Paco Luis Martos, artesano y guardián de la herencia mudéjar

Paco Luis Martos, en su taller de Úbeda (Jaén).
Paco Luis Martos, en su taller de Úbeda (Jaén), con una de las reproducciones de los artesonados del monasterio oscense de Sigena ya completa: labrada, estucada, dorada y pintada.

Su aspecto de genio abstraído en cavilaciones numéricas o quizá, como Pitágoras, embelesado por la sinfonía del universo basada en la geometría, lo dice todo. Ubetense de adopción, Paco Luis Martos (Villanueva del Arzobispo, Jaén, 1969) es maestro carpintero y Premio Nacional de Artesanía 2022, amén de otros honores. “Construyo y restauro artesonados de estilo mudéjar, una práctica que durante siglos solo progresó en España y, más tarde, en Hispanoamérica; y divulgo el conocimiento de un oficio con raíces en los sistemas constructivos romanos, adaptados más tarde por los visigodos”, resume Martos.

Según el escritor Menéndez Pelayo, el mudéjar “es la única construcción permanente de la que envanecernos”. Y alhambras y alcázares lo confirman. Y así lo deben percibir también los clientes de Martos de Japón, Qatar, Bahréin… En 2007, “establecí una delegación de mi empresa, Artesonados Mudéjares, en Los Ángeles (EE.UU.). ¿El motivo? La profusión de arquitectura mediterránea en sus mansiones de fines del XIX y principios del XX, y el gusto de filántropos como William R.Hearst por lo español”.

Durante el siglo XIII surgieron los esquemas geométricos basados en la tradición islámica, tal y como refleja su glosario: arrocabe, taujel… “Aunque predominen el virtuosismo de su lacería o su policromía, tras bastidor y atrezo, hay un factor arquitectónico de soporte de una techumbre y/o de sujeción de la estructura de un edificio. Si Isabel de Castilla lo convirtió en un paradigma en decoración, su saber se disipó con el auge de las bóvedas encamonadas barrocas en el XVIII y hasta hace nada”.

Paco Luis Martos, artesano especialista en arte mudéjar.
«Mi especialidad es policromar. Dejé Bellas Artes porque quería aprender».

Martos reconoce como su “maestro” al arquitecto Enrique Nuere. “Ha puesto en valor el oficio, tras desentrañar tiempo atrás las obras de Diego López de Arenas y Eduardo Báez Macías, y sentado así las bases para restaurar las incontables cubiertas de nuestro patrimonio. Paradójicamente, en las escuelas de arquitectura no se imparte una asignatura a propósito… Que yo instruya a arquitectos al respecto no deja de ser curioso”.

Y su papel en la recreación de la sala capitular del cenobio oscense de Sigena, promovida por el astrofísico Juan Naya, refleja su implicación. “Se empeñó en reproducir sus pinturas murales y artesonados, en los que confluyen corrientes tan dispares como románico avanzado, casi gótico, ignoto en la península, arte normando, islámico…, con la ayuda de historiadores y de distintos especialistas. Empecé a replicar sus doce artesonados en 2015”, explica Martos.

Martos ha resuelto ya cinco: “Dos ya completos, tres en trance de dorar y pintar, y estoy con el sexto. Incluyen caracteres cúficos antiguos −obra quizá de fatimíes egipcios− y no los habituales de los siglos XIII o XIV. Aunque las proporciones de la sala sean precisas, y coincidan en codos con el Templo de Salomón”, cada artesonado es único. “Son suntuosas tramoyas labradas, de unos 400 kilos. Sus geometrías, dibujos y colores también difieren”.

Además de carpintero, Martos dibuja, diseña y calcula armaduras, tal que un arquitecto o un ingeniero. Sin olvidar la decoración: talla, dorado… Tal que un viejo alarife o maestro constructor, controla todos los aspectos: “Pero mi especialidad es policromar. Dejé Bellas Artes porque quería aprender. ¿Aprobar la asignatura de talla faculta? Un aprendiz de tallista precisa seis meses para saber cómo afilar una gubia, ¡y diez años para serlo! Así que aprendí el oficio con viejos carpinteros, tallistas o doradores, y más cosas de la vida… Disfruto trabajando, pero no ignoro los riesgos”, apostilla.

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