Las siete maravillas de Orhan Pamuk, el Nobel que construyó su propio museo

Las siete maravillas de Orhan Pamuk, el Nobel que construyó su propio museo

“Los recuerdos flotan en nuestras mentes, como objetos que se ciernen en el espacio, desprovistos de gravedad. Algunas veces, algunos de estos objetos se deslizan uno hacia el otro y de repente vuelve a la memoria un momento olvidado. Tan pronto como entendemos que cada objeto de nuestra vida corresponde a un momento preciso, que […]

“Los recuerdos flotan en nuestras mentes, como objetos que se ciernen en el espacio, desprovistos de gravedad. Algunas veces, algunos de estos objetos se deslizan uno hacia el otro y de repente vuelve a la memoria un momento olvidado. Tan pronto como entendemos que cada objeto de nuestra vida corresponde a un momento preciso, que podemos recordar, también entendemos una verdad muy simple: si la línea que une los momentos crea el tiempo, la que une los objetos crea historias”. Es a través de esta línea y de los objetos de la memoria, pequeñas maravillas de la vida cotidiana, que Orhan Pamuk creó una de las historias de amor más intensas jamás escritas, ‘El Museo de la Inocencia’ (2008).
La novela, cuatro años después de su publicación, dio lugar al museo homónimo que el escritor turco de 65 años, gran amante del arte, inauguró en Estambul. Un proyecto singular, un puente entre la escritura y el arte con el que ahora el Premio Nobel de Literatura de 2006 ha traspasado las fronteras turcas para instalarlo en las salas de exposiciones Bagatti Valsecchi, en Milán, donde permanecerá hasta el 24 de junio.
Revisando las 29 de las 83 vitrinas del museo de Pamuk en Estambul instaladas en la casa museo milanesa, se reconocen objetos que pertenecieron al protagonista de la novela, Kemal, y a su amada Fusun. Evocan al mismo tiempo la atmósfera de Estambul en los años 70 y 80, período en que transcurre la novela, atravesada por un aura de melancolía, la misma que tiñe la producción narrativa de Orhan Pamuk, desde ‘La casa del silencio’ o ‘Neve’, hasta ‘La mujer pelirroja’, recién publicada.
1. Museo Bagatti Valsecchi. Con Milán tengo un vínculo muy especial. La primera vez que fui tenía siete años. Viajaba con mi familia en el verano de 1959. En la Galleria Vittorio Emanuele recuerdo que mi padre me compró un pequeño coche de plástico rojo, un regalo. A lo largo de los años he vuelto muchas veces más, también porque mi editor italiano, Einaudi, tiene su sede en esta ciudad. Entre los lugares que más amo siempre ha estado Casa Bagatti Valsecchi: es especial para mí, sus paredes y sus objetos cotidianos rezuman historia y vida. Y esta colaboración no es una coincidencia. Esta casa museo tiene una importancia capital en la novela El Museo de la Inocencia. (Kemal, el protagonista y alter ego del escritor, lo considera uno de sus cinco museos favoritos del mundo.)
2 Museo de John Soane. A los grandes museos, como el Louvre y el Bristish Museum, prefiero los de dimensiones pequeñas, como casas. De hecho, creo que los museos están construidos por personas, con sus manos, en sus hogares, custodios de nuestras vidas cotidianas, de experiencias y recuerdos, detalles de la vida. Es por eso que me encantan los lugares de la memoria como el Soane de Londres, el Gustave-Moreau de París y el Bagatti Valsecchi.

3 Stendhal. Es el escritor que, en cierto sentido, ha descubierto Milán y la ha hecho famosa en el mundo a través de sus obras, y yo, amando tanto esta ciudad, por la propiedad transitiva…
4 Museo Mikhail Bulgakov. Otra vez museos, lo sé, pero este de Kiev es una maravilla. Está dedicado al trabajo del escritor, refleja mi ideal de museo. Me gustaría mencionar el Museo de Tecnología Jurásica de Los Ángeles, una especie de sabueso que inspiró el libro El gabinete de las maravillas de Mr. Wilson, de Lawrence Weschler.
5 El panorama del Bósforo. Siempre presente en mi vida, es visible desde las ventanas de mi casa, con los barcos y botes que lo cruzan.
6 ‘La Recherche du temp perdu’. Es una de las obras literarias que prefiero, por la combinación prodigiosa de la vista y el olfato, hasta el punto de que los perfumes se ven.
7 Monet. Y el impresionismo francés, una gran inspiración para mí cuando era joven, cuando aspiraba a convertirme en pintor.

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