El último grito de Marilyn Monroe: el desnudo que ‘regaló' al fotógrafo Lawrence Schiller

El último grito de Marilyn Monroe: el desnudo que ‘regaló’ al fotógrafo Lawrence Schiller

Lawrence Schiller fotografió a Marilyn Monroe por primera vez en 1960, durante el rodaje de Let´s Make Love (El millonario) para la revista Look Magazine. Tendría oportunidad de hacerlo en más ocasiones, la última en 1962. Y esa pasó a la historia. Fue idea de la propia Monroe (nacida Norma Jean Baker en 1926) ese […]

Lawrence Schiller fotografió a Marilyn Monroe por primera vez en 1960, durante el rodaje de Let´s Make Love (El millonario) para la revista Look Magazine. Tendría oportunidad de hacerlo en más ocasiones, la última en 1962. Y esa pasó a la historia.

Fue idea de la propia Monroe (nacida Norma Jean Baker en 1926) ese posado desnudo. Con una intención clara: aparecer en las portadas de todas las revistas –entonces, con millones de ventas, el trampolín hacia la fama de actores y actrices– y demostrar así que valía tanto o más que Elizabeth Taylor, que en ese momento rodaba Cleopatra junto a Richard Burton con un caché inalcanzable para otras. Lo cuenta el propio Schiller: “Ella gana un millón de dólares y un 10% de taquilla con mi estudio y está en las portadas de todo el mundo –dice que le confesó la actriz–. Yo me llevo solo 120.000 dólares del mismo estudio, así que tengo que demostrar que puedo estar en las portadas de todas las revistas del mundo”.

[caption id='attachment_9056' align='alignnone' width='1024']Hoja de contactos con los negativos de la secuencia de fotos tomadas por Schiller durante el rodaje de Something’s Got to Give, en 1962. Hoja de contactos con los negativos de la secuencia de fotos tomadas por Schiller durante el rodaje de Something’s Got to Give, en 1962.[/caption]

El rodaje de Something’s Got to Give, dirigida por George Cukor y con Dean Martin como coprotagonista, le dio la oportunidad. Schiller, que entonces contaba con 25 años, fue el instrumento. Cuando él sugirió una escena en la que disparar, ella le corrigió. “No, no. Hay un momento en el que yo llevo un bañador color piel y estoy en la piscina y Dean Martin me ve desde lejos. ¿Cómo ves que yo entre con bañador pero luego salga sin nada?”, recuerda el fotógrafo. “Tú ya eres famosa –le contestó Schiller–; el que se va a hacer famoso ahora soy yo”. A lo que ella respondió: “No seas tan arrogante. Sustituir a un fotógrafo es fácil”.

Aquellas fotos, efectivamente, dieron la vuelta al mundo. Marilyn Monroe solo puso una condición: que en la revista en la que fueran publicadas no apareciera Liz Taylor. Fue Life la primera en mostrarlas y no, en ese número ni se la menciona.

El estadounidense Lawrence Schiller, 84 años en la actualidad, ha rememorado esta y otras escenas durante las últimas semanas, con ocasión de la publicación por la editorial Taschen de Marilyn & Me, un libro que reúne el extraordinario porfolio de Schiller sobre la actriz, con más de cien fotografías y recuerdos personales de sus encuentros. “El relato íntimo de una leyenda al borde del precipicio y un joven fotógrafo de camino a la fama”, resume en su presentación Taschen.

[caption id='attachment_9057' align='alignnone' width='1024']Portada del libro Marilyn & Me, editado por Taschen, que ha lanzado también una edición limitada a 1.712 ejemplares firmados por Lawrence Schiller. Portada del libro Marilyn & Me, editado por Taschen, que ha lanzado también una edición limitada a 1.712 ejemplares firmados por Lawrence Schiller.[/caption]

La actriz, realmente, pasaba por una situación personal y emocional especialmente intensa. Comenzó a rodar Something’s Got to Give tras un año sin trabajar, debido a sus recurrentes problemas de salud e internamientos en centros y, desde el primer momento, sus repetidas ausencias amenazaron con truncar el proyecto. Una de esas escapadas, por cierto, fue para asistir en Nueva York, el 19 de mayo de 1962, a la gala de cumpleaños de John F. Kennedy, en la que cantó el famoso Happy Birthday Mr. President que multiplicó los rumores sobre su relación con el entonces presidente de los Estados Unidos. A su vuelta, filmó la escena en la piscina que Schiller inmortalizó, pero la película nunca fue terminada: el 4 de agosto, Marilyn Monroe fue encontrada muerta en su domicilio a causa de una sobredosis de barbitúricos en lo que ha quedado para la posteridad como un probable suicidio con más incógnitas que certezas.

Lawrence Schiller había hablado con ella tan solo unas horas antes de su muerte sobre la posibilidad de realizar una nueva sesión de fotos. Su privilegiada relación con Marilyn Monroe fue uno más, quizás no determinante, de los muchos hitos que forjaron una carrera de éxito. El objetivo de su cámara captó a otras muchas celebridades, como Paul Newman –en varias ocasiones–, Robert Redford, Barbra Streisand o Mohamed Ali, pero también al asesino de Kennedy, Harvey Oswald, a los marines norteamericanos enviados a la guerra de Vietnam o al líder sudafricano Nelson Mandela. Y, de hecho, antes de esas famosas fotos en la piscina, en 1959, había ganado el Premio a la Mejor Fotografía de América por la imagen de Richard Nixon tras perder las elecciones ante Kennedy. Al margen de la fotografía, que abandonó en 1976, Schiller ha desarrollado también una brillante carrera como director o productor de películas que le ha servido para ganar un Oscar por el documental The Man Who Skied Down Everest entre otros muchos reconocimientos. “Marilyn me trajo más fama y, desde luego, longevidad”, dice.

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