25 años cumpliendo sueños: Chopard celebra la excelencia relojera
Detrás de cada gran idea siempre hay un impulsor. Chopard creó hace 25 años su primer movimiento manufactura, el L.U.C 1.96, y el mérito de aquella propuesta hay que atribuírselo por entero a Karl-Friedrich Scheufele, hoy copresidente de la firma, quien convenció al resto de la familia del beneficio futuro que tenía el proyecto. “L.U.C […]
Detrás de cada gran idea siempre hay un impulsor. Chopard creó hace 25 años su primer movimiento manufactura, el L.U.C 1.96, y el mérito de aquella propuesta hay que atribuírselo por entero a Karl-Friedrich Scheufele, hoy copresidente de la firma, quien convenció al resto de la familia del beneficio futuro que tenía el proyecto. “L.U.C siempre ha sido una experiencia muy personal; algo que está muy cerca de mi corazón. Los relojes L.U.C no son el resultado de un grupo de personas de marketing que se reúnen y dicen ‘esto es lo que tenemos que hacer… y este es el precio que debe tener’. Este no ha sido nunca nuestro enfoque, lo que tienen nuestros relojes manufactura es un enfoque humano real y genuino”.
¿Con la creación de los movimientos L.U.C se hacía realidad el desarrollo de Chopard como manufactura?
En cierto modo ya éramos una manufactura si se piensa en algo más que los movimientos. Mi padre siempre decía que era importante crear y producir componentes, cajas de relojes y todo lo demás ‘en casa’. Y yo dije, “bueno, ¿por qué no producimos los movimientos in-house?”. Era un paso muy lógico, pero en aquel momento era fácil apoyarse en proveedores externos. Así que básicamente tuve que persuadir a los miembros de la familia de que debíamos hacer este movimiento para reunir algo de experiencia, e hicimos el primer movimiento.
Una decisión que, con la perspectiva del tiempo, resultó fundamental. De lo contrario, nada hubiera sido igual.
Ciertamente no. Si no tuviéramos nuestros propios calibres, no creo que nuestra colección fuera hoy la misma. Seguro que no. Además, creo que ya no seríamos un actor relevante en el mercado de la relojería, así que fue una decisión importante, sí, y el momento fue el adecuado.
Con la experiencia de estos 25 años, ¿qué ha hecho a L.U.C diferente de otros conceptos de fabricación? ¿Cuáles son los puntos fuertes de la manufactura Chopard?
Una cosa fue crear el primer movimiento y otra, todo el camino recorrido hasta hoy. Eso sí, en ambos casos hemos sido fieles a la filosofía que planteamos al principio: un movimiento L.U.C tiene que ser innovador, en términos de precisión y en otros factores, pero al mismo tiempo debe ser finalizado de una manera hermosa y tradicional. Los movimientos tienen que ser precisos, por lo tanto certificados como cronómetros, y cada uno de ellos sin excepción –salvo los que no tienen segundero, que no se pueden certificar–, y queríamos además que nuestros calibres estuvieran a la altura de los más altos estándares de acabado, y de ahí nuestra entrada en el Sello de Ginebra.
Hasta llegar incluso a crear su propio certificado, algo que garantiza que sus calibres no son solo buenos, sino excelentes.
Sí, la idea era realmente construir calibres excepcionales, con valor añadido, y también calibres estéticamente bellos.
¿Cuál es la creación mecánica de la que está más satisfecho en estos 25 años?
Creo que definitivamente es el primero, el 1.96, porque nos abrió muchas puertas. Todavía es un movimiento relevante: era interesante entonces porque tenía un micro rotor y era delgado, por lo que añadía barriletes muy finos. Además, estaba certificado como cronómetro y nació para mover, entre otros, nuestro calendario perpetuo. Con el tiempo lo hemos mejorado y llevado a otro nivel –incluso cuenta con un tourbillon volante–, pero sí, el diseño de hace más de 25 años sigue siendo relevante y creo que eso es realmente algo muy importante.