Ken Follet: "Me encanta que digan que mi literatura es comercial, que haya millones de personas que disfruten leyendo mis libros"

Ken Follet: «Me encanta que digan que mi literatura es comercial, que haya millones de personas que disfruten leyendo mis libros»

“Cuando estaba investigando para La caída de los gigantes, me sorprendió darme cuenta de que la Primera Guerra Mundial fue una contienda que en realidad nadie quería. Ningún líder europeo de ninguno de los bandos tenía intención de que ocurriera. Pero los emperadores y los primeros ministros, uno a uno, tomaron decisiones lógicas, moderadas, cada […]

“Cuando estaba investigando para La caída de los gigantes, me sorprendió darme cuenta de que la Primera Guerra Mundial fue una contienda que en realidad nadie quería. Ningún líder europeo de ninguno de los bandos tenía intención de que ocurriera. Pero los emperadores y los primeros ministros, uno a uno, tomaron decisiones lógicas, moderadas, cada una de las cuales nos acercó un paso más al conflicto más terrible que el mundo jamás había conocido”. Así empieza Nunca, la nueva novela de Ken Follett (editada por Plaza & Janés), quien vuelve a las librerías con una historia en la que se atreve a narrar lo inenarrable, a imaginar lo que hasta hace poco era pura ciencia ficción y que hoy tiene la borrosa e inquietante consistencia de un futuro distópico pero no del todo improbable; se atreve, en definitiva, a evocar el fantasma de una tercera guerra mundial, pesadilla de las pesadillas desde que la victoria de los Aliados sobre las potencias del Eje cerró la sangrienta herida de la segunda e inauguró una época de (relativa) paz y prosperidad que aún perdura. Pero ¿hasta cuándo? ¿Y cuál podría ser el casus belli de un nuevo enfrentamiento a escala planetaria?

Esto es lo que se pregunta Follett en este trepidante thriller –que no deja de ser un grito de alarma– repleto de heroínas y villanos, falsos profetas, agentes de élite, políticos desencantados y cínicos revolucionarios. Todos ellos, evidentemente, producto de la férvida fantasía de uno de más grandes narradores de todos los tiempos (con 178 millones de ejemplares vendidos de sus 36 novelas), pero dotados de una personalidad tan verosímil que resulta escalofriante. Lo cual no es de extrañar, porque Follett –guste o no su literatura– domina como pocos el arte de crear mundos paralelos, y porque para redactar la que considera su historia “más fascinante” ha entrevistado a políticos, embajadores y militares y ha llevado a cabo un minucioso trabajo de investigación histórica. El resultado es la historia de una crisis global, en la que convergen amores y odios, dramas personales, ataques terroristas, tráfico de drogas y armas y luchas políticas a golpe de fake news en la carrera para la hegemonía mundial entre EE.UU. y China; ingredientes explosivos que resultan en un clímax de tensión que llevará el lector hasta el borde del abismo, sin saber, hasta el final, si caerá en él o podrá parar antes de precipitarse en el agujero negro de la catástrofe.

“Cuando comencé a escribir no sabía cómo iba a acabar. Y tú tampoco lo sabrás hasta la última página”. Palabra de Ken Follett, a quien GENTLEMAN ha podido entrevistar unos días antes del lanzamiento de Nunca.

La primera pregunta es casi obligatoria. ¿Considera usted verosímil el riesgo de un conflicto mundial?

Sí, por supuesto. Y podría desencadenarse de varias formas: un accidente, un malentendido diplomático, la presencia de un político lunático como Trump al mando de algún país estratégico… Todas esas son causas posibles, pero poco aprovechables para escribir una novela: sin embargo, el planteamiento de un conflicto que se genera de forma inexorable, sin que nadie lo quiera realmente, como pasó con la I Guerra Mundial, me pareció especialmente fecundo para una novela sobre este tema.

¿Qué le hace pensar que existe realmente la posibilidad de una nueva catástrofe?

En realidad, no es algo nuevo. Durante la crisis de los misiles de Cuba, por ejemplo, el mundo estuvo a un paso de un nuevo conflicto, aunque es verdad que tras ese episodio las potencias mundiales apostaron por rebajar la tensión. El problema es precisamente que, tras un periodo de relativa calma, la tendencia se ha invertido y la tensión ha ido subiendo de nuevo hasta alcanzar, actualmente, niveles muy peligrosos; más peligrosos que nunca, de hecho.

Decía Gramsci: “El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos”. ¿Cuáles son los monstruos de nuestro tiempo?

No estoy seguro de que haya nuevos monstruos: siempre ha habido conflictos entre naciones, violencia y pandemias. La única amenaza nueva es el cambio climático, que se está gestionando de una forma nefasta.

El libro es un reflejo fiel de los actuales equilibrios geopolíticos. ¿Asistimos al ocaso de Occidente y de EE.UU. como potencia económica y como referente cultural en todo el mundo?

Es verdad que EE.UU. atraviesa una fase de declive, y por tanto su influencia cultural se resiente, aunque su hegemonía sigue siendo un hecho, al menos en Europa. También es cierto que existe una pugna entre la Unión Europea, y ojalá Inglaterra formara parte de ella, China y Estados Unidos para el liderazgo mundial, cuyo éxito es difícil de prever.

¿Por qué vuelve al thriller, un género que exploró al principio de su carrera?

Para mí, lo primero es la historia, el género es secundario. Si se me ocurre una buena historia y considero que puede plasmarse en una novela, el género me da igual. Mi criterio consiste en seguir el instinto y la intuición allá donde me lleven, lo demás es irrelevante.

¿Cómo nació esta novela?

Igual que todas las otras, a partir de una de las muchas ideas descabelladas que se me ocurren. Lo difícil es pasar de la idea a la novela, lo cual es más importante que la idea en sí. Ahí es donde entra en juego el oficio, la capacidad de transformar una ocurrencia en una historia que pueda resultar atractiva para el lector. Mi proceso creativo se articula en tres fases: en la primera, que dura más o menos un año, escribo un borrador de unos 50 folios; luego, según el argumento de la novela, contrato a especialistas que me asesoran, en este caso historiadores, sinólogos, politólogos; finalmente, incorporo sus sugerencias y vuelvo a redactar el texto, lo cual me lleva otro año. En total, el proceso dura unos tres años.

¿Qué contesta a los que dicen que la suya es una literatura comercial?

¡Me encanta que lo digan! Me gusta ganar dinero, me gusta gastarlo y, sobre todo, me gusta la sensación de saber que hay millones de personas en todo el mundo que disfrutan leyendo mis libros.

Después de tantos libros y siendo uno de los autores más famosos del mundo, ¿siente presión a la hora de escribir?

Sí, pero es una presión positiva. Si hay una página que no me convence, aunque no esté del todo mal, me siento en el deber de reescribirla, porque tengo un compromiso con los lectores que me obliga a dar siempre lo mejor de mí. Es un tipo de presión que surge del saber que esa página será leída por millones de personas y que me empuja a trabajar siempre al máximo de mis posibilidades.

¿A qué cree que se debe su éxito?

La clave de una novela de éxito consiste en que el lector pueda compartir las emociones de los personajes. De lo contrario, estaremos quizás frente a un libro interesante, bien escrito, pero no frente a un best seller. Es la curiosidad por conocer el destino de los personajes lo que hace que el lector no pare de leer, lo cual hace que un libro se convierta en un éxito de ventas. Siempre me he centrado en este objetivo, en poner en primer plano las emociones y los sentimientos.

¿A qué políticos les regalaría su libro?

Bueno, a ver… A Xi, el presidente de China, desde luego; otro a Trump, por si gana las próximas elecciones; otro al primer ministro de la Unión Europea, porque creo que Europa puede ser una fuerza determinante a favor de la paz; luego uno al presidente de Corea del Norte, y finalmente al de Israel.

¿Y a Putin no?

No creo que Rusia sea un peligro para el orden mundial. En mi opinión, el objetivo de la clase dirigente rusa no es tanto el poder sino el dinero; y ya tienen todos los Ferraris que quieren (ríe).

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