Jackie Kennedy, un icono permanente

Jackie Kennedy, un icono permanente

“Dejen que los estadounidenses vean lo que nos han hecho”. Y volvió la cara, llorando, con el traje rosa de tweed de Chanel cubierto de sangre. Jackie Kennedy (1929-1994) no quiso cambiarse de ropa tras el asesinato de su marido, John Fitzgerald Kennedy, el 22 de noviembre de 1963, en Dallas. Dos días antes, el […]

“Dejen que los estadounidenses vean lo que nos han hecho”. Y volvió la cara, llorando, con el traje rosa de tweed de Chanel cubierto de sangre. Jackie Kennedy (1929-1994) no quiso cambiarse de ropa tras el asesinato de su marido, John Fitzgerald Kennedy, el 22 de noviembre de 1963, en Dallas. Dos días antes, el presidente de los EEUU había seleccionado personalmente ese vestido que su esposa luciría en un almuerzo en Texas durante la campaña electoral para su reelección. “Viste sencilla, muéstrale a estos tejanos lo que es el buen gusto”, le dijo durante las pruebas de vestuario, cuenta el periodista William Manchester.

A las 11.40 horas de ese terrible día, el Air Force One había aterrizado en el aeropuerto y comenzaba una comitiva presidencial por la ciudad. Apenas 50 minutos después, en la esquina de Houston Street con Elm Street, dos disparos acabaron con la vida de JFK. Ese día no solo murió un presidente de los EE UU, el cuarto de la Historia asesinado mientras ejercía sus funciones, también los estadounidenses lloraron con una de las imágenes icónicas del siglo XX. El dolor de una primera dama con su marido en brazos en un Lincoln X-100 descapotable conmocionó al mundo y creó el mito. “Él (John) ni siquiera tuvo la satisfacción de ser asesinado a causa de los derechos civiles…, tuvo que ser por un pequeño y tonto comunista”, dijo Jackie años después. Ella no quiso quitarse el Chanel rosa manchado con sangre, quizá porque sabía que, desde aquel día, sería para siempre la Primera Dama más importante de la historia de su país.

El sueño americano

Jacqueline Lee Bouvier nació en Southampton (Nueva York, 1929) en una familia acomodada de un padre corredor de bolsa y una madre de ascendencia irlandesa. Su abuelo fue superintendente de las Escuelas Públicas de Nueva York, por lo que en su casa la educación exquisita siempre fue algo innegable. Sus padres se divorciaron en 1940, pero vivió una adolescencia tranquila, entre escuelas de la alta sociedad y montando a caballo. Su elegancia ya le hizo destacar cuando en 1947 el periódico Hearst la apodó como la “debutante del año” al cumplir los 18 años. Su época universitaria la pasó entre Nueva York, Washington y Francia, en Grenoble y la Sorbona de París, donde se graduó en literatura francesa.

“Quiero el mínimo de información dada con la máxima educación”, era una de sus máximas. Quizás esta corrección absoluta y de autoexigencia hizo que muy pronto fuera contratada en el periódico The Washington Times-Herald como fotógrafa. Jackie se movía con soltura entre los círculos de jóvenes exitosos de la capital. Llegó a estar comprometida con un joven corredor de bolsa durante tres meses, pero en una cena en 1952 organizada por el periodista Charles L. Bartlett conoció a un joven político que, por entonces, se estaba postulando para el Senado de los EE UU.Era John Fitzgerald Kennedy.

Comenzaron una relación de pareja de manera pausada, hasta que a mediados de 1953 anunciaron su compromiso. Jackie llegó al altar de la iglesia de St. Mary en Newport (Rhode Island) completamente enamorada. “Creo que debería haber sabido que él era algo mágico todo ese tiempo, pero no lo sabía. Debería haberme dado cuenta de que iba a ser mucho pedir que envejeciéramos juntos para ver a nuestros hijos crecer. Así que ahora él es una leyenda, aunque hubiera preferido ser un hombre”, contó Jackie tras la muerte de su esposo.

