Gilbert & George: la verdadera elegancia reside en el humor
En más de medio siglo de convivencia y praxis, Gilbert & George han articulado un relato antiarte, vivo y decididamente humano; pero, al mismo tiempo, poético e irreverente. Como un meteorólogo escudriña el clima, ellos observan su calle en el East End londinense –próxima al multicultural Brick Lane Market-, rebosando vida pero, también, inmundicia y […]
En más de medio siglo de convivencia y praxis, Gilbert & George han articulado un relato antiarte, vivo y decididamente humano; pero, al mismo tiempo, poético e irreverente. Como un meteorólogo escudriña el clima, ellos observan su calle en el East End londinense –próxima al multicultural Brick Lane Market-, rebosando vida pero, también, inmundicia y desesperación. Destilado con humor mordaz, su ‘arte para todos’ está inspirado en tal realidad y sus contrastes, pero también en la religión, el sexo, la muerte...
Invitados de honor de la 64 edición de BRAFA, la feria de arte bruselense, su flema, su carisma y su armoniosa simbiosis –tal que Jano, dios bifronte de la mitología romana-, provocaron auténtica expectación. Sus cinco obras de gran formato, dispuestas estratégicamente en el salón, pusieron la guinda.
En 1967, recién llegado al elitista Saint Martin’s School of Arts, el italiano Gilbert Prousch (Dolomitas, 1943) coincidió en el taller de escultura con un espigado, glamuroso y excéntrico británico, George Passmore (Devon, 1942), estudiante de tercer año. Fue un flechazo. Descontento con el formalismo impartido, George se fue y Gilbert le siguió.
Y así empezó una ‘larga marcha’ por su independencia artística, orgullosos de su condición de 'outsiders'. Eso sí, enfundados en sus trajes. Desde sus primeras propuestas públicas, como 'Singing Sculpture' (1969), en Londres, su empeño ha viajado a Tasmania y Nueva York pasando por Beijing o Finlandia.
Gilbert & George son un todo inseparable: dos hombres y un único artista. Son lo que hacen, apelando a los sentimientos del espectador, además de a su intelecto, fieles a su impronta librepensadora y vitriólica, a su cuidada apariencia de gentlemen o a su relación especular con su obras, a las que siempre se asoman de un modo u otro.A efectos artísticos, ¿les preocupa levantarse por la mañana sin su sentido del humor a punto?
Jamás nos hemos planteado ir al estudio con un determinado nivel de sentido del humor… Es más: procuramos llegar con la mente en blanco, evitando así plasmar desde nosotros. Celebramos el hecho de ser artistas y de proporcionar al espectador una posibilidad de cambio. En general, somos optimistas: ni criticamos todo ni estamos en contra de nada. En cualquier caso, todo lo que hemos hecho nos ha guiado; es decir, nos ha aportado sentido y dirección.¿Su naturalidad o su falta de hipocresía les han deparado enemigos?
Sin duda. Y son innumerables: el 'establishment' artístico, la academia, los políticos, los sacerdotes, los museos…¿Se han sentido en algún momento como chamanes o exorcistas?
No somos nada de eso, pero sí sabemos algo que quizá el resto no sepa. Somos ‘exploradores’, pero también lo son los espectadores de nuestra obra: nos gusta pensar que vamos de la mano. No queremos ser del todo raros, tal y como lo pretenden la mayoría de artistas, pero tampoco normales, ¡porque casi todo el mundo lo es!¿Es posible expresar en pocas palabras su propuesta moral y/o ética frente a las religiones?
Creemos en el ser humano y en el poder de la cultura para cambiarlo y que se sienta libre y seguro. El hecho de matar en nombre de una religión es motivo suficiente para prohibirla. Por otra parte, hay que descriminalizar el sexo. Paradójicamente, todo el mundo trata ahora de rescatar al planeta, pero en demasiados países hay seres humanos en las cárceles, aguardando incluso su ejecución, ¡por haber tenido sexo! Es escandaloso.La retícula –como razón áurea-, que estructura sus obras, ¿obedece a alguna lógica o fórmula matemática?
Empleamos el sistema de cuadrícula, efectivamente, pero como el sistema que rige la vida, que dividimos en años, en meses, semanas, días, horas y minutos… Al principio, cuando empezamos, solo podíamos comprar hojas de papel de 40x50 o 50x60 centímetros. Lo que hacíamos era situarlas las unas con las otras, tal que ladrillos, hasta completar incluso un muro de 30 metros... Esta solución nos permite montar y desmontar una obra, meterla en cajas y transportarla sin riesgo hasta el fin del mundo para volver a desplegarla.
¿Se sienten como peripatéticos, en sentido aristotélico, paseando por el East End?
Como individuos, nos gusta sentir y celebrar la vida en cada momento, y constatar cómo muda el mundo. Sin embargo, como artistas, nos gusta sentirnos ‘desnudos’ y sin prejuicios para verlo tal y como es en realidad. Evitamos todo lo que nos distraiga o contamine. Por eso no vamos al cine –en una película te expones a una interpretación ajena- ni a un concierto, ni a museos o galerías. Aun así, solemos ver la televisión puntualmente a las 17:50 -la hora de las noticias- para saber qué hace el enemigo…¿Qué temáticas no han tratado aún y amenazan con hacerlo?
Asuntos que seguro darán con nuestros huesos en la cárcel… Estamos trabajando todavía. Aún es pronto.¿Cuánto de martillo -tal y como Nietzsche mantenía filosofar- hay en sus propuestas?
Preferimos a los filósofos británicos: son más humanos, y al final no se suicidan… Nos interesa la filosofía desde otro punto de vista: de hecho, hace un año compusimos 'Fuckosophy', es decir, qué le den a eso, a lo otro…, un texto de unos 5.000 registros del uso de la palabra 'fuck'. Y estamos ultimando ya 'Godology', de God (Dios), otra retahíla semejante: Dios esto, Dios lo otro… Hacemos así lo posible por transcribir nuestra visión, que no es otra cosa que el grito de la razón.¿Qué podrían sugerir para visionar sus obras? ¿Quizá un sillón de orejeras, un 'chesterfield', quizá bicicleta estática…?
Probablemente lo más apropiado sea un vibrador… Preferimos los deportes 'indoor'.Siempre impecables, como genuinos 'gentlemen'. A propósito, ¿es rico su sastre?
Teníamos un sastre judío alemán cerca de nuestra casa, pero falleció. Después fuimos clientes de Mr. Chapman y, más tarde, de un tercero, hasta que ambos se jubilaron. ¡Todos grandes sastres! El último se fue a vivir a Portugal: le entusiasmaba el golf. Curiosamente, sus hijos no han cogido el testigo.