Miguel Milá a través de la cámara

Miguel Milá a través de la cámara

Miguel Milá a través de la cámara

El director Poldo Pomés acaba de estrenar un documental en el que disecciona la vida y la obra de Miguel Milá, un creador catalán cuyo trabajo es fundamental si quiere saber qué ha pasado con el diseño en España en los últimos años. Si le gustan las cosas bonitas, no se puede andar por la vida sin conocerle

Miguel Milá vino al mundo en el año 1931, en el seno de una familia aristocrática que se movía a sus anchas por el mundo artístico de Barcelona. De hecho, fue su tío, Pedro Milá y Camps, quien encargó al gran Gaudí uno de los emblemas arquitectónicos de la Ciudad Condal, la Casa Milá. Con todo ese bagaje cultural, Miguel Milá empezó hacia 1958 a dar sus primeros pasos en el campo del interiorismo. Pero había algo que le preocupaba: la pobreza de piezas con personalidad, con estilo y la escasez de materias primas. Así que decidió diseñar él mismo sus propias lámparas y muebles y fundar una empresa, Tramo.

Como comenta a Gentleman, «Al principio me atrajo la necesidad de crear productos que sirviesen para los interiorismos del despacho de mi hermano arquitecto, Alfonso Milá. Como no teniamos suficientes elementos (muebles, lámparas, etc…) que nos satisficieran (no había en el mercado piezas que nos convencieran) fue cuando sentí la necesidad de hacerlo. Eso me gustó y a partir de ahí supe que era eso lo que quería hacer».

Inquieto por naturaleza, se embarca en promover el diseño e implantar su práctica profesional, lo que derivó en la creación del ADI FAD junto a personajes de la talla de André Ricard, Antonio de Moragas, Oriol Bohigas, Alexandre Cirici Pellicer, Manel Cases, Rafael Marquina y Ramón Marinel, entre otros. «Detrás de cada trabajo hay un criterio que he aplicado desde el principio y que he aprendido de José Antonio Coderch, Alfonso Milá y Federico Correa: servir a un uso es absolutamente imprescindible. Después de la función que exige cada producto debe haber una emoción estética que eleve el interés por las piezas, y eleve la calidad del espacio que ocupa. Yo siempre digo que los muebles no siempre están en uso, y sin embargo están en el espacio (lámparas que a lo mejor no se encienden, !pero de día siguen presentes!), por lo tanto es importante tener en cuenta la emoción estética que producen».

Entre sus innumerables galardones destacamos dos: el Premio Nacional de Diseño y el Compasso D’Oro, en reconocimientos a su trayectoria profesional y su contribución a la difusión del diseño catalán y español en el extranjero, y sus obras son estudiadas en escuelas y universidades de todo el mundo. «El diseño ha cambiado mucho. Creo que la gente entiende más ahora lo que es la estética del entorno. Todo estriba en la cultura. Las personas son más exigentes con la calidad de los productos que le rodean, que forman el ambiente de la casa o de un establecimiento cualquiera, y esto hace que el nivel de diseño sea más alto. Es un proceso lento, de educación y de formación. En general el cambio es positivo, a pesar de que también tiene cosas negativas, al introducirse en el mercado de forma extensa, se han abaratado/devaluado excesivamente algunos procesos», confiesa a Gentleman Miguel Milá.

Y ahora, a sus 84 años (sigue en activo), el director de cine Poldo Pomés le ha convertido en protagonista del documental Miguel Milá. Diseñador industrial e interiorista. Inventor y bricoleur. Ser el centro de atención no debe haber sido fácil… «Soy muy sensible a las emociones y para mí ha sido un placer poder disfrutar de esto. También ha sido abrumador atender a tantas personas que se han acercado a verlo y a mostrarte su cariño», nos cuenta.

A través de una charla distendida y relajada de Miguel Milá con diferentes personajes del ecosistema del diseño (André Ricard, Juli Capella, Toni Arola o Curro Claret, entre otros), desgrana su vida, su trabajo y algunas de sus obras más conocidas y emblemáticas. Ahí van un par de reflexiones del protagonista: «Lo que necesita un objeto para convertirse en clásico es una buena idea y una sencilla ejecución»; y «me molesta la idea de tener que infestar el mercado de productos para que sean económicos».

Terminamos como empezamos, con La Pedrera (Casa Milá): «Siento los valores de un genio de un gusto especial. Me hubiera gustado mucho vivir en la Pedrera: una increible acústica, no oyes para nada la calle; tiene una luz especial, una luminosidad producida por los patios y ventanas inmensas; las rejas de sus balcones mantienen la intimidad y ocultan el interior… es sin duda el mejor edificio de Gaudí».

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