Arquitectura y enología: cuando el edificio ayuda a vender vino
Cuando yo pensaba en una bodega imaginaba grandes naves de hormigón, sobrias y funcionales, nunca edificios tan espectaculares como el del Marqués de Riscal donde me alojé, que parecía un paquete envuelto para regalo con cintas de titanio en vez de raso. No había que preguntar mucho para darse cuenta que era diseño del reconocido Frank Gehry, quien […]
Cuando yo pensaba en una bodega imaginaba grandes naves de hormigón, sobrias y funcionales, nunca edificios tan espectaculares como el del Marqués de Riscal donde me alojé, que parecía un paquete envuelto para regalo con cintas de titanio en vez de raso. No había que preguntar mucho para darse cuenta que era diseño del reconocido Frank Gehry, quien no se decidió a aceptar el encargo hasta visitar las bodegas y dar buena cuenta de sus productos. La experiencia despertó en mí el gusanillo por el enoturismo y me puse a investigar acerca de la relación arquitectura-enología, con un interés insospechado.
Otra arquitecta que no pudo resistirse al eno-encargo fue Zaha Hadid. María José López de Heredia quería celebrar el 125º aniversario de sus bodegas acudiendo a la Feria Alimentaria de Barcelona con la caseta que su bisabuelo había utilizado en la Exposición Universal de 1910, pero poniéndole una cubierta única y moderna que no dejase a nadie indiferente. La arquitecta iraquí realizó un original diseño con forma de botella que hoy sirve de base para una estructura fija que se ha colocado definitivamente en sus instalaciones. Lo bueno, o malo, del arte moderno es que admite libres interpretaciones, y donde ella ve una botella yo veo un porrón.
La siguiente bodega puede parecer a primera vista la casa de Ronaldo o cualquier otra celebrity, pero es en realidad la propuesta de Ignacio Quemada para Juan Alcorta en Logroño. Por fuera es un elegante edificio que se integra en el paisaje con materiales que recuerdan a estratos erosionados. Por dentro es la bodega que alberga en un mismo lugar el mayor número de barricas del mundo, 70.000, dispuestas en seis alturas. Todo está diseñado pensando en las visitas, con salas de catas y galerías acristaladas que permiten ver cómo trabajan los operarios sin molestar.
Damos un salto hasta la Ribera del Duero para hablar de las Bodegas Portia y el singular diseño creado para ellas por Norman Foster. Tres zonas que representan las tres principales fases de producción: la fermentación en depósitos de acero, la crianza en barricas de roble y, finalmente, el envejecimiento en botellas. Un gigantesco trébol de acero que bien podría ser una base secreta de James Bond, para un seguidor de los relatos de Ian Fleming. El lugar es tan moderno que es el único grupo que ha obtenido el certificado de la huella de carbono. ¡Casi nada!
Continuando con mi juego de sacarle parecidos a estas peculiares bodegas, voy con una prima hermana de la T4 del Aeropuerto de Barajas, la diseñada por Richard Rogers para la Bodega Protos en Peñafiel. Un edificio formado por cinco grandes arcos laminados de madera sobre base de piedra, que facilitan las labores propias de una bodega y además convierten las estancias en verdaderas obras de arte.
Para el final me he reservado una de mis favoritas, la diseñada por Santiago Calatrava para las Bodegas Ysios, en Laguardia (Alava). Sus sinuosos muros consiguen una apariencia pixelada que hace que parezca sacada de un videojuego. Para mí una de las bodegas más chulas que he visto, aunque al parecer no de las más eficientes. Desde hace un tiempo arquitecto y empresario, o lo que es lo mismo Calatrava y Osborne, andan enfrentados por los problemas que ocasiona la cubierta, pero ahí no voy entrar. Que lo solucionen entre ellos con una copa… o mejor dos. Ya lo decía mi abuela, “para lucir hay que sufrir”.