Por qué los Rolling Stones son la empresa más rentable del mundo del espectáculo

Por qué los Rolling Stones son la empresa más rentable del mundo del espectáculo

“Gano dinero dormido”, ha dicho alguna vez Keith Richards. Hoy, 55 años después del primer concierto de la banda, está claro que los Rolling Stones han estado despiertos todo este tiempo. Son aún una de las empresas más rentables de la industria del espectáculo. Bruce Springsteen, U2, Madonna, The Who, Roger Waters o el artista […]

“Gano dinero dormido”, ha dicho alguna vez Keith Richards. Hoy, 55 años después del primer concierto de la banda, está claro que los Rolling Stones han estado despiertos todo este tiempo. Son aún una de las empresas más rentables de la industria del espectáculo. Bruce Springsteen, U2, Madonna, The Who, Roger Waters o el artista del momento, ninguno de ellos se ha acercado a las cantidades que han generado. En 1965 habían vendido 5 millones de discos, 10 millones de singles y tenían su primer número 1 internacional con (I Can´t Get No) Satisfaction, pero tenían problemas para llegar a fin de mes. “Todos los contratos que firmamos en aquella época eran horribles”, contaba en 2002 Mick Jagger a la revista Fortune. “Pensaba que al ser una persona creativa, un artista, no debía ocuparme de esas cosas”.
Todo cambió para los Rolling Stones entre 1968 y 1969. Allen Klein, mánager del grupo, forzó decisiones como la creación de un sello discográfico propio. También la salida del guitarrista Brian Jones, que había pasado de ser el gran definidor del grupo a un personaje herido por los excesos con el que resultaba difícil trabajar. Un mes después de ser despedido, Jones moriría ahogado en la piscina de su casa. Otro hecho trágico, en diciembre de 1969, aceleró su profesionalización. En una época en la que el sonido se improvisaba, no se invertía en luces y los escenarios se venían abajo, las medidas de seguridad no eran una prioridad. En un concierto en Altamont se cometió la imprudencia de confiar en los Ángeles del Infierno para controlar al público. Un joven afroamericano, Meredith Hunter, murió acuchillado por uno de estos moteros cuando iba a sacar un revólver. Jagger, que minutos antes había recibido un puñetazo de un asistente, vio claro que el verano del amor había acabado.
Entró en la órbita de los Stones Prince Rupert Loewenstein, definido por Richards como “el miembro más inteligente del grupo”. Este asesor financiero, de raigambre aristocrática y ajeno al mundo del rock, aconsejó el cambio de sede fiscal para evitar abusivos impuestos –tributaban un 83% en Reino Unido–, el despido de Klein por sus dudosas prácticas y la creación de una red de empresas e inversiones en fondos que garantizaron el futuro de los Stones. Loewenstein fue el cerebro financiero de la banda hasta 2007, cuando le relevó Mick Jagger, su alumno más aventajado.
La maquinaria organizativa que todavía hoy hace girar al grupo por todo el planeta se puso en marcha en 1989 con el Steels of Wheel Tour. Su nuevo mánager, Michael Cohl, tuvo una visión: contratar 40 conciertos por 40 millones de dólares. La operación incluía la venta de los derechos de retransmisión, patrocinios de marcas de ropa y automóviles y la explotación de las licencias comerciales. Desde lencería a bebidas alcohólicas, hay medio centenar de productos con el sello Rolling Stones. (Curiosamente, su logo, el de los labios y la lengua, es uno de los negocios más redondos de la banda: Mick Jagger pagó 50 libras a su autor, John Pasche, en 1971).
Esta gira generó 260 millones de dólares; el Voodoo Lounge Tour (1994-95), 370 millones, y el Bridges to Babylon/No Security Tour (1997-1999), 390 millones. Incluso ajustando los precios a la inflación, la gira de A Bigger Bang (2005-2007), con 555 millones de dólares, superó aquellos hitos. El próximo concierto de los Stones siempre podría ser el último. Además, se adecuaron al mercado y optimizaron la logística. Antes tenían tres escenarios y tres equipos idénticos para cumplir su agenda. Ahora alternan estadios con salas y teatros. Se gana menos dinero pero se recortan gastos. También se ofrecen productos distintos. Solo hace falta un repertorio con 130 canciones ensayadas para dar ese “valor añadido”. Pero ¿por qué seguir girando si serían ricos solo con sus derechos de autor reinvertidos o la cesión de sus canciones a películas y anuncios? La respuesta es pasión. El reparto de los beneficios es un tema que no se toca; todos entienden que el batería Charlie Watts y el guitarrista Ron Wood no tienen el mismo porcentaje que Jagger/Richards. Lo que es innegociable es su motivación. Keith Richards habla por todos: “Quiero ver hasta dónde somos capaces de llegar”.

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