¿Está el estilo inglés sobrevalorado? Mitos, verdades y códigos de vestimenta

¿Está el estilo inglés sobrevalorado? Mitos, verdades y códigos de vestimenta

Los ingleses visten mal, e incluso, en la mayor parte de los casos, muy mal. La clase media, es decir, cerca del 70% de la población, va desde el look de un empleado del registro hasta el de un hooligan. Los nuevos ricos, que pasaron hace tiempo a la upper class, se mueven entre el […]

Los ingleses visten mal, e incluso, en la mayor parte de los casos, muy mal. La clase media, es decir, cerca del 70% de la población, va desde el look de un empleado del registro hasta el de un hooligan. Los nuevos ricos, que pasaron hace tiempo a la upper class, se mueven entre el estilo de cantante pop y el de banquero de Oriente Medio. Luego están los más modernos, los artistas, los arquitectos y los fotógrafos, que compran sólo ropa de marca (camiseta negra, traje negro, zapatos negros de marine) y que parecen todos salidos de una de aquellas escuelas de mimo que gozaban de tanta popularidad en los años setenta.

El mito del estilo inglés está muy sobrevalorado: incluso en Savile Row cuesta encontrar una tienda que venda calcetines largos hasta la rodilla, porque los británicos los llevan siempre por el tobillo. Más aún: los míticos golf de shetland o de cashmere tienen un corte chapucero, deforme, que hace parecer que uno se está recuperando de una cura de adelgazamiento desmesurada. En cuanto a los zapatos, otro falso baluarte de la elegancia, triunfan las sandalias, las zapatillas de ciclismo y los zapatos con punta típicos de los barberos italianos de los años cincuenta.

Sin embargo, el estilo clásico sigue existiendo, y es fácilmente identificable. Mucho más difícil, para los anglófilos locales, es acertar la ocasión para lucir el look británico. De hecho, a los auténticos gentlemen les gusta hacerse notar no por lo que llevan puesto, sino por cuándo se lo ponen. ¿Combinaría usted una corbata lila con un chaqué gris claro? ¿O un pañuelo naranja en el bolsillo de una sobria chaqueta negra? ¿Llevaría una chaqueta de esmoquin blanca con pajarita rosa sin temor a ser tomado por un repartidor de pizzas? El mito de lo chic inglés nace justamente de ahí: del coraje y la confianza en las combinaciones más arriesgadas, porque el buen gusto, innato y alimentado por generaciones de dandis, asegura la elección acertada. Para los españoles anglófilos, el secreto radica precisamente en comprender qué prenda utilizar y cuándo emplearla.

En lo que respecta al eterno dilema de si comprar trajes ya confeccionados o no, cabe decir que un buen inglés puede renunciar a su té, pero nunca a su sastre. Y, puesto que los gentleman son esnobs, cuanto más tallas, medias tallas y confecciones personalizadas ofrecen las tiendas, más revalorizan a los sastres. Así, la nueva tendencia consiste en hacerse a medida incluso la ropa informal (las cazadoras, para ser exactos, siempre se han confeccionado a mano). Las prendas más demandadas son los pantalones, ante todo porque hoy día es imposible encontrar unos que no estén llenos de marcas, logos o emblemas, pero también porque la parte del cuerpo más difícil de llevar cómoda y elegantemente a la vez es la inferior. Otra moda ‘made in England’ es la de la camisa informal (vaquera, de tejido colonial o de lino) a medida: en este caso, no hay que enseñar marcas, sino sólo un buen corte visible a la legua.
Y, por último, el denominador común que marca la diferencia: ningún traje debe ser ni parecer nuevo ni, peor aún, perfectamente planchado. Cuanto más gastado y más hábilmente arrugado, más chic. Lo cual nos deja un misterio: puesto que ya ni siquiera en Londres hay mayordomos para hacer el rodaje de zapatos y chalecos, ¿cuántos años tardan los esnobs británicos en usarlos desde que los compran?

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