José Pizarro más allá de los fogones: la espectacular casa del chef en Zahara de los Atunes

“Este es mi lugar de escape”, confiesa José Pizarro desde la terraza de su casa en Zahara en los Atunes (Cádiz). Un edificio de corte racionalista que desafía la ley de gravedad, encaramado en un acantilado frente al inmenso azul de las aguas del Estrecho de Gibraltar. “La compramos en 2022”, explica el chef, que llevaba un tiempo buscando una propiedad en la que pudiera compaginar descanso y negocio.

“Estuvimos a punto de adquirir otra en Aracena (Huelva), pero la operación no salió adelante. Mi padre siempre decía que todo en la vida tiene un sentido y sucede por un motivo. Al final iba a tener razón. Al menos en este caso. Porque mi sobrino, que trabaja con nosotros, me dio el aviso sobre esta”.

La relación del chef Pizarro con Zahara de los Atunes no es nueva. “Yo soy extremeño. Mis padres eran ganaderos y no tenían vacaciones, de modo que en verano me mandaban con mis tíos a Zahara de los Atunes. Por eso este sitio siempre ha estado en mi corazón, por su luz, su gente, su comida, su sabor… Volver aquí ha sido para mí una maravillosa ilusión”.

El regreso de José Pizarro y su marido, el británico Peter Meades, a Zahara, ha tenido lugar por todo lo alto. Ambos han adquirido una de las casas mejor localizadas, proyectada por el arquitecto Alfonso Alzugaray. Un chalet de ensueño, con una sala acristalada con vistas al océano, que semeja un navío, y que cuenta con todas las comodidades: una piscina con fondo infinito, gimnasio, una cocina futurista, office, sala de TV y baño privado y terraza en todas las habitaciones.

“La casa es maravillosa porque se proyecta al mar. En un lugar como Cádiz, es la mejor solución posible”, razona Pizarro. Desde el largo salón comedor, totalmente acristalado, se aprecia la Playa de los Alemanes, una de las más bonitas de la zona, que se encuentra a tan solo cuatro minutos andando. Y si se echa la vista más allá, el continente africano: el puerto de Tánger y la costa marroquí distan apenas 30 kilómetros de Iris Zahara, que es como se llama la casa.

“Tuvimos que intervenir para que la vivienda estuviera en las mejores condiciones para alojarnos cómodamente y recibir a nuestros amigos”. Entre otras cosas, Pizarro y Meades se aseguraron de que no hubiera nuevas construcciones en el entorno adquiriendo las parcelas vecinas. También arreglaron las superficies externas –“muy castigadas por el salitre”– y rediseñaron los jardines, en una propuesta muy ambiciosa tratándose de una propiedad con una pronunciada pendiente. De hecho, el equipo de jardineros trabaja con arneses para evitar los accidentes. “Así como se habla de la viticultura heroica, esto es jardinería heroica”, bromea Meades. Otro detalle que da fe de la inclinación del terreno es el funicular que se utiliza para llegar desde el parking de la casa, a pie de calle, hasta la vivienda propiamente dicha.

Todas estas intervenciones están orientadas, lógicamente, a un mejor disfrute de Iris Zahara por parte de sus propietarios y amigos. “Para los que venimos de un clima como el de Londres, llegar a Zahara de los Atunes, que tiene una temperatura anual media de 19ºC, es una bendición”, celebra el cocinero.

“Podemos escaparnos en cualquier momento, porque además tenemos vuelos directos desde Londres a Gibraltar, que tiene aeropuerto internacional”, explica Pizarro. En cualquier caso, la idea con Iris Zahara es compartirla con otra gente. “En verano preferimos ofrecerla en alquiler, también en otras épocas del año. Hay muchos interesados en alquilar la casa entera o algunas habitaciones. También les ofrecemos visitas a bodegas como Osborne, que son buenos amigos, reservas en restaurantes, experiencias gastronómicas con producto…. ¡Lo que quieran!"

Pizarro explica todo esto en la cocina de Iris Zahara, mientras prepara uno de los manjares más excelsos del producto de la comarca: la ventresca del atún de almadraba. Mientras, desde el comedor se observa cómo los pequeños barcos locales se acercan desde el puerto de Barbate a otro faenero más grande, de bandera japonesa, llevándole los atunes que el nipón congelará de regreso a las lonjas de su país. Aún estamos en tiempo de almadraba en Cádiz y es el mejor momento para degustar los cortes del túnido. Sobre todo si se está en compañía de un chef como Pizarro, que tiene los contactos para conseguir la mejor materia prima. “Aunque esta ventresca la compré en el mercado de Barbate, tampoco creas que recurrí a altas esferas”, asegura el cocinero.

Pizarro es muy respetado en todos los ámbitos de la gastronomía española. Especialmente entre los exportadores de jamón, vino y demás productos emblemáticos. Porque su bendición implica un incremento en ventas en un mercado tan significativo como el británico.

El chef llegó a Londres hace 25 años con la intención de perfeccionase en el ámbito de las vanguardias, pero acabó siendo el mejor valedor de la culinaria española tradicional, que en Reino Unido nadie interpretaba con naturalidad. Hoy gestiona un grupo con siete restaurantes en el entorno de la capital: José, Pizarro, José Pizarro Broadgate, The Swan Inn, Esher, José Pizarro y The Poster Bar en la Royal Academy. Todo un fenómeno.