NZI Helmets, 40 años de seguridad ‘made in Spain’
Su padre comenzó a fabricar cascos en un pequeño taller de motos de Yecla, en Murcia. Ahora, la firma cotiza en bolsa, exporta el 80% de su producción y vislumbra un futuro de posibilidades infinitas.
Hay empresas que nacen de una oportunidad de negocio. Y otras, que lo hacen de algo mucho más profundo: de una forma de vivir, de sentir… y de rodar. NZI Helmets es una de ellas (en este caso, sobre ruedas).
Esta es la historia de una pasión con apellido español, curtida en asfalto y forjada a fuego lento en un pequeño taller de Yecla, en Murcia. Allí, el padre de Nazario Ibáñez no solo reparaba motos, también soñaba con proteger a quienes las amaban tanto como él. En una época en la que usar casco era casi una rareza, apostó contracorriente: invirtió todo lo que tenía en fabricar seguridad sobre ruedas.
Los comienzos fueron duros. Las ventas apenas sostenían el sueño y las dudas asomaban en cada curva. Pero la determinación puede más que el miedo, y el viento empezó a soplar a favor cuando, en 1992, el Gobierno hizo obligatorio el uso del casco. Para entonces, NZI ya llevaba una década preparando el terreno. Fue su primer gran despegue. Desde entonces, la empresa no ha parado de acelerar.
Hoy, con más de 40 años de historia, NZI está mejor posicionada que nunca y con un nuevo reto global: el de llevar la seguridad a millones de motoristas en todo el mundo, ante el despertar de países emergentes –de Sudamérica, África y Asia– y la implantación de normativas que exigirán cascos certificados para todos los conductores antes de 2030. Y NZI quiere estar ahí. No como una marca más, sino como sinónimo de tecnología, accesibilidad y diseño. “Ahora tenemos una oportunidad mucho mayor que la que tuvo mi padre: tenemos marca, equipo y experiencia”, dice Ibáñez.
Porque si algo ha conseguido NZI es mantenerse fiel a sus raíces: “Cascos accesibles para todos, sin renunciar a calidad ni innovación”. Su última apuesta va más allá de la seguridad: están trabajando con un sistema 3D e inteligencia artificial para que cada cliente pueda personalizar su casco con diseños únicos y a medida. “Queremos que la gente pueda llevar un casco que le represente. Eso, además, nos permitirá seguir fabricando en España, cosa que me hace especialmente feliz”, comenta Ibáñez, dado que la marca vende un 80% en el exterior.
La solidez del proyecto les llevó hace un año a dar otro gran paso: salir a bolsa. Lo hicieron con una valoración de 15 millones de euros. Porque NZI no es solo una marca; es una historia de superación que se ha ganado su lugar, casco a casco, en el mercado nacional e internacional. “Hubo un momento en que 7 de cada 10 motos en un semáforo llevaban un NZI. Eso no se olvida”, recuerda el empresario.
Campeones del mundo como Álex Crivillé, Jorge Lorenzo o Álvaro Bautista confiaron en NZI. Como explica el CEO, “Fue una inversión muy buena que hizo que la marca creciese”. Colaboraban con las escuelas de conducción y le daban el material de la temporada. Así los jóvenes iban evolucionando y, cuando llegaban al mundial, era NZI la que los había acompañado.
En definitiva, Nazario Ibáñez ha vivido con gasolina toda su vida. Y es que antes de tener una bicicleta tuvo una moto. Es la pasión de una familia por el motociclismo. Es legado, esfuerzo. Y también, compromiso: un protocolo familiar asegura que la empresa siga en manos de quienes llevan el motor en la sangre, eso sí, sin parejas dentro, “para proteger la esencia”, comenta Nazario. Porque hay cosas que se heredan. Se viven. Se sienten. Como NZI.