Fachada de la tienda de Capas Seseña en Madrid

Capas Seseña, un recorrido por la historia de un taller centenario

El 26 de marzo de 2010, Jeff Bezos, acompañado de familiares y amigos, cruzó la puerta de Capas Seseña, una pequeña e histórica tienda en el número 23 de la calle Cruz del Madrid más castizo.

El fundador de Amazon, el rey de las compras online, despersonalizadas y presurosas, de vendedores y clientes cuasi fantasmas, entrando en el paradigma de la tradición y la artesanía, una marca con más de 120 años de historia en la que las compras presenciales suponen más del 80% del total y en la que cada prenda se corta y confecciona a mano en sus mismas dependencias. Bezos compró un mantón, un poncho y una capa del modelo 1901, la más clásica, bautizada, de hecho, con el año de la fundación de la tienda; sus acompañantes, otras tres capas.

Marcos Seseña estaba allí cuando esa compra se realizó. Es el bisnieto del fundador de Capas Seseña, la cuarta generación al frente de esta emblemática casa que, a primera vista, podría pensarse que lo tiene todo en contra. Su razón de ser ya parece una anacronismo: capas. Y su existencia, en un barrio junto a la Puerta del Sol que la creciente gentrificación reserva para cadenas de restaurantes y grandes marcas de moda capaces de pagar los disparatados alquileres, una heroicidad. Para nada más lejos de la realidad: Capas Seseña se aferra a los nuevos tiempos con imaginación para reinventarse; respeto por la tradición que les ha traído hasta aquí; modestia para mantenerse en su lugar, y confianza en un público, creciente, al que la artesanía enamora.

Costureras trabajando en Capas Seseña
Fotografía:Beatriz Mercader
Dos costureras son las encargadas de cortar según un patrón y coser a mano las capas Seseña, donde el proceso de confección es completamente artesanal. El taller se encuentra en las propias dependencias de la tienda, en la calle Cruz de Madrid.

El problema del alquiler lo mitiga la solidaridad de un propietario con suficientes posibles para no tener que venderse al mejor postor y sensibilidad para apreciar el valor de lo que su propiedad cobija. Y lo del anacrónico sencillamente no es tal. Que se lo pregunten si no a Santos Seseña, el fundador de la marca, que ya sufrió dudas similares sobre el producto en sus primeros años.Inicialmente con el nombre de Le Printemps, nació como una sastrería que elaboraba prendas clásicas para el hombre y, entre ellas, capas.Y siguió haciéndolo cuando empezó a ser un atuendo menos habitual: artesanalmente, con calidad y adaptándola a los nuevos tiempos, lo que le permitió alcanzar gran notoriedad entre la sociedad madrileña.

Ese parece haber sido el signo de la marca desde entonces, con cada generación aportando un grano de arena en su mantenimiento y expansión. Tomás, el hijo de Santos, se sirvió de sus relaciones con la alta sociedad, la cultura y el cine para contribuir a la internacionalización de la capa y, en medio de otra época de esplendor de la prenda, se convirtió en miembro activo de la Asociación de Amigos de la Capa, fundada a principios del siglo XX. Enrique, tercera generación, decidió dejar de lado la sastrería generalista para especializarse solo en capas y lanzó la primera línea de mujer, lo que contribuyó a su popularización: para todos y para toda ocasión. Y casi 40 años después de llegar a la casa, en 1998, abrió tienda online.

Marcos, por fin, toma el testigo en 2009 con objetivos similares: impulsar la firma de nuevo. Incorpora, para ello, referentes de moda, diseño y actualidad muy diferentes. Aficionado a la música y a la estética mod, implanta una renovación de la imagen que en 2013 ve sus primeros, y revolucionarios, resultados: una colección cápsula creada en colaboración con la diseñadora española La Condesa. Le han seguido otras: con Ulises Mérida, con Antelo, con Elósegui, con Peseta. Todas diferentes, todas capas. Y los diseños, en este tiempo bajo su batuta, se han multiplicado. Para el hombre hay capas largas, más fieles a la tradición, con negros, granates, verdes, pero también camel o pistachos; y cortas, más cercanas a un abrigo, con botones incluso, o a un poncho.

Marcos Seseña, director y cuarta generación de Capas Seseña.
Fotografía:Clara Rodríguez
Marcos Seseña, director y cuarta generación de Capas Seseña.

Y nunca falta en el catálogo la primera, la auténtica, la 1901: con gran vuelo para resaltar su elegancia, con sobrecapa sobre los hombros, cuello estilo mao, broches decorativos en plata y embozo interior en terciopelo granate. De lana merino –el material más utilizado por Capas Seseña–, con un precio cercano a los mil euros, sigue siendo la más vendida: una de cada cinco. Para mujer, la larga se presta más a la imaginación, con azules, rojos y morados intensos o estampados florales o animales, mientras que la corta reinventa con un ‘toque Seseña’ las prendas de abrigo femeninas más variadas; y también las hay con capucha o incluso de verano.

Antes de la pandemia –que obviamente afectó a un negocio tan presencial–, las ventas se situaban entre 700 y 800 al año. El objetivo es recuperar esa cifra y superarla hasta llegar al millar. Los planes grandilocuentes no encajan con un negocio que mantiene la producción propia en las cuatro manos de sus dos costureras. Son ellas las que cortan con tijera cada capa en torno a un patrón y cosen a mano. También a medida, por supuesto. Es una de las grandes ventajas del proceso artesanal: en Capas Seseña pueden no solo retocar cualquier pieza para adaptarla a las medidas del cliente, sino también crear modelos personalizados a su gusto. Cada capa necesita de, al menos, 10 horas de trabajo de ambas costureras.

Por cierto, la capa no tiene ideología. Parece una obviedad, pero conviene recordarla para contestar a ciertos prejuicios. Al fin y al cabo, como dice Marcos Seseña, es solo una prenda de abrigo, símbolo de elegancia, cuya vigencia queda demostrada en su repetida presencia en pasarelas de moda durante décadas. Y en decisiones recientes, como la de los responsables de Galerías Canalejas de vestir con ellas a parte de su personal de atención al público. Basta recordar algunos de los grandes personajes que la han llevado –marca Seseña– para confirmar su transversalidad: desde los escritores Valle Inclán a Pío Baroja; desde la actriz Yvone de Carlo al medallista olímpico Fernández Ochoa al recoger su oro; desde el dramaturgo Fernando Arrabal hasta el novelista Camilo José Cela cuando acudió a recibir el premio Nobel de Literatura; los Brincos en la portada de uno de sus discos; los reyes Alfonso XIII y Juan Carlos I; el tenor Alfredo Kraus; los actores Pierce Brosnan, Olga Kurylenko o Jeremy Irons, entre otros muchos; o el pintor Pablo Picasso quien, de hecho, fue enterrado vistiendo una capa Seseña.

Botón de la capa 1901 de Capas Seseña.
Fotografía:Beatriz Mercader
La capa 1901 lleva el nombre del año de fundación de la marca. Clásica, con vuelo y sobrecapa sobre los hombros, es aún la más vendida de entre todos los modelos. En la imagen, cosiendo uno de los broches decorativos en plata.

Quizás porque fuera de España la capa está libre de connotaciones, aproximadamente la mitad de las compras las realizan clientes extranjeros, en su mayoría turistas de paso por la ciudad. Estados Unidos –California, Texas, Nueva York…– es el principal proveedor de clientes, pero también los hay de Gran Bretaña, Francia, Alemania, Australia…, de todo el mundo. No en vano, Seseña es, que sepamos, la única tienda ¿en el mundo? que confecciona capas a mano.

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