¿Usas cremas faciales? seguro que cometes alguno de estos errores

¿Usas cremas faciales? seguro que cometes alguno de estos errores

No limpiar bien la cara antes de aplicarlas A veces no nos desmaquillamos correctamente o no caemos en que podemos tener sudor después de un largo día. Es imprescindible hacer una buena limpieza del rostro para que los productos funcionen adecuadamente, ya que cuantas más impurezas, peor funcionarán las cremas que nos apliquemos por su […]

No limpiar bien la cara antes de aplicarlas

A veces no nos desmaquillamos correctamente o no caemos en que podemos tener sudor después de un largo día. Es imprescindible hacer una buena limpieza del rostro para que los productos funcionen adecuadamente, ya que cuantas más impurezas, peor funcionarán las cremas que nos apliquemos por su dificultad a la hora de ser absorbidas.

Aplicar la crema presionando demasiado

Tendemos a pensar que si apretamos mucho en la aplicación de los productos sobre la cara, funcionarán mejor. Frotamos fuertemente con la esperanza de que funcionen antes, pero estamos equivocados. El director de Laboratorios Válquer, José Luis Cerrillo, explica que “lo conveniente es realizar un suave masaje en el rostro, siempre desde dentro hacia fuera y en la zona del contorno de los ojos, desde fuera hacia adentro; siempre en un único sentido”. También indica que es preferible aplicarlo con que pequeños toques, porque de lo contrario, podríamos “desplazar los tejidos y a la larga perderíamos elasticidad”.

Cambiar constantemente de productos

Esperamos ver los efectos de las cremas YA -sobre todo si las anuncian como ‘producto milagro’-. De ahí que si en dos o tres semanas no vemos cambios notables, nos cansemos y probemos con otra “a ver si va mejor”. Esto es un gran fallo, ya que al aplicar diversos principios activos podemos llegar a ‘ahogar’ la piel y a provocar la dilatación de nuestros poros. Debemos ser constantes y aplicarnos la misma crema durante al menos dos meses para comprobar los resultados.

Aplicarte demasiado producto

Una vez más, si nos echamos mucha crema seguramente es porque pensamos que así rejuveneceremos -o para lo que sirva la crema empleada- antes. Si aplicamos un exceso de producto, tardará más en ser absorbido por la piel y, de nuevo, los poros pueden taponarse, dando lugar a los famosos brillos faciales por la superhidratación que hemos provocado. “Lo ideal es elegir la cantidad justa para que se absorba con facilidad” dependiendo del “tipo de piel, si es grasa, si es seca, la edad, etc.”, aclara Cerrillo.

No ser constante

No vale echarse la crema cada tres días o cuando te acuerdes. Seguro que alegas que no tienes tiempo, pero en aplicarse un producto facial apenas se tarda y más si tenemos en cuenta que cuando mejor funciona es antes de dormir, por lo que lo tenemos fácil para dedicarnos un ratín a nosotros mismos. El cuidado ha de ser diario, si no, es como si no estuviésemos empleando la crema y no obtendremos resultados.

Dejar de echarte crema de protección solar cuando el verano acaba

Nos acordamos de las cremas con factor solar cuando llega el verano o, directamente, sólo cuando vamos a la playa. Una vez finalizada esta estación, si te he visto, no me acuerdo. No debemos olvidar que el sol sigue incidiendo sobre nuestra piel el resto de épocas del año, por ello es imprescindible comprar cremas faciales que contengan protección contra los rayos UVA, aunque sea con un factor bajo. De lo contrario, estamos expuestos a sufrir daños solares como la aparición de manchas.

Fiarse de las cremas que otros han probado

Este punto es parecido al de los medicamentos -en ese caso más grave, claro -. Una amiga te recomienda algo que ha probado y le ha funcionado y tú, que no vas a dudar de tu compañera, vas y te lo compras para ver si tú también notas esos efectos maravillosos de los que te ha hablado. Ten en cuenta que tú y tu amiga no tenéis la misma piel -por muy bien que os llevéis-. Lo ideal es que preguntes a un experto o te asesores previamente para ver qué es lo que necesita tu piel y comprar un producto que se adecúe a tus necesidades cutáneas.

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