE cumple con todo lo necesario para convertirse en un utilitario eficaz en el día a día urbano. Su postura de conducción es algo más elevada que en el Clio, con unos cómodos asientos delanteros y una banqueta trasera que ofrece suficiente espacio longitudinal, […]

Tras varias jornadas a sus mandos, hemos podido descubrir que el ZOE cumple con todo lo necesario para convertirse en un utilitario eficaz en el día a día urbano. Su postura de conducción es algo más elevada que en el Clio, con unos cómodos asientos delanteros y una banqueta trasera que ofrece suficiente espacio longitudinal, sobre todo para tratarse de un utilitario. Cuenta con unos acabados interiores de calidad y un diseño sencillo en su apariencia, pero de aspecto muy moderno.

Destaca la pantalla situada en la consola central de 7 pulgadas, desde la que se tiene acceso a información como la autonomía restante o el consumo instantáneo de energía. Este dispositivo, denominado ‘R-Line’, permite descargarse aplicaciones específicas de la tienda online ‘R-Link Store’. Si lleva incluido el navegador, la pantalla cuenta con una función que indica la distancia que se puede recorrer con la carga disponible en la batería y facilita los puntos de recarga más cercanos, sugiriendo además los recorridos más eficientes desde el punto de vista energético.

Autonomía y respuesta rápida

El motor eléctrico desarrolla 88 CV y está alimentado por una batería de iones de litio que proporciona una autonomía real de unos 150 kilómetros. La velocidad máxima del ZOE es de 135 kilómetros por hora, y ya en los primeros metros en conducción urbana se aprecia que responde con rapidez al pisar el acelerador. Coge velocidad con mucha facilidad, moviéndose entre el tráfico con enorme fluidez y grandes dosis de confort en la conducción. La dirección ofrece una asistencia muy marcada para mover el volante con suavidad, maniobrando con facilidad en espacios reducidos.

En ciudad, la recarga de las baterías se realiza con eficacia en los procesos de frenado, permitiendo llegar a disfrutar de unos 150 kilómetros de autonomía sin demasiados problemas. Además, para recargarlas, el ZOE cuenta con un cargador que admite cargas rápidas en puntos especiales en apenas 30 minutos. En una toma convencional, la carga total necesita unas nueve horas. Las baterías no son propiedad del cliente, sino que se alquilan a la marca con un coste de 79 euros al mes -si se recorren anualmente 12.500 kilómetros-. A cambio, tienen una garantía ilimitada y son sustituidas -sin coste alguno para el cliente- cuando su capacidad de carga es inferior al 75 por ciento del valor inicial.

Salimos a carretera y el ZOE sigue sintiéndose a gusto en ese trazado, con una puesta a punto de suspensiones muy diferente a la del Clio. Menos firme de amortiguación, no tiene el tacto tan dinámico que caracteriza al nuevo Clio, apostando más por un eficaz confort de bacheo. Tampoco la dirección ofrece la precisión necesaria para abordar a muy alto ritmo zonas viradas, pero no esta la filosofía con que nace el ZOE.

Prueba de un usuario

Para Manuel Horcajo, periodista, a medida que la confianza en una marca es mayor, las necesidades de un usuario son más básicas. El usuario ‘básico’ solo quiere movilidad, o lo que es lo mismo, comodidad. Ante la posibilidad de disfrutar durante una semana de un Renault ZOE al periodista le asaltan algunas dudas que nos ha resuelto dando su opinión después de probar el vehículo.

¿Será fácil conducirlo? ¿Me sentiré seguro? ¿Será fácil la carga? Pues hasta que no se prueba, no se conoce. Por eso proponemos una semana de uso cotidiano, que es el mejor test para crear nuestra propia opinión sobre este vehículo.

Lo primero que sorprende es el modo de conducción. El indicador de los kilómetros se convierte en nuestro gran consejero. Saber que podemos hacer 140 kilómetros sin una recarga nos hace ver las distancias en clave de ida y vuelta. Se acabaron los acelerones bruscos. Conducir es suavidad y en pocos minutos vamos a ver como nuestra ‘reserva energética’ se rentabiliza mucho mejor si nuestra salida de semáforos y cruces se hace con delicadeza.

Escapando de los parquímetros

Para los que nos vemos obligados a pagar por aparcar en el centro de cualquier gran ciudad o pueblo con pretensiones capitalinas, este coche es el gran chollo. Que gusto da aparcar en el barrio de Salamanca, y poder hacer algunas compras sin la tensión de esa controladora de aparcamiento que parece haber nacido ya con un reloj en la muñeca; o comer en Argüelles midiendo el tiempo de cada plato por la renovación del ticket en la zona verde.

En lo referente a la velocidad es más que suficiente. Los 100 kilómetros por hora se alcanzan con tanta facilidad que los radares de la M-30 parecen tan felices como siempre. Y si nos desplazamos a las afueras, los tiempos son los mismos.

Por desgracia, la parte negativa, la ponen los tercos que se niegan a evolucionar. Eso que todavía se extraña de ver, como sacar un cable para recargar tu coche y tener a tope la batería o el enterao que dice que no es lo mismo. ¡Menos mal que la tecnología evoluciona más rápido que las cabezas!

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