Precisión, materiales y legado: la evolución del arte relojero con Rolex
Es la esencia de cualquier proyecto relojero. Reunir las enseñanzas recibidas y superar los límites establecidos. El sueño de cualquier profesional en definitiva y lo que engrandece a este arte relojero.
Una de las claves para entender los avances relojeros está en la propia historia de las marcas, en ese ejercicio de permanente superación que exige la alta relojería. En realidad, la innovación está impresa en el ADN de todos ellas; es un mandato no escrito pero sí asumido en el que cada cual debe ofrecer un nuevo camino de superación, la mayoría de las veces vinculada con la precisión cronométrica. Pero también hay que reconocer que la relojería ha avanzado durante las últimas décadas en otros elementos que han hecho que su visión sea diferente.
El Land-Dweller cuenta con una caja Oyster cuya arquitectura ha sido reformulada. El sistema de hermeticidad del cristal se ha modificado; además, los flancos son curvados y pulidos y los chaflanes están pulidos, y las estrías del bisel son más anchas.
Con nombre propio: Oyster Perpetual Land Dweller, una creación que se distingue por su audacia estética –destaca la esfera con motivo ‘nido de abeja’– y técnica. Propuesto en dos tamaños –36 mm y 40 mm–, atesora 32 patentes y solicitudes de patente en su haber de ellas 18 son exclusivas de este reloj y 16 tienen que ver con el nuevo movimiento–. En su interior se halla el calibre 7135, un movimiento con una frecuencia de 5 hercios, más delgado que la mayoría de los movimientos Rolex, pero con unas prestaciones extraordinarias gracias a un sistema de regulación compuesto por un nuevo escape, el Dynapulse, y un oscilador de última generación.
Tres líneas de trabajo (Daytona, GMT-Master II y Sky-Dweller), interpretadas con nuevas esferas que tienen un punto en común: la osadía en sus propuestas.
Rolex amplía los Oyster Perpetual con esferas lacadas en tonos pastel. Desde el beis que ilustra la imagen al Lavender o pistachio, todas ellas se distinguen por su acabado mate.
Nuevo brazalete metálico —creado en exclusiva para el Perpetual 1908 y bautizado como Settimo— en alusión a los siete eslabones. En oro amarillo, destaca por su finura y flexibilidad. Pura armonía.
Hablamos de los materiales, de ese ejercicio de búsqueda de fórmulas creativas donde la materia toma protagonismo y ‘pelea’ con componentes clásicos, aunque más bien habría que hablar de convivencia. Precisión, estética… no son términos que resulten novedosos, solo la forma en que se consigue mejorar el legado recibido.