Esmoquin de La Fábrica de Camisas.

El esmoquin: la historia de una prenda atemporal firmada por la realeza

Si existe una prenda elegante por excelencia, esa es el esmoquin. Perfecto para cualquier ocasión elegante, incluso para las noches formales de verano, el esmoquin cuenta con una historia marcada por la aristocracia y la alta alcurnia.

Es el rey de las fiestas y la elegancia, la prenda atemporal que siempre funciona y marca estilo. El look infalible para las ocasiones formales y el preferido por los grandes iconos de elegancia como Humphrey Bogart o Sean Connery. Hablamos del clásico esmoquin, un must en nuestros armarios desde tiempos inmemoriables.

Además de ser una prenda infalible, puede presumir de tener una historia marcada por la realeza. Todo comenzó en el siglo XIX, cuando Eduardo VII, Príncipe de Gales, hizo un encargo especial a los sastres de Savile Row, Henry Poole & Co. Deseaba un traje que combinara comodidad y elegancia para sus cenas privadas. Así nació la chaqueta conocida en el Reino Unido como Dinner jacket, el primer paso para la creación del esmoquin.

Tras admirar el traje de Eduardo en una visita al Reino Unido, James Potter encargó que le hicieran uno igual y lo lució en el Tuxedo Park Club de Nueva York, motivo por el cual también se conoce a esta prenda por el nombre de ‘Tuxedo’.

Durante años, el esmoquin se consideró una prenda exclusivamente masculina, pero la actriz alemana Marlene Dietrich rompió este estereotipo en los años 30, cunado lució uno en la famosa película Moroco, su primer trabajo en Hollywood. Posteriormente, Yves Saint Laurent popularizó el esmoquin femenino en su colección de 1966.

El cine ha tenido mucho que ver en el éxito del esmoquin. Figuras como Humphrey Bogart en Casablanca ayudaron enormemente a aumentar su fama, pero James Bond es, sin duda, el personaje que más ha inmortalizado esta prenda.

Esmoquin de La Fábrica de Camisas.
El esmoquin tiene sus orígenes en la realeza del siglo XIX, cuando Eduardo VII, Príncipe de Gales, hizo un encargo especial a los sastres de Savile Row.

Llama la atención cómo el esmoquin ha ido evolucionando y adaptándose a los nuevos tiempos, demostrando que es una prenda de gran versatilidad. La chaqueta clásica, generalmente negra, pronto comenzó a admitir otros colores como el azul oscuro, y no tardó en popularizarse en color blanco y crema. A diferencia del frac o el chaqué, y suele cerrarse con un solo botón, y casi siempre lleva un bolsillo donde se debe lucir siempre un pañuelo blanco.

Las solapas pueden ser de terminación en punta o redondeadas, siendo las primeras más formales. Según los puristas, deben ser de raso, al igual que la pajarita, el fajín y el galón de los pantalones. El fajín puede ser reemplazado por un chaleco.

Los pantalones, negros con el galón en raso, deben quedar por encima del tacón del zapato y estar preparados para tirantes. La chaqueta y los pantalones deben combinarse, a grandes rasgos, con una camisa blanca de puños dobles y con pliegues en el frontal o pechera para diferenciarse de las camisas estándar. La pajarita es obligatoria y debe ser del mismo tejido y color que las solapas de la chaqueta y el fajín. Los zapatos ‘opera pumps’ son los más adecuados para esta ocasión, aunque también tienen cabida los Oxford tipo Balmoral de charol.

En La Fábrica, ubicada en el céntrico barrio de Chamartín, conocen a la perfección todas las claves para lucir un esmoquin como es debido. Su equipo de profesionales asesora a los clientes sobre el tejido más adecuado (lana, mohair, cachemira, terciopelo…), teniendo en cuenta la estacionalidad y la complexión corporal. Puedes obtener más información visitando su web.

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