Jackie pronto se quedó embarazada, pero primero sufrió un aborto natural y, después, en 1956, daba a luz a una hija muerta, Arabella. En 1957 llegó su hija Caroline y, en 1960, John-John. Justo ese año, su marido John había vencido a Richard Nixon en la elecciones para convertirse un año después en el presidente número 35 de los EE UU. Su imagen de pareja de jóvenes demócratas con un futuro prometedor ayudó para su ascenso a la Casa Blanca y para que Jackie se convirtiera en la Primera Dama más joven de la Historia, con 31 años.

El estilo de una Primera Dama

La llegada de los Kennedy a Washington fue celebrada entre los círculos de la alta diplomacia estadounidense. La familia perfecta había alcanzado el poder y, además, contaba con una esposa discreta, bella y elegante. Jackie trabajó sus primeros meses como nueva inquilina de la Casa Blanca centrada en redecorar el hogar presidencial. Incluyó muebles auténticos y obras de arte, rescató retratos originales de Thomas Jefferson y Benjamin Franklin, cambió el protocolo de recepción y convirtió el Despacho Oval en una gran sala de estar. Junto a su marido organizaban decenas de encuentros y cenas con representantes de la vida política y cultural; los Kennedy se habían convertido en la primera familia de la realeza americana. Todo lo que hacía o vestía Jackie era objeto de noticia, aunque siempre mantuvo en un segundo plano, alejados de la prensa, a sus hijos. “Voy a ser esposa y madre primero, después Primera Dama”, dijo.

Su gusto refinado fue imitado por las mujeres de la alta sociedad estadounidense, siempre vestida con trajes de diseñadores franceses, lo que provocó críticas desde las firmas americanas. Givenchy, Dior, Chanel, Bob Bugnand o Federico Forquet eran sus modistos de cabecera; tan solo el americano Norman Norell la vistió en alguna ocasión. Pero fue sobre todo Oleg Cassini, que fue novio y modisto de otra mujer contemporánea de Jackie, Grace Kelly, el diseñador que la acompañó en los grandes eventos de su vida presidencial.

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Con Jackie se pusieron de moda los vestidos de cintura ajustada y faldas con vuelo, los colores pastel como el rosa o el amarillo, aunque sorprendió en más de una ocasión con un atrevido rojo. Los collares de perlas y los sombreros pill box siempre estarán unidos a la imagen de Jackie Kennedy, así como los pantalones capri que popularizó junto a Audrey Hepburn o Doris Day.

Jackie Kennedy fue también un icono de estilo para época. Puso de moda los vestidos de cintura ajustada, faldas con vuelo y los colores pastel

“Existen dos tipos de mujeres: aquellas que quieren poder en el mundo y las que quieren poder en la cama”, comentó en una ocasión. Y así fue su vida como Primera Dama, manejando el poder discreto que se le había dado, “una gran trabajadora” dijo de ella Lady Bird Johnson, esposa del entonces vicepresidente Lyndon B. Johnson. Tan solo algunas críticas aparecieron en la prensa durante su estancia en la Casa Blanca, como cuando se le acusó de gastarse más de 30.000 dólares en un día de compras en París, o su posición hierática ante las supuestas infidelidades de su marido con varias mujeres. “No creo que existan hombres que sean fieles a sus esposas”, comentó.

En 1963, dio a luz a su segundo hijo varón, Patrick. El niño murió a los dos días, cuando la pareja no pasaba su mejor momento, pero Jackie abandonó el hospital cogida de la mano de su marido John. Esta imagen silenció todos los rumores y, según sus biógrafos, reforzó la relación con JFK. Fue un acto de cariño poco habitual en los Kennedy, acostumbrados a no mostrar su afecto en público. A los tres meses, el presidente de los Estados Unidos fue asesinado. Desde entonces, pocas veces se la vio vestir de color rosa.

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