Surfeando sobre madera
Un carpintero y un delineante Rodrigo Núñez (Trigo) y Oscar Moraña (Pichi) decidieron un día, entre arena y agua salada, hacer sus propias tablas de surf y aunque parezca mentira, aprendieron a surfear casi a la vez que a fabricar. Trigo, carpintero de profesión, tentado por un amigo, tomó la iniciativa e hizo una tabla […]
Un carpintero y un delineante
Rodrigo Núñez (Trigo) y Oscar Moraña (Pichi) decidieron un día, entre arena y agua salada, hacer sus propias tablas de surf y aunque parezca mentira, aprendieron a surfear casi a la vez que a fabricar. Trigo, carpintero de profesión, tentado por un amigo, tomó la iniciativa e hizo una tabla de cartón, para investigar el proceso y ver de lo que era capaz. Esa primera prueba nunca probó el agua, pero fue el comienzo de todo. Pichi, delineante profesional, le propuso hacer los planos en 3D en el ordenador, Trigo lo hacía todo a ojo y esto facilitó mucho el trabajo, lo hizo más preciso y rápido.
"Todas tienen algo especial, no son como las de fibra, todas blancas
Desde ese día los dos se encargan de todo el proceso de producción, desde los planos y el diseño por ordenador hasta la selección de la madera, el tipo de chapa, las quillas. Nada queda a la improvisación, porque en las tablas de surf todo influye: diseño y funcionalidad van de la mano. Normalmente el cliente elige la tabla: cómo quiere los cantos, las puntas, las colas. Una vez diseñada, se hacen secciones cada 15 centímetros y se ponen cuadernas ensambladas, como si fuera un barco –es el mismo procedimiento, porque la tabla, aunque más pequeña y cubierta, es como un navío–.
El proceso de fabricación
Una vez montado el esqueleto de la tabla, se vacía –se hacen agujeritos en las cuadernas–, se quita peso para que tenga la máxima ligereza posible sobre el agua. La parte inferior de la tabla es una chapa de 3 o 4 milímetros, con el color y el acabado elegido, en roble, pino o teca, que se pega al esqueleto. Como las tablas son huecas, necesitan una válvula para que el aire de dentro no cambie de temperatura al contacto con el agua y se hinche. Finalmente se pega la tapa superior y las puntas, se cepilla todo para que quede uniforme, con los cantos bien pulidos y, si se quiere, se pinta. ¡Resina y al agua!"Todas tienen algo especial, no son como las de fibra, todas blancas"
Su precio: más de 2.000 libras en Inglaterra, 600 euros en España.
Este proceso de fabricación dura unos 15 días y siempre se hacen dos tablas a la vez: mientras una seca, se elabora la otra. Ya llevan 20 tablas y “todas tienen algo especial, no son como las de fibra, todas blancas, cada una es un mundo, al darle la resina, las diferentes texturas y colores que tiene la madera, las hace únicas”, dice Trigo. Y muy difíciles de encontrar, ya que en España solo cuatro o cinco personas, aparte de los fabricantes de Camiño do Río, fabrican con madera.
En el extranjero se encuentran muchas más, pero a precios astronómicos. Trigo cuenta: “Estamos haciendo una que tiene 1,60 metros de alto, corta, muy parecida a una que hay en Inglaterra, allí vale 2.050 libras y nosotros la vendemos por 600 euros, porque es para un amigo además. No tenemos un precio establecido pero los longboards los vendemos por alrededor de 1.000 euros. En comparación con otras marcas de madera son muy baratas. Menos de 600 euros no compensa por material y tiempo”.
Un surf más tranquilo
¿La diferencia entre una tabla de madera y una convencional? Todo. Según Trigo “es otro surf, más tranquilo. Con una tabla de madera pillas la ola, te pones encima y ya estás firme sobre el agua, no tienes que equilibrarte, vas solo, es una sensación totalmente diferente”. La estabilidad que dan las tablas de madera, debido a su peso, las hace perfectas para empezar a surfear y sentir más el contacto con el mar, por la parte artesanal y ecológica que conlleva.
Camiño do Río ya tiene el apoyo de la escena local de surf y hay tiendas que han empezado a interesarse por su trabajo, aunque Trigo dice que “las tablas también tienen que estar en el agua para que la gente las vea, las palpe, las sienta, las pruebe”.
De momento no son una empresa, Trigo y Pichi tienen sus respectivos trabajos, aunque su sueño es dedicarse en exclusiva a las tablas de madera y aseguran: “por ahora llevamos solo 20, cuando llevemos 100 hablamos de nuevo y a ver qué pasa”.