Vincent Cassel, portada de Gentleman junio

Vincent Cassel, portada de Gentleman junio

¿Quién es Vincent Cassel? “Un actor de finales del siglo XX, principios del XXI”. Así se define el intérprete francés (París, 1966). Directo, sin lenguaje grandilocuente, con datos objetivos. Aunque, en realidad, su descripción habría que estirarla un poco más, como mínimo decir que es uno de los rostros (y voces) más internacionales del cine […]

¿Quién es Vincent Cassel? “Un actor de finales del siglo XX, principios del XXI”. Así se define el intérprete francés (París, 1966). Directo, sin lenguaje grandilocuente, con datos objetivos. Aunque, en realidad, su descripción habría que estirarla un poco más, como mínimo decir que es uno de los rostros (y voces) más internacionales del cine galo. Pero atrás ya ha quedado el tiempo en el que Cassel se divertía con la prensa contando historias, contando incluso mentiras –“yo les podía decir lo que me apetecía porque ellos iban a escribir lo que quisieran”, se defendía–. Ahora entra en la rueda de la promoción de una forma más profesional y seria. Todo lo seriamente que se toma a sí mismo y su profesión. “Creo que no tomarse demasiado en serio a uno mismo es una de las claves de no volverse loco en este negocio”, dice.Cassel ha borrado de su vida y su carrera las superficialidades, el innecesario relleno de egolatría al que invita la industria del cine y el entretenimiento en la que él lleva tres décadas moviéndose entre Europa y Hollywood. “Lo más difícil es aceptar que actuar es fácil. Diría que cualquiera pueda hacerlo. Una vez que lo aceptas, solo te queda pasarlo bien y tomarlo como lo que es: la ciencia del momento”, razona. El aquí y ahora tan revivido hoy por las generaciones que dominan las redes sociales lleva siendo el leitmotiv del actor prácticamente toda su vida. “Me gustaría no malgastar mi tiempo con estupideces y solo disfrutar lo que nos queda”, dice siempre. Decidió que dejaba de malgastar su tiempo cuando solo tenía 16 años. Después de ser expulsado de un caro colegio interno al que le mandaron sus padres divorciados (Jean-Pierre Cassel, actor cómico y de Buñuel y Chabrol, el ‘Fred Astaire francés’; y Sabine Litique, periodista), abandonó los estudios convencionales y se decantó por desarrollar su lado lúdico enrolándose en una escuela de circo y juego.Trabajó en espectáculos callejeros, en el teatro. Se marchó a Nueva York con su madre a los 19 años y se apuntó al Actor’s Studio, a empaparse de los métodos americanos de interpretación, mientras trabajaba por las tardes en lo que podía. “Cuando, finalmente, pude volver a París, decidí agarrar el futuro con mis manos, decidí que quería ser un actor, un bailarían, trabajar con mi generación y que le dieran al resto”, relata de esa adolescencia rebelde.No ganaba mucho dinero, “aunque lo suficiente para viajar”, pagar un apartamento y salir por las noches por ese París del arrondisement número 19 en el que surgía la escena hip hop, donde su hermano, Matthias, se haría un hueco como rapero con el grupo Assassin. Vincent, en cambio, seguía movido por la interpretación, “soñando con el cine italo-americano de los años 70” y con películas aún más clásicas que había visto de pequeño en el cine de playa que su abuelo tenía en Arcachon, donde pasaban los veranos. Tras un puñado de papeles menores en títulos de cine y televisión aún más menores, en 1995 le llegó su gran oportunidad, El odio (La haine), de Matthieu Kassovitz, que 24 años después sigue considerando un pilar de su filmografía. Allí, como un intento de matón que quiere asesinar a un policía, como un chico de suburbio enrabietado contra la autoridad abusiva policial, se transformó en este actor de facciones duras, atractivas pero misteriosas, difíciles de descifrar, por las que se cuela con más facilidad el mal y la oscuridad que los papeles ligeros.