Dicen que detrás de todo gran hombre hay una gran mujer. En el ámbito profesional, también es así.
La historia ha dejado algunos casos para el recuerdo, como cuando en los años 60
Gabriel García Márquez se embarcó en la aventura de escribir la obra que le catapultaría al éxito internacional, ‘Cien años de soledad’, y su mujer, Mercedes Barcha, fue el sustento económico del escritor, que por aquel entonces pasaba por serias dificultades.
En la misma época, aunque sin problemas de dinero,
Jackie Kennedy tomaba las riendas de la Casa Blanca mientras
su marido John auguraba un futuro prometedor como presidente de Estados Unidos. Fue ella quien revolucionó estéticamente el hogar presidencial,
rescatando retratos originales de Thomas Jefferson y Benjamin Franklin, pero sobre todo cambiando el protocolo de recepción (Jackie organizó decenas de encuentros y cenas con representantes de la vida política y cultural) y haciendo del Despacho Oval una gran sala de estar.
La historia del automóvil tiene también a su mujer protagonista, y no precisamente en un capítulo cualquiera, sino
en el origen del coche tal y como hoy se conoce. Antes de casarse con
Karl Benz, el inventor del primer automóvil con motor de gasolina, y en consecuencia adoptar su apellido, a
Bertha Ringer (Alemania, 1849) ya se le iluminaban los ojos cuando su padre, un carpintero que a base de esfuerzo logró alcanzar un elevado estatus social, le enseñaba el funcionamiento de la locomotora.
Julio Huete
Sus orígenes fueron acomodados, pero ello no le hizo heredar el conservadurismo de las familias nobles alemanas del Gran Ducado de Baden. Más bien todo lo contrario. Con tan solo nueve años, Bertha ansiaba conocer, y su terquedad, en el buen sentido, la llevó a entrar en una de las llamadas “escuelas para hijas de la alta sociedad” de la ciudad. Algo meritorio, teniendo en cuenta que
por aquel entonces a las mujeres se les negaba el acceso a la educación superior.
Atractiva, inteligente y exitosa, a Bertha no tardaron en pretenderla varios jóvenes de bien. Pero ella estaba en otro guión, uno que ella misma se había empeñado en dirigir para sorpresa e incluso desesperación de su entorno.
Su carácter emprendedor motivó que invirtiese parte de su patrimonio en una compañía constructora de hierro, algo poco frecuente en las mujeres del siglo XIX. Fue entonces cuando Karl Benz, que comenzaba a dar sus primeros pasos como ingeniero, se cruzó en su camino en una excursión en autocar organizada por el Eintracht Club. Como si el destino hubiese decidido que un automóvil fuese el escenario de su película romántica, se casaron el 20 de julio de 1872.
Gentleman
Tras invertir todos sus ahorros para la construcción de los proyectos de Benz, su padre le advirtió de las nefastas consecuencias que podría tener su decisión. No le importó. Si algo había aprendido de él, es que el éxito solo llega a base de trabajo. De este modo,
el primer carruaje de Benz fue finalizado en 1885. El resultado fue un coche de tres ruedas propulsado por un único cilindro de 2,5 caballos de fuerza, capaz de alcanzar los 40 kilómetros por hora.
BERTHA TOMA LA CARRETERA
Tras años de duro trabajo y contratiempos, en los que Bertha Benz compaginó las tareas del hogar con los proyectos automovilísticos de su marido, a quien nunca abandonó pese a sus continúas depresiones y repentinos cambios de humor, se registró una patente para el
Benz Patent Motor Car. Sin embargo, para sorpresa de la familia Benz, con cuatro hijos ya en su haber, nadie estaba interesado en comprarlo. Karl, agotado, barajó la opción de abandonar su comercialización. Fue entonces cuando su esposa decidió, una vez más, tomar las riendas de su futuro. Sin meditarlo, una mañana de agosto de 1888 y sin consultar con su marido –un auténtico pecado en aquella época–, cogió el Benz Patent Motor Car, montó a dos de sus hijos (Richard y Eugen, de 13 y 15 años respectivamente) y
partió desde Mannheim hasta su natal Pforzheim, convirtiéndose en la primera persona en conducir un automóvil a larga distancia. Concretamente recorrió 194 kilómetros.
Estrategia, coincidencia o simplemente suerte, la repercusión mediática fue tan grande que el coche creado por Benz comenzó a sembrar el éxito que posteriormente cosecharía. Muchos espectadores empezaron a interesarse por su precio, otros pidieron un paseo de prueba.
Tras la hazaña, la pareja introdujo varias mejoras en el coche en base a las experiencias del trayecto. Fue el comienzo de una historia de éxito que aún perdura.