Bob Odenkirk, el rey de la comedia que no lo fue

Bob Odenkirk, el rey de la comedia que no lo fue

Bob Odenkirk (Illinois, Estados Unidos, 1962) nunca se imaginó de otra forma que triunfando en el mundo de la comedia, metido de lleno en el showbusiness y dedicado solo a hacer reír a la gente. Era bien pequeño cuando descubrió esta vocación viendo a los que aún hoy son sus héroes del gremio: Monty Python. […]

Bob Odenkirk (Illinois, Estados Unidos, 1962) nunca se imaginó de otra forma que triunfando en el mundo de la comedia, metido de lleno en el showbusiness y dedicado solo a hacer reír a la gente. Era bien pequeño cuando descubrió esta vocación viendo a los que aún hoy son sus héroes del gremio: Monty Python. Para él, uno entre siete hermanos criados por una madre ultracatólica y amorosa y un padre alcohólico que acabó desapareciendo sin avisar, los humoristas ingleses eran una vía de escape. “Había algo en ellos con lo que conectaba. Decían absolutas tonterías, pero ese nivel de tontería era un gran corte de mangas al statu quo del pensamiento y el comportamiento”, reflexiona.

Con sus primeros ahorros, compró una cámara de vídeo con la que él y otro de sus hermanos con inclinaciones artísticas, Bill (hoy, guionista de comedia), grababan los shows familiares que se montaban casi cada noche después de la cena. Aquella amorosa madre, aunque deseaba que su hijo fuera cura, le reía todas las gracias y le apoyó en sus muy tempranos viajes a Chicago para ver los espectáculos de The Second City, el prestigioso teatro de improvisación del que salieron John Belushi, Bill Murray, Harold Ramis o Gilda Radner. Después del paso por la universidad, donde ya montó su primer programa de comedia radiofónico, Odenkirk empezó a actuar en Second City y arrancó así la típica carrera de cómico de oficio americano. De Chicago saltó a Nueva York, donde estuvo tres temporadas en la sala de guionistas del programa Saturday Night Live (1987-1991). Un tiempo que no recuerda con cariño. “Fue una de las épocas más difíciles de mi vida. Estaba muy solo en la ciudad y el show me estresaba mucho”, admite. Frustrado con el trabajo, dicen que se dedicó más a cultivar amistades y contactos pensando en el largo plazo, en el objetivo último: dedicarse toda su vida a hacer reír, triunfar lográndolo.

Abandonó la televisión y se marchó a Los Ángeles con más esperanzas que ofertas de trabajo. Empezó a tirar de esa lista de contactos y amigos que veían en el bueno de Odenkirk a un gran trabajador, a un hombre de fiar. Ben Stiller confió en él para escribir (y de vez en cuando actuar) en The Ben Stiller Show. También escribía para algunos late shows, como el de Conan O’Brien, e incluso creó su propia serie junto a uno de sus grandes amigos David Cross, llamada Mr. Show. Produciendo y protagonizando aquel programa, emitido por HBO entre 1995 y 1998, es cuando se recuerda más feliz, con un único e importante arrepentimiento: “Había pocas mujeres, era un club de hombres y aunque nos llegamos a reír de ello en un capítulo, no pusimos solución”.

Casi 30 años después, todavía mira Mr. Show con nostalgia y lo señala como ese momento de su vida en el que su sueño casi se vino abajo, en el que casi dejó de perseguirlo. “Siempre he deseado que hubiera ido mejor, pero está bien, pudimos hacerlo, que es lo que importa”, se confiesa. Fue un gran éxito de crítica, Odenkirk hacía exactamente lo que había soñado, pero el público no respondió. Y sin espectadores no hay dinero y sin dinero el trabajo se aleja, especialmente en Hollywood, esa industria que se fija más en la rentabilidad que en el talento, aunque intenten convencernos de lo contrario.

Un gran giro de guion

Ahí empezó para Odenkirk una larga década en lo que él llama “el infierno del desarrollo”. Es decir, “cuando estás con un guionista o un productor en Hollywood y tus proyectos están en constante desarrollo, pero no llegan a nada”. La industria le hizo pensar que no valía, que no era lo bastante bueno. Sobrevivió a base de pequeños papeles en shows y filmes sin importancia. Presentándose a castings que perdía una y otra vez, como el del papel de Michael Scott, el jefe de la versión americana The Office, que fue a parar a Steve Carell. Y de pronto, otro pequeño papelito más de una serie más, lo cambió todo.