“Yo creo que esos personajes a los que llaman malos no son totalmente malos. Los veo como lo más cercano que puedo hacer a la realidad: la gente hace cosas buenas, pero nadie es realmente bueno. Todos tenemos que buscar el equilibrio con un lado oscuro, y cómo logramos ese equilibrio es lo que nos hace interesantes”, explicaba hace unos años. “Mi personaje en El odio, por ejemplo, no es malo, es infeliz y normalmente la gente es infeliz. La mayoría de nosotros estamos enfadados”. Sin ir más lejos, Cassel está enfadado con la realidad francesa. En los últimos años, desde que descubrió Brasil y, en concreto, Río de Janeiro, empezó a pasar más tiempo allí y menos en su Francia natal. “Es un lugar muy agresivo, especialmente, París”, reconocía el año pasado. Cuando se separó de Monica Bellucci se mudó a Brasil, y a su recién nacida hija, que ha tenido con su nueva mujer, la modelo de 22 años, Tina Kunakey, la han llamado Amazonie, como homenaje a la naturaleza de un lugar en el que encuentra “la poesía que ha perdido Europa”.La biografía y filmografía de Cassel son líneas interconectadas. “Hay razones por las que dices sí a ciertas cosas. Cuando miro atrás, las películas que acepté –no todas, digamos que las importantes– están contando algo de mi vida”, explica. Rebobinando en ellas, volviendo a esos 90 triunfantes, El apartamento (1996) es la segunda película que el intérprete elige entre las fundamentales en su carrera. Lo justifica con una razón cinéfila: “Me permitió entrar en un universo de autor muy diferente”. Pero, además, fue donde conoció a Bellucci, la actriz italiana, reencarnación de las divas de los años 50, con la que empezó una relación que se prolongó hasta 2013, con dos hijas en común y ocho películas compartidas. “Y también doblamos dibujos animados juntos, participamos en cortos. Éramos como Mickey Rooney y Judy Garland. O Tintín y Milú”, bromeaba ya cerrado el divorcio. La polémica Irreversible (2002) es otro de los títulos que Cassel subraya en su carrera. Y Mesrine (Parte 1 y 2, 2008), otro papel, el del gánster Jacques Mesrine, que guarda hasta hoy. “Cada película es una experiencia”, reflexiona. Y cada una ha sido una lección, “una puerta abierta” a conocerse mejor, descubrir otro aspecto de su personalidad. Asegurándose que deja esa puerta abierta, aunque muchas de esas películas cuando se las pueda enseñar a sus hijas tendrán que ir acompañadas con una explicación: “Su padre es un poco raro”.Siempre ha explicado también que esos personajes oscuros, enrevesados (Promesas del este, Mi amor, hasta en un registro más ligero, el ladrón de Ocean’s –12 y 13– o su próximo estreno en España, el 26 de julio, en El emperador de París , como el criminal transformado en criminólogo, François Vidocq) le recordaban a sus héroes infantiles “Gian Maria Volonte, Gérard Depardieu, Patrick Dewaere, De Niro”. También era una forma de distanciarse del legado de su padre, que murió en 2007. “En el minuto en el que mueren tus padres, dejas de pelearlos. Me di cuenta de que cuanto más cambiaba mi cara para películas, más me parecía a él –confesaba hace unos años–. Me gustaba disfrazarme porque estaba intentando huir de esta imagen. Pero no todo vale la pena. No puedes escapar de lo que eres”. ¿Y qué es? Algo más que un actor de finales del XX y principios del XXI. Gracias al cine y a estos personajes que descifran las aristas del mal le gusta hablar de sí mismo como un manimal, un juego de palabras en inglés entre man (hombre) y animal con el que hace referencia al lado salvaje que deja salir de sí mismo cuando actúa y esconde cuando no trabaja. Una bestia interior que puede cambiar de forma según el día. “A veces soy un jaguar y a veces, una paloma”, explicaba en el New York Times el año pasado tras interpretar a otro animal salvaje, el pintor Paul Gauguin en Viaje a Tahití.En la última película que ha presentado, en cambio, durante el reciente Festival de Cannes parece, por fin, un animal más dócil y entrañable, como monitor de chicos con autismo en la comedia Especiales (estreno en febrero) de los directores de Intocable. ¿Un nuevo giro en una impredecible carrera? Quizá. Cassel quiere dirigir en Río y ha encontrado una nueva frase que define su aquí y ahora: “Después de los 40, un hombre se da cuenta de que lo único que le queda en la vida es hacer felices a sus hijos”.
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