Didier Grumbach, una vida de audacia y moda

Didier Grumbach, una vida de audacia y moda

Hay un momento clave entre los muchos que contiene la vida de Didier Grumbach. Con apenas 20 años, lleva un documento a firmar para que Mendès, la empresa familiar que fundó su abuelo y confeccionaba prendas para casas de alta costura, colaborase con madame Grès, una de las creadoras más importantes de París. Viéndola trabajar […]

Hay un momento clave entre los muchos que contiene la vida de Didier Grumbach. Con apenas 20 años, lleva un documento a firmar para que Mendès, la empresa familiar que fundó su abuelo y confeccionaba prendas para casas de alta costura, colaborase con madame Grès, una de las creadoras más importantes de París. Viéndola trabajar sobre un maniquí, el joven estudiante de derecho asiste obnubilado a la composición de un diseño: “Allí, sentado sobre la moqueta, observé como trabajaba. Era absolutamente fascinante (…). No entendía cómo lo hacía, pero poco a poco la prenda tomaba forma ante nuestros ojos. Creo que fue ahí, durante esas sesiones de pruebas, donde comprendí todo el poder de la creación al servicio del objeto”.

En ese momento cristaliza el compromiso con la moda de Didier Grumbach (París, 1937), que le convertirá en una de las personalidades más importantes de la industria textil del siglo XX, como queda claro tras leer el preciso y absorbente libro Memorias de la moda (Ed. Superflua, 2021). Impulsado por la curiosidad y el instinto, su trayectoria es clave para el desarrollo de la misma tal y como la conocemos hoy en día, en un increíble parcour en el que se han cruzado grandes nombres del diseño como Yves Saint Laurent, Thierry Mugler e incluso Coco Chanel: “Joven, le haremos aprender mucho”, le dijo la gran dama de la costura francesa mientras se despedía de un abrumado Grumbach en la suite del Ritz donde ella vivía.

“Yo no inventé el prêt-à-porter, pero la sociedad que yo presidía –Mendès– sirvió de pasarela para que los diseñadores pudiesen recibir royalties del prêt-à-porter que ellos no fabricaban. Como usted sabe, las casas de alta costura se comprometían a no hacer prêt-à-porter y solo realizaban artesanado de lujo”. Grumbach responde a las preguntas de GENTLEMAN desde su Domaine de Oseraies, en Eure et Loire, donde alberga, además, gran parte de su colección de arte, pintura y escultura. En sus respuestas, declina considerarse un industrial de la moda. O compararse con Amancio Ortega en lo que respecta a su democratización. Y sin embargo a él se le debe que el prêt-a-porter francés encontrase su mercado en Estados Unidos justo en el momento en el que se operaba una transformación social que tenía sus ecos en la moda, evidentemente, como universo creativo, pero también de negocio.

[caption id='attachment_7473' align='alignnone' width='1024']Grumbach, en primer plano, junto al diseñador Thierry Mugler, en una foto tomada en Nueva York en 1981. Grumbach, en primer plano, junto al diseñador Thierry Mugler, en una foto tomada en Nueva York en 1981.[/caption]

“Lo que hacía era prêt-à-porter de lujo que tenía vocación de internacionalizarse; no tenía nada que ver con lo que vendría después”, insiste Grumbach, que en 1961 viaja a Nueva York para presentar a las tiendas de la Quinta Avenida el prêt-à-porter parisino que confeccionaba Mendès para Philippe Venet, Carven, Madeleine de Rauch y Castillo, entre otras. Y aunque regresó a Francia sin ningún pedido, no se dio por vencido y siguió intentándolo hasta que en 1965 “todo cambió”, recuerda en sus memorias, cuando por un lado la mismísima Elisabeth Arden –que en sus centros de belleza también vendía prêt-à-porter de lujo– y los grandes almacenes Lord&Taylor depositaron grandes pedidos: “Eran cantidades inimaginables. (…) Fue allí, en ese instante, cuando me di cuenta de lo que estaba ocurriendo. Era testigo del inicio de una revolución comercial que estaba a punto de cambiar profundamente la estructura misma del mercado”.

Para responder a tanta demanda, Grumbach amplió su capacidad productiva construyendo una infraestructura que albergaría la confección de otras marcas como Saint Laurent, Givenchy, Chanel y Valentino. Para Yves y Pierre Bergé, además, diseñó un plan de distribución que sería fundamental para convertirla en la firma que llegó a ser y terminó asociándose a ellos. Sin embargo, la verdadera ambición de Didier Grumbach siempre fue la difusión creativa, no el enriquecimiento sin fin, y abandonó todas sus iniciativas empresariales cuando intuyó que la moda daría un nuevo giro: el nacimiento de los diseñadores en los años 70.

“Créateurs & Industriels –la plataforma que puso en marcha para conectar ambas dimensiones de la moda– se crea en 1971, en una época en la que los jóvenes estilistas no tenían marca propia. La mayoría trabajaban para otras casas de confección y eran desconocidos del público. Emmanuelle Khanh, JC de Castelbajac, Thierry Mugler, Claude Montana, etc., crean sus marcas en ese momento”, explica Grumbach, pero necesitan apoyo e infraestructura. Ese mismo año, C&I inaugura tienda en un edificio industrial de la calle Rennes de París, diseñada por Andrée Putman, gran amiga de Grumbach, donde vendían a todos estos diseñadores y muchos otros. Y en la Bourse de París se organiza el primero de una serie de desfiles de moda para darlos a conocer, incluido el japonés Issey Miyake. Esta apertura de la capital francesa al talento extranjero la convertirá en el epicentro mundial de la moda.

Hay más capítulos en la vida de Didier Grumbach, cada uno de los cuales podría ser un libro en sí mismo: la asociación con Thierry Mugler; la renovación de la Federación de la Alta Costura; su compromiso con la transmisión de valores y experiencia en el Instituto de la Moda Francesa, o la presidencia del Festival de Moda y Fotografía de Hyères –que él llamo el Davos de la moda–. La trayectoria de este profesional de la elegancia es casi inabarcable, y el libro Memorias de la moda es el lugar adecuado para conocer en profundidad esta aventura.

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