Jean Marie del Moral, el gran maestro del retrato y el reportaje
La riqueza y variedad de la obra de Jean Marie Del Moral son el resultado de la riqueza y y variedad de su vida, determinada por estas cuatro cuestiones fundamentales. La primera, la dramática historia de sus padres, dos republicanos españoles que llegaron a Francia en 1939 a través del campo de concentración de Argelès-sur-Mer […]
La riqueza y variedad de la obra de Jean Marie Del Moral son el resultado de la riqueza y y variedad de su vida, determinada por estas cuatro cuestiones fundamentales. La primera, la dramática historia de sus padres, dos republicanos españoles que llegaron a Francia en 1939 a través del campo de concentración de Argelès-sur-Mer y se quedaron en el país vecino hasta la muerte del dictador Franco, en 1975.
La segunda, consecuencia de la primera, es la condiciñon de hispanofrancés de Del Moral, una doble identidad enriquecedora, pero también incómoda y escindida. La tercera cuestión fue el descubrimiento adolescente de tres pasiones que han alimentado siempre su espíritu y trabajo: arte, cine, y literatura.
La cuarta es el nomadismo, las ganas o la necesidad de viajar, que le han llevado a recorrer gran parte del planeta. Por herencia familiar –a la que siempre ha sido leal– , Del Moral es la encarnación de aquella España republicana, utópicamente valiente, que la guerra civil y el franquismo destruyeron, quién sabe si para siempre.
La condición de hijo de exliados ha determinado su personalidad y su obra, la de un hombre noble y de trato afable, bien construido moralmente, que de vez en cuando suelta algún coletazo temperamental que delata tanto su espíritu mediterráneo como unas convicciones éticas y estéticas muy profundas. Jean Marie Del Moral sonríe mucho, y ríe a menudo. La calidez con la que abraza la vida empapa a menudo de empatía las fotos de este magnífico artista y grandísima persona.
¿Qué recuerda con más nitidez: la marca de su primera cámara o el contenido de la primera instantánea en blanco y negro que reveló?
Mi primera foto con 12 años: la de mi canario en su gabia a contraluz.¿Cómo se llama la mejor escuela que existe para aprender este oficio?
La mía fueron los museos, las bibliotecas, las salas de cine, la calle, la gente, la vida...
¿Quién es el máximo responsable a la hora de atrapar una imagen inolvidable: el azar, la paciencia o la alta sensibilidad de la mirada del cazador?
La combinación de las tres y algo más.... Algo que resulta muy complicado de explicar, y que uno no es consciente de predecir ni siquiera en el instante de apretar el gatillo.Qué es más complicado de expresar con un “¡click!”: la belleza, el amor, o la verdad?
Belleza, amor o verdad no son tan difíciles de captar, son los tópicos de la fotografía, pero ese plus de poética y misterio que hacen de una foto algo único, no sucede a menudo y está a la altura de muy pocos.
¿Quién manda en la yema de sus dedos a la hora de realizar una foto: el cerebro o su corazón?
El ojo que reúne, a la vez, el cerebro (la lucidez), y el corazón (la emoción).Se lo pregunto completamente en serio. ¿Qué actividad tiene más en común con la suya: la de notario, mago, forense, o 'voyeur'?
Ja, ja, ja. Todas esas actividades tienen algo que ver, pero se olvidó usted de citar el colectivo más fraternal para mi: los poetas.
La invasión de la tecnología digital ha provocado la adicción de millones de seres a retratar cualquier instante banal de su vida cotidiana, para un segundo después echarlos a volar –vía móvil o Internet– rumbo a las pantallas de su tribu ¿Cuál es su reflexión sobre este fenómeno?
Egos hipertrofiados, vanidad, tonterías. A mi me encanta que la gente haga fotos sin cesar, inconscientemente.“Una imagen vale más que mil palabras”. ¿Por qué?
Niego la mayor. Mil imágenes son mil palabras. Siempre.