Carlos Cuevas, un valor seguro del cine español
Recuerdos del campo pero en plena ciudad; un soplo de aire fresco lleno de vitalidad. La misma que irradia el actor Carlos Cuevas en esta producción de la mano de Louis Vuitton. Estilismo: María Larrú.
El mismo año que Carlos Cuevas nacía (Moncada y Reixach, Barcelona, 1995), una campaña de publicidad reconocía con las siglas JASP a los jóvenes sobradamente preparados. Y Cuevas, sin duda, es uno de ellos. Perfeccionista –”lo he sido mucho, pero he entendido que la imperfección y los fallos también son bonitos”–, su currículum –con películas como El 47 y series como Merlí o Smiley– no para de crecer desde que empezó de niño en este oficio.
Aquello que comenzó como un juego, hoy nos descubre a una de las figuras más respetadas y también con mayor proyección de nuestra ficción que, eso sí, reivindica la formación permanente: “Creo mucho en ello, me he esforzado en seguir formándome para seguir creciendo en esta profesión”. Enlaza trabajos con la misma naturalidad con la que posa ante la cámara. Después de varios meses grabando en Madrid, ahora vuelve a su Cataluña natal para afrontar un final de año y un comienzo del siguiente cargado de proyectos… y quién sabe que si alguno de ellos vinculado con el teatro, el espacio donde Carlos Cuevas reconoce sentirse especial porque, dice, “estoy cerca del público”.

Es uno de los actores que marca el futuro del cine español. ¿Supone una presión añadida a su trabajo?
Para nada. Primero, porque no sé si es así, y luego, porque confío tanto en mi formación y en la experiencia que tengo que cada paso que se me propone avanzar me siento preparado para hacerlo. No me ha pasado todavía que me ofrezcan algo que me siento incapaz de asumir. Es cierto que mi carrera siempre ha ido en una línea ascendente, pero con bastante progresión y que yo era capaz de asimilar. Entonces, ahora que estoy a punto de cumplir 30 años, me siento ya como un actor adulto, con muchas herramientas, con mucha ilusión y bicho, pero con oficio…
Representa a una generación un poco diferente en su formación a cómo entendíamos el mundo del cine, de la interpretación. ¿Están ustedes más preparados?
No lo sé. Yo creo que antes la mayoría pasaba por escuelas de arte dramático; la formación era una cosa muy seria. Ahora, hay gente que ha trabajado mucho sin pasar por las escuelas –estos talentos emergentes han existido siempre, pero no como en la actualidad–. Mi caso es muy particular porque me he formado mucho trabajando. Lo he hecho desde niño y esa ha sido mi escuela, mi añadido y un colchón de seguridad que me ha hecho trabajar muy cómodo siempre.

Y eso probablemente es la razón de que siempre se le vea cómodo ante la cámara.
Yo no arranqué en esta profesión teniendo que ganarme el sueldo, y siempre la contemplé desde el juego, desde la diversión. Es donde se puede entender cómo me relaciono con un set de rodaje. Ayer, por ejemplo, estaba grabando y, al entrar en el plató, que siempre tiene un olor muy reconocible, me dije que ‘este olor me resulta familiar… hace tantos años que huelo esto’. Y es que son muchas horas de vuelo.
Entonces, usted se saltó ese paso en el que uno dice aquello de ‘quiero ser actor’…
De pequeño no sabía que existía el oficio de actor. A mi me llevaban de pequeño al teatro, me gustaban los espectáculos de payasos, de teatro infantil; tenía ídolos cinematográficos, yo quería ser Robin Williams. Me fui dando cuenta que era una profesión a medida que iba trabajando.

Y ahora que está asentado en la profesión, ¿qué es lo que tiene que evolucionar en la capacidad de trabajo de Carlos Cuevas?
Tengo ganas de que me dejen explorar personajes o facetas que no han sido descubiertas. Las tengo porque están en mi carácter y mi vida personal y quiero explorar cosas diferentes; tengo ganas de ponerme en riesgo, de que me muevan la silla.
Ese miedo escénico del que siempre se habla, para usted es una apuesta para conquistar nuevos espacios.
Totalmente. El miedo escénico lo llevo muy bien, he hecho mucho teatro y lo sigo haciendo, y debo reconocer que me excita la presencia del espectador, me motiva mucho más. Incluso cuando estoy rodando, considero al equipo técnico como un espectador, me sirve para motivarme, que no trabajamos solos, que hay que llegar al espectador.

