Las huellas del arte islámico en las joyas de Cartier
Podría decirse que el círculo se cierra: que si dos exposiciones, en el Museo de las Artes Decorativas de París en 1903 y luego en Múnich en 1910, sirvieron para que el mundo occidental descubriera la riqueza del arte y la ornamentación islámicas, otra exposición ahora, en ese mismo museo de la capital francesa, muestra […]
Podría decirse que el círculo se cierra: que si dos exposiciones, en el Museo de las Artes Decorativas de París en 1903 y luego en Múnich en 1910, sirvieron para que el mundo occidental descubriera la riqueza del arte y la ornamentación islámicas, otra exposición ahora, en ese mismo museo de la capital francesa, muestra las consecuencias que aquella revelación tuvo, durante el siglo transcurrido desde entonces, en la firma de joyería epítome de la creatividad y el diseño, Cartier. No fue una fuente de inspiración más, ni una mera copia de motivos o diseños en colecciones escogidas; según Judith Hénon, asistente de dirección del departamento de Arte Islámico del museo Louvre de París, “la influencia islámica fue lo que permitió a la firma Cartier entrar en la modernidad”.
Pongámonos en contexto. Fundada en 1847 por Louis-François Cartier, la casa Cartier se especializó inicialmente en la venta de joyas y obras de arte. Su hijo, Alfred, asumió la dirección del negocio en 1874 y el hijo de este, Louis, se unió a él en 1898, cuando Cartier, además de revender piezas antiguas, ya diseñaba sus propias joyas. Es entonces, con Louis empezando en buscar nuevas fuentes de inspiración para los diseños de la firma y con su hermano Jacques dando rienda suelta a sus aspiraciones de explorador, volcado en conocer nuevas culturas, cuando empieza la historia que cuenta la exposición Cartier y el arte islámico. En busca de la modernidad, que acoge hasta el 20 de febrero el Museo de Artes Decorativas de París, en un ambicioso proyecto organizado conjuntamente con el Museo de Arte de Dallas y que ha contado con la colaboración del Louvre y de la propia casa Cartier.
Riqueza cultural
Con los dos hermanos, nietos del fundador, al frente de la maison, París y Múnich organizan esas dos destacadas exposiciones que sitúan en el escaparate occidental el arte islámico. Louis comienza a tomar ideas y, a la vez, a componer una colección –libros incluidos, otra de sus pasiones– en los que los organizadores de la exposición han buceado minuciosamente para extraer conexiones. Jacques, por su parte, en su faceta más aventurera, viaja a la India en 1911, entabla encuentros con maharajás de la época y compra y vende piedras preciosas y perlas y se hace con joyas antiguas y contemporáneas que unas veces revende tal cual, otras usa como inspiración y en ocasiones incluso desmonta para integrar sus elementos en nuevos diseños. Persia, India y Armenia entran de lleno en la casa Cartier: sus diseños, sus técnicas, los métodos de ensamblaje, incluso sus piezas, como los adornos para la cabeza, las borlas o las bazubands, esas pulseras alargadas que se usan en la parte superior del brazo, se adaptan a la moda de la época con una amplia gama de formas, colores y materiales. También los textiles orientales se incorporan a bolsos y complementos.
Tradicionalmente famosa por sus joyas ‘de estilo guirnalda’, profuso en lazos y formas redondeadas propias del romanticismo renacentista, Cartier comienza entonces, en la primera década del siglo XX, a desarrollar piezas inspiradas en los patrones geométricos del arte islámico. Las decoraciones de ladrillos esmaltados de Asia Central se incorporan a un repertorio que entronca con el posterior art déco; los medallones que decoran las encuadernaciones prácticamente se reproducen; un nuevo vocabulario de mandorlas, palmetas, follaje, lentejuelas, volutas y escamas se incorpora al imaginario Cartier, que bajo la dirección artística de Louis acomete atrevidos juegos de colores y materiales, combinando lapislázuli y turquesa o haciendo convivir el verde jade o esmeralda con el azul zafiro. Broches que reproducen los arcos de la mezquita de Córdoba o una tiara con una reproducción de los triángulos de la fachada del histórico palacio de Mushatta, en Jordania, son algunas de las piezas que con más evidencia reflejan una influencia que, sin duda, perduraría en el tiempo. De hecho, en la década de 1930, y ya bajo la dirección artística de Jeanne Toussaint, el estilo Cartier dio paso a nuevas formas y combinaciones de colores inspiradas en la India, como piezas tutti frutti –compuestas por pequeñas piedras de colores articuladas– y joyas voluminosas que caracterizan la creatividad de la casa durante la segunda mitad del siglo XX.
Más de 500 piezas, que incluyen joyas y objetos de Cartier, obras maestras del arte islámico, dibujos, libros, fotografías y documentos de archivos, se unen en esta exposición para rastrear el interés de la icónica firma de joyería y sus diseñadores por los motivos orientales. Y sirven para demostrar también, como ilustran las joyas contemporáneas que completan la muestra, que esos patrones y formas del arte y la arquitectura islámicos, a veces fácilmente identificables, otras veces desglosados y rediseñados, siguen formando parte del rico vocabulario estilístico de la casa.