En 2009 recibió el guion para interpretar al escurridizo abogaducho Saul Goodman en Breaking Bad, una serie que entonces no era el clásico que acabó siendo. “Pensé que me querían para tres o cuatro episodios. Ni siquiera ellos [los creadores, Vince Gilligan y Peter Gould] lo sabían en ese momento”, recordaba este año Bob Odenkirk. De hecho, en un principio, el cuarto capítulo no pudo ni firmarlo porque estaba ya comprometido con otro papelito en Cómo conocí a vuestra madre y le sustituyeron rápido; pero finalmente, los astros se alinearon, pudo aparecer en las dos series y en aquel primer día de rodaje en Albuquerque, en el desierto, arrodillado, con una pistola apuntando a su cabeza, Walter White (Bryan Cranston) y Jesse (Aaron Paul) presionándole, nació el germen de otra serie de la que, años después, sería el protagonista: Better Call Saul.

Ese fue un giro de guion vital y profesional que él, cómico con vencido y comprometido, no vio venir. Durante las cinco temporadas que duró Breaking Bad, Saul Goodman no era más que un secundario. Un secundario con carisma, sí, pero justo por eso podía morir en cualquier momento. “Era suficientemente importante como para que lo mataran y no tanto como para que, al hacerlo, cambiara la historia. Cada vez que recibía un guion, esperaba encontrarme la muerte de Saul”, escribe Odenkirk en sus memorias Comedy, Comedy, Comedy, Drama, publicadas este año. Pero nunca ocurrió: Saul no murió y se ganó una serie para sí solo, seis temporadas que han ido ganando fans y premios cada año que ha pasado hasta este 2022 en el que el final ha sido generosamente celebrado y aplaudido. Por ese final, Better Call Saul ha entrado en las listas de las mejores series de la temporada; y Odenkirk, tratado como uno de los nombres del año. Un momento que casi estuvo a punto de no vivir, literalmente, después del infarto que sufrió en el verano de 2021, mientras rodaba el capítulo ocho de esta sexta y última temporada. Un día que, como consecuencia del accidente, no recuerda, pero que gracias a que estaba rodando en el plató aún puede contar. La producción tuvo que pararse durante semanas esperando su recuperación. Al principio, no sabían si continuaría, pero Odenkirk volvió y, aparte de tener que incluir unas cuantas pastillas a su dieta, no piensa cambiar nada. “Hay gente que tras una experiencia similar a la que yo pasé, piensan: ‘Tengo que cambiar mi vida, tengo que parar’. Y mi pensamiento es: ‘Tengo que seguir haciendo lo mismo. Esto es genial”, dice entre risas.

A sus 60 años, Bob Odenkirk ha llegado donde siempre soñó llegar. O casi. Es famoso en todo el mundo. Incluso en China, donde un póster de Better Call Saul que le envió su hermano le animó a empezar a producir sus propias películas y transformarse en un inesperado héroe de acción en Nadie (2020), un también inesperado éxito sin pretensiones. Casi ha llegado donde quería porque no es cómico de éxito. Mejor dicho, no es solo cómico de éxito. El éxito le ha llegado por una comedia tan negra negrísima que hay quien la llama drama. “Es comedia una página y las otras cuatro páginas son drama –describe él mismo–. Es una mezcla tan dinámica que es difícil imaginarse otro papel con un rango tan amplio”.

Tras 12 años dedicados “en cuerpo y alma” a un personaje que se lo ha dado todo, el actor ha cerrado capítulo con buen sabor de boca. Y no tiene prisa por volver a encontrar un personaje tan popular. “Ya soy bastante famoso, no necesito más –confiesa–. Entiendo que la gente joven, cuando tiene una gran oportunidad, empiece a planear a largo aplazo. A mi edad, con la cantidad de experiencias que tengo, ya no lo hago”. Por ahora, rueda una nueva serie como protagonista, Straight Man, otra dramedia; y está centrado en “ser mejor persona”. Lo de ser el rey de la comedia no es tan importante.

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