París rinde homenaje al padre de Tintín
Son muchas las voces que psicoanalizan a Hergé a través de la figura de Tintín, una proyección que el propio autor reconocería. Ven en este joven romántico de nobles principios y temperamento amable y naif al Georges Remi que se autoimpuso una moral estricta y una vida de monje dedicada al dibujo. Que, a diferencia […]
Son muchas las voces que psicoanalizan a Hergé a través de la figura de Tintín, una proyección que el propio autor reconocería. Ven en este joven romántico de nobles principios y temperamento amable y naif al Georges Remi que se autoimpuso una moral estricta y una vida de monje dedicada al dibujo. Que, a diferencia de su personaje, nunca viajaría y tampoco se enfrentaría a las aventuras de las que el joven boy scout convertido en reportero saldría airoso una y otra vez.
Las interpretaciones del personaje son múltiples y de todo tipo. Ese es el precio del éxito. Hergé tuvo que defenderse en los últimos años de su vida –y de hecho modificó partes de sus álbumes, reconociendo errores–, de aquellos que veían en Tintín a un racista y un anticomunista primario por álbumes como Tintín en el país de los Soviets y Tintín en el Congo. Además, le persiguen las sospechas de homosexualidad no asumida por su amistad con Tchang en Tintín en el Tibet y por el hecho de que no se le conociese mujer. Y por su “bromance” con Haddock, por supuesto. Teorías. Aristas en un personaje de perfil amable y redondeado. De voluntad firme y generoso que quizás la exposición Hergé, en el Grand Palais de París (hasta el 15 de enero) ayude a asumir en su simplicidad.