Los dos nuevos museos de John Pawson

Los dos nuevos museos de John Pawson

John Pawson (Halifax, Inglaterra,1949) tiene un cierto aire al Robert Redford joven, pero con una inocultable flema británica. Para ser inglés, su soltura y sentido del humor socarrón son sorprendentes, y su talante hospitalario, amistoso y desenfadado que tampoco podríamos achacar a su idolatrado Japón, donde siendo joven residió varios años dando clases de inglés. […]

John Pawson (Halifax, Inglaterra,1949) tiene un cierto aire al Robert Redford joven, pero con una inocultable flema británica. Para ser inglés, su soltura y sentido del humor socarrón son sorprendentes, y su talante hospitalario, amistoso y desenfadado que tampoco podríamos achacar a su idolatrado Japón, donde siendo joven residió varios años dando clases de inglés. Fue precisamente en el Imperio del Sol Naciente donde descubrió que lo suyo era ser arquitecto, cuando conoció a Shiro Kuramata. Puede que fuera entonces cuando se impregnara de esa visión minimalista y zen de la vida y, por supuesto, de su arquitectura. Pawson, que había estudiado en Eton y hasta su aventura nipona había trabajado en la fábrica textil de la familia en Yorkshire, se estrenó tarde en la profesión, a los 30 años, pero ha recuperado el tiempo y se ha convertido en el poeta de la luz, la elegancia y la desnudez que caracterizan sus proyectos. De entre los últimos, dos grandes proyectos inaugurados en abril en Berlín, y en diciembre en Londres. Es su primer proyecto en Berlín ¿Conocía la ciudad? ¿Qué le ha gustado de ella? He estado varias veces, es una ciudad muy fácil, sobre todo porque otras ciudades alemanas son muy difíciles de comprender para un inglés. Berlín es muy abierta, tiene muchísimo verde y agua y gente joven. Parte de mi equipo ya se había mudado aquí, el un lugar nos resultaba atractivo. El edificio fue bunker en la II Guerra Mundial. ¿Cree en los fantasmas? Siempre dialogas con los edificios. Este, para mí, es casi perfecto: las maravillosas columnas, las proporciones… Es un lujo. Es muy exagerado. Si se quisiera construirlo ahora, no solo sería caro, sino pretencioso. Los techos tienen 3,5 metros de espesor, ¡de hormigón armado! Y las paredes, dos de ancho. Además es muy excitante la mezcla de periodos históricos, desde la actualidad hasta 5.000 años atrás. ¿Cómo lo ha proyectado? Hemos dejado la estructura como estaba, nos limitamos a limpiar las paredes y las columnas. Hay que tener en cuenta que solo se exhibirá una parte de la colección, cuya puesta en escena corre a cargo de Désiré Feuerle. Arquitectónicamente, este museo es interesante porque toda la iluminación es artificial, pero está controlada. El cómo funciona la luz eléctrica aquí es llamativo: la iluminación es muy baja, así que los objetos brillan en la oscuridad. Las columnas son apenas sombras en una atmósfera misteriosa. ¿La luz es el corazón de sus obras? No hay arquitectura sin luz, decía Louis Kahn. Si la luz es el corazón, ¿qué son la mente y el alma? La luz, que es lo emocional, lo es todo. Cada cosa que hacemos es racional. Se diría que le cuesta el mismo esfuerzo hacer una casa que recuperar un monumento. Tanto en un caso como en otro el trabajo supone un idéntico padecimiento. La arquitectura trata de personas y de interacción con lo que haces. Hay mucho diálogo, así que cuanto más grande sea el proyecto, más se hablará, mayor será la comunicación y requerirá más tiempo y energía. Cuando haces el Museo de Diseño de Londres o el Monasterio en la República Checa hay mucha gente involucrada, pueden llegar a ser 80 clientes, y allí entran en juego las distintas personalidades, el contacto humano, la concomitancia. La arquitectura es hablar. Nadie te lo dice cuándo empiezas. ¿Hay mucha diferencia entre clientes dependiendo de las nacionalidades? ¿Qué ha aprendido de ellos? Con los años y el paso del tiempo te tranquilizas y aprendes a escuchar. He aprendido mucho más de mis clientes de lo que yo les he dado. Sean judíos, cristianos, musulmanes, africanos, europeos, asiáticos… Más que de diferencias, hay algo que todos comparten, todos tienden a ser muy obsesivos. A estas alturas elige a sus clientes. ¿Alguna vez ha dicho no o se lo han dicho? Hay algunos casos, pero tiene que ver más con personalidades que con el proyecto en sí. Cuando comienzas a hablar con un posible cliente, te das cuenta de si hay empatía, y si no surge, sabes que no podrás hacer un buen proyecto. Y lo mismo les ocurre a la inversa. Es muy complicado llegar a ser simple. Cierto. Y hacer algo tan sencillo como un edificio lo es mucho más. El minimalismo es… Tiene que ver con el espacio simple, con lo que se necesita y nada más, un espacio donde uno se sienta visual y físicamente cómodo. Naturalmente, es algo que también tiene que ver con la belleza. Gentleman Sus proyectos fusionan arte y arquitectura… Yo lo considero arquitectura, por el simple hecho de que es funcional. No ha hecho muchas obras en España… ¡Muchísimas! Dos casa en Mallorca, el Hotel Puerta de América en Madrid, una exposición en el IVAM de Valencia… Mi primera novia fue española, mi primer libro monográfico se editó en España, en la Editorial Gustavo Gili. Un montón de primeras veces ocurrieron en España, incluso mi primera vez, ja, ja, ja. ¿Cuáles son sus materiales favoritos? Todos los naturales. Me gusta la plata, el ébano, la lana natural no teñida, las piedras bonitas como el ónix usadas en áreas decorativas. ¿De dónde saca tiempo para escribir? Ahora viajo menos, pero los aviones son sitios excepcionales para pensar y escribir. En mi vida también han sido interesantes esos períodos que yo llamo de inacción, o incluso aburridos, sosos, que sin embargo fueron muy propicios para mi imaginación. ¿Qué le gustaría hacer que hasta ahora no haya hecho? Siempre pienso que puedo hacer trabajos más interesantes, mejores, diferentes. Pero aún así, soy muy afortunado, hemos hecho monasterios, iglesias, un puente, escenografía para ballet… No sé qué podría ser lo próximo. ¿Quizá una tortilla de patatas? ¡Exacto! He escrito un libro de cocina británica y europea llamado ‘Living and eating’, un manual sobre cómo la filosofía de la simplicidad se puede aplicar en los rituales del cocinar. ¿Qué banda sonora tienen sus proyectos? Para el museo de Berlín Desiré piensa que es John Cage, pero a mí me encanta Keith Jarrett, adoro el jazz. Pero cuando trabajo, conduzco o estoy haciendo cualquier cosa no escucho música, solo cuando voy a conciertos. ¿Ya sabe cuál es el sentido de la vida? Solo sé que es demasiado corta. Gentleman

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