¿Por qué la gente le reconoce por las series y las películas y le cuesta pensar en usted como actor de teatro?
Porque sencillamente tienen más visibilidad y hay más medios, y también que el público que asiste al teatro es menor. Aunque debo decir que en Cataluña no me pasa tanto.
¿Qué diferencias encuentra en los trabajos que se hacen en Cataluña y los de Madrid?
Yo creo que el talento es igual, pero aquí veo un componente más de industria, y en Cataluña, quizás por una falta de medios o de capacidad, es algo más artesanal. Pero el talento está en todas partes.

Hablemos de retos, ¿Con quién te gustaría trabajar y a dónde te gustaría llegar?
Con los directores y directoras que admiro profundamente y a contar historias que a mí me interpelan en lo personal, en lo ideológico o como ciudadano.

Y esos directores, ¿quiénes son?
Pues me encanta Fernando León de Aranoa, pero también Isabel Coixet, y admiro a Carla Simón y a mucha gente como Alauda Ruiz de Azúa, grandísima directora. Me encantaría trabajar con Pedro Almodóvar. Es alguien tan importante y que ha hecho tanto por el audiovisual de este país que poder vivir esa experiencia creo que es algo muy bonito. Pero más allá de esos nombres, el sueño es hacer historias con las que a alguien que quieres mucho le dices ‘ve a verla’. No porque esté yo, sino por la temática de la película u obra de teatro. Ese es el objetivo.
De lo que ha hecho hasta ahora ¿con qué se siente más orgulloso?
Con El 47, una película del pasado año con un buen plantel de actores, premio Goya y que habla de mi ciudad. Es una película que tiene un componente social… Todos queremos hacer cine de autor con medios.
¿Le gustaría profundizar y que su carrera se desarrollara en otros países?
Sí, porque me siento muy cómodo. He hecho tres proyectos fuera y este verano estrené en el Festival de Locarno una película junto a William Dafoe, que está por estrenar en España y en Europa. He rodado también para la BBC Internacional. La primera vez me temblaban un poco las piernas porque al hablar en inglés la capacidad de improvisar es diferente.
¿Y prefiere Europa o le gustaría probar en Estados Unidos?
A priori, por mi gusto y por ir dando pasitos, prefiero Europa; el cine europeo está a un nivel altísimo. En EE.UU. han tenido el dinero, el músculo, pero si hablamos del cine europeo, de Francia, de Italia, de Godard, Fellini, Truffaut, Visconti, el cine europeo es muy potente. Hay un refrán que siempre tengo presente, el de ser cabeza de león y cola de ratón, para decir que yo prefiero hacerme un lugar aquí que es mi país, mi casa, y trabajar en una lengua que conozco.

Eso me lleva a la siguiente cuestión: ¿Cómo ve usted el momento actual del cine español? ¿Hemos mejorado en las historias?
El cine español está en un momento maravilloso, tanto en taquilla como en el circuito de festivales y de premios.
¿Cuál es su mejor cualidad y en qué cree que debe mejorar?
Destaco la capacidad de trabajo, lo terco que soy. Tengo mucho aguante, algo bueno para soportar 11 horas en los rodajes Hay una frase mítica sobre el cine, la de que te pagan por esperar… y yo le añado la coletilla ‘y por estar perfecto en los cinco minutos que te dan para hacer lo tuyo’. Y lo que tengo que mejorar es que yo antes me enjuiciaba en exceso y ahora soy más benévolo conmigo mismo. También he sido muy impaciente, pero ahora acepto tanto la incertidumbre de este trabajo como el no tener el control de todo.
Maquillaje y peluquería: Mara Fervi (Another Agency).
Asistente de fotografía: Germán Arbós.
Técnico digital: Luis Spínola.
Localización: Plató Cenital
(C/ Santa Hortensia, 16-18, Madrid)