Vicente Dalmau Cebrián-Sagarriga: el alma de Bodegas Marqués de Murrieta

Vicente Dalmau Cebrián-Sagarriga: el alma de Bodegas Marqués de Murrieta

El espíritu perfeccionista que exhibe en todo lo que hace Vicente D. Cebrián-Sagarriga (Madrid, 1 de enero, 1970), Conde de Creixell, lejos de ser un hándicap es lo que ha permitido la renovación de Marqués de Murrieta, un cambio profundo como marca en el que “se ha respetado escrupulosamente su historia, su trayectoria en el […]

El espíritu perfeccionista que exhibe en todo lo que hace Vicente D. Cebrián-Sagarriga (Madrid, 1 de enero, 1970), Conde de Creixell, lejos de ser un hándicap es lo que ha permitido la renovación de Marqués de Murrieta, un cambio profundo como marca en el que “se ha respetado escrupulosamente su historia, su trayectoria en el mundo del vino. Sin hacer movimientos bruscos; ha sido una renovación tranquila, pausada, pero al mismo tiempo con paso firme”. Y se siente orgulloso de ello, pero no por él, sino por sus colaboradores, que han compartido con él su alto nivel de exigencia pero también sus conceptos claros respecto de lo que debía cambiar en la casa. “Cuando desaparece mi padre de forma abrupta, muere de un infarto con 47 años, yo me quedó al frente de un negocio con sólo 26 años, lo que me obliga primero a aprender, a centrarme en él, antes de plantear ninguna acción concreta. De hecho, es a partir de 1999-2000 cuando iniciamos el proyecto de cambio”. A Vicente D. Cebrián-Sagarriga le gusta hablar de su bodega y de vino, y por supuesto de cómo ha vencido las reticencias iniciales de quienes pensaban que la bodega debía continuar como siempre- “Lo he hecho primero porque me he rodeado de un equipo afín, empezando por mi hermana Cristina en la parte administrativa, o por la enóloga María Vargas, que han entendido mi lenguaje y el proyecto. Me busqué a un equipo totalmente nuevo y eso ha funcionado. Después, hemos ido introduciendo durante estos años una serie de ingredientes, de transformaciones que han permitido la evolución, que no el cambio, de la marca”. ¿Y era consciente del riesgo que asumía? "Me gusta el riesgo, imponerme retos. Mi equipo dice que nunca miro atrás, y es verdad. Siempre miro lo que me falta y los proyectos que puedo realizar. Hay que avanzar, tengo tensión en lo que hago, pero sana".Lo que parece claro, sólo oyéndole hablar es que efectivamente disfruta del éxito “y lo hago cada minuto, pero el mundo del vino está en evolución permanente”. Y lo dice con el convencimiento de quien siente una pasión especial por el vino, por su cultura: “Yo no soy enólogo, creo que desde los 13 años mi padre me introdujo en la bodega. Lo que he hecho es convivir y aprender a entender el vino. Lo que si creo como me ha dicho algún crítico es que soy el empresario de la sensibilidad del mundo del vino. Pero yo no hago el vino, lo hace un equipo, tanto en Murrieta como Galicia, en Pazo de Barrantes. Yo lo único que hago es decir por dónde debemos ir y que personalidad y alma quiero de cada vino”.En toda esta evolución personal que va en paralelo con la transformación vivida en Marqués de Murrieta, han cautivado al público, al consumidor “creando un vino que se adaptara a los gustos del momento, con más fruta, equilibrado en la presencia de madera y con una calidad/precio exquisita”. Unos ingredientes que sin embargo no se han alejado de su identidad de marca, “lo que se traduce en un número determinado de botellas, una personalidad y filosofía definidas. Nunca hemos faltado al respeto a la historia de esta casa nacida en 1852”. Pero lo que el mercado ha ratificado es que Marqués de Murrieta es ahora un vino moderno, lo que le ha permitido ser muy apreciado en el extranjero. “Estamos en 96 países de todo el mundo, y cubrimos con esta presencia el 70% de nuestra producción. Tenemos una vocación exportadora tremenda, y es donde además te das cuenta del empaque de una marca. Hay que tener en cuenta que Murrieta no se vende en supermercados; está concentrado en la hostelería y en espacios del estilo de Harrod’s”.Vicente D. Cebrián-Sagarriga ha llegado a crear un vino con su segundo nombre para realizar su declaración de intenciones en este universo del vino: “fue un estamos aquí y somos capaces de hacer todo lo que nos propongamos. No fue un acto de engreimiento ponerle el nombre de Dalmau, sino ratificar nuestra presencia e importancia en el mercado, que nos movíamos”. Algo que ahora ya nadie duda.¿Y qué se mueve alrededor de otra de sus marcas, Castillo de Ygay? "Es el vino que más nos ha costado activar porque tenía unas bases tan profundas que adaptarlo ha sido algo terrorífico. Los clásicos, los románticos, nos decían que no cambiáramos nada, que ya era una de las 10 marcas más importantes del vino, junto a Vega Sicilia". Vicente D. Cebrián-Sagarriga es un personaje atípico en el mundo del vino, que mira más al contexto internacional que a lo que ocurre con los vinos en España; así se entiende que durante 22 años se dedicase a preparar el Castillo de Ygay blanco 1986, su gran joya que hace dos años obtuvo los 100 Puntos Parker, convirtiéndose en el primer vino blanco de la historia de España en alcanzarlos y coronándose como el Emperador de los vinos de España.Es sólo un ejemplo de un carácter, de una forma de entender este negocio que da pie, además, a un pequeño lamento: “Hay una cosa que falta en España y es creer en lo que haces; parece que siempre tenemos que entrar por la puerta de atrás. Pero además es que todo lo queremos hacer en el corto plazo, que es la antifilosofía de una marca, y por supuesto del vino, que no lo es hasta que ha cumplido todos sus plazos”.Y eso lleva a hablar de las dificultades de gestionar una marca vinculada al vino “y en Murrieta todavía es mucho más complicado. A veces te gustaría hacer otras muchas cosas, pero tienes unos límites. Eso es entre otras cosas la razón de que aquí el vino sea Reserva; no hay crianza porque si lo hubiéramos hecho se habría dejado de vender el reserva”.Vicente Dalmau Cebrián Sagarriga no deja de pensar en la oportunidad que ha perdido el vino español “donde ahora, como ocurre con la gastronomía, el listón cualitativo ha bajado. Deberíamos haber trabajado con una mayor sensación de gran país productor de excelentes vinos, como hacen italianos y franceses. Ellos sí que saben ‘venderse’. Nosotros vamos cada uno por un lado y así no conseguiremos nada”. Él sí lo ha conseguido, y junto a él, un equipo “la parte humana que es siempre lo más complicado. Yo presumo de mi equipo pero lo más bonito es que todos ellos están orgullosos de trabajar en Murrieta”